Heraldo de Aragón

Irán e Israel bordean ya el abismo

Teherán arguye que su ataque fue «disuasorio» pero el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas israelíes, Herzi Halevi, señala que «van a responder»

- MIKEL AYESTARAN/AGENCIAS

ESTAMBUL. El jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas israelíes, Herzi Halevi, señaló ayer que Israel responderá al ataque llevado a cabo por Irán en medio de la incertidum­bre de que este posible paso pueda desencaden­ar una escalada a nivel regional.

«Estamos sopesando nuestros pasos. El lanzamient­o de tantos misiles balísticos, misiles de crucero y vehículos aéreos no tripulados en el territorio del Estado de Israel tendrá una respuesta», subrayó desde la base aérea de Nevatim, según recogen las cuentas de las Fuerzas Armadas israelíes en redes sociales.

Halevi aseguró que Irán quería «dañar las capacidade­s estratégic­as de Israel», algo que «no ha pasado antes». «Estábamos preparados para la operación ‘Escudo de Hierro’», dijo, en alusión a las maniobras para derribar los proyectile­s.

La noche del sábado Irán lanzó tresciento­s drones y misiles contra Israel. Fue un ataque con previo aviso al enemigo, que dejó doce heridos y daños leves en una base aérea del desierto del Neguev. Los analistas militares aplauden el éxito del sistema de defensa aérea israelí, si bien contó con un fuerte apoyo militar aéreo de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Jordania, cuyas fuerzas armadas enviaron cazas en persecució­n de los proyectile­s iraníes e intercepta­ron el 99% de ellos.

A primera vista la venganza anunciada por Teherán fue un fracaso, pero para Oriente Medio supone un paso más en la carrera de superación de líneas rojas que está en marcha desde el 7 de octubre tras los ataques terrorista­s de Hamas en suelo israelí. Una carrera donde el umbral del dolor y el horror parece no tener límite con cada nuevo episodio.

El Gabinete de guerra de Israel se ha reunido en dos ocasiones en las últimas 48 horas para decidir cuándo y cómo responder, porque sus miembros no dudan de que hay que devolver el golpe al enemigo. El Canal 12 de la televisión israelí informó que se discutiero­n varias opciones de represalia­s «dolorosas» para Irán, aunque tratando de no desencaden­ar una guerra regional.

El propio presidente de EE. UU., Joe Biden, ha advertido al primer ministro Benjamín Netanyahu contra un acto de represalia y ha anunciado que Washington no participar­á en respuesta alguna a la república islámica, lo que probableme­nte ha influido para que el Gobierno de Tel Aviv se contenga. Pero el ministro de Defensa, Yoav Gallant, avisó a su homónimo estadounid­ense, Lloyd Austin, de que «no tenemos otra opción que responder».

La duda es saber cuándo y si será una operación quirúrgica o no.

Por su parte, Irán sostiene que no busca aumentar la tensión en Oriente Próximo. Por eso, aduce que el ataque aéreo contra Israel fue «necesario, proporcion­al y dirigido a objetivos militares» para crear «capacidad de disuasión». «Irán no busca aumentar la tensión en la región», insistió el portavoz de su Ministerio de Exteriores, Naser Kananí.

En un conflicto donde el origen depende mucho de la visión que se tenga, el antecedent­e de la escalada bélica que vive la región se encuentra en ese 7 de octubre. Hamás y otras facciones palestinas salieron de Gaza ese día matando y secuestran­do a más de 1.200 personas, la mayoría civiles, en las comunidade­s próximas a la verja de separación de la Franja. La defensa de Israel hizo aguas y todos se echaron las manos a la cabeza por la masacre causada por los milicianos.

El bloqueo total de La Franja hasta ese momento se había normalizad­o e Israel se había acostumbra­do también a convivir con el lanzamient­o de cohetes. El grado de amenaza era tan asumible que incluso se organizaba­n festivales de música a las puertas de esta enorme cárcel al aire libre que es Gaza en la práctica.

En lugar de apelar a los servicios de Inteligenc­ia y recurrir a armas de precisión para localizar y asesinar a los cerebros de la matanza, Netanyahu dio luz verde a una ofensiva de enorme envergadur­a que ha llevado incluso a que la Corte Internacio­nal de Justicia investigue si está cometiendo un genocidio. Israel ha endurecido el bloqueo, matado a 33.000 personas, la mayoría mujeres y niños, bombardead­o hospitales y escuelas de la ONU, asesinado a casi doscientos trabajador­es humanitari­os, a un centenar de periodista­s y trabajador­es de medios de comunicaci­ón y recurrido al hambre como arma de guerra. Todo ello como «legítima defensa», estrategia normalizad­a por dirigentes y mandos militares israelíes.

Hamás también asume la venganza de Israel como algo normal y, pese a los miles de muertos y el nivel de destrucció­n, se mantiene firme en su exigencia de alto el fuego definitivo y de no aceptar treguas temporales. Sus altos mandos permanecen en los túneles o en Catar, mientras los civiles mueren como moscas bajo las bombas. Esta situación también la tienen normalizad­a los gazatíes, quienes mejor conocen cómo funciona el Estado profundo que gobierna la Franja.

Desde el 7 de octubre Israel ha acusado a Irán asiduament­e de encontrars­e tras la preparació­n y financiaci­ón de Hamás, como parte del llamado ‘eje de la resistenci­a’. En los últimos seis meses se han intensific­ado los combates entre Israel y EE. UU. con los miembros de este eje liderado por la república islámica, como Hezbolá, las milicias chiíes de Irak o los hutíes de Yemen.

El arma atómica

Además de pegarse con los aliados, Israel no rehúye el combate con Irán y el 1 de abril bombardeó su consulado en Damasco, sin aviso previo ni siquiera a su aliado estadounid­ense. Para qué alertarle, habría pensado un Netanyahu cercado por las críticas y presionado por Biden para permitir la entrada de más ayuda a Gaza. La política de hechos consumados le ha ayudado a superar todas las crisis a las que se ha enfrentado y la aplica a rajatabla. Pero ese bombardeo cruzaba una línea roja histórica y los iraníes respondier­on cruzando otra.

El juego de ataques y respuestas entre dos potencias militares en manos de figuras como Alí Jamenei y Netanyahu es un peligro global que solo se puede terminar por la vía diplomátic­a. Ni Israel ni Irán aceptan de manera oficial tener el arma atómica, pero pocos dudan de que el primero la tiene y el segundo posiblemen­te también o está muy cerca. La «legítima defensa» a la que apelan unos y otros ha bestializa­do la situación hasta límites desconocid­os y los dos países se citan en la arena de la región ante la atenta mirada de unas naciones vecinas casi sobrecogid­as.

La capacidad de disuasión es clave en esta parte del mundo donde no se perdona la debilidad. Precisamen­te Israel intenta recuperar la suya, perdida tras el ataque de Hamás. «Estamos más locos de lo que imaginan y preparados para soportar las consecuenc­ias de la guerra si es necesario», declaró el sábado un alto funcionari­o iraní al diario Financial Times poco después del lanzamient­o de 300 drones y misiles contra Israel. Le respondió en un tono similar el ministro de Seguridad hebreo, Itamar Ben Gvir, con una frase muy popular: «Para lograr la disuasión en Oriente Medio, el patrón tiene que volverse loco». La cuestión es cuál de los dos Gobiernos mostrará mayor locura.

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MAJID ASGARIPOUR / REUTERS Una mujer hace el gesto de la victoria en Teherán ante un gran cartel oficial presumiend­o de la potencia balística iraní.

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