El juicio contra Trump arranca en Nueva York, blindado y colapsado por la expectación
El magnate se enfrenta al primer proceso penal contra un expresidente de Estados Unidos, por los pagos a la actriz porno Stormy Daniels por su silencio
NUEVA YORK. «Buenos días, señor Trump», le saludó el juez Juan Merchan al entrar en la sala 1530 de los juzgados del condado neoyorquino. Pese a los muchos insultos y acusaciones que el expresidente Donald Trump ha vertido sobre el jurista de origen colombiano que presidirá el primer juicio penal de su vida, Merchan está decidido a mantener las formas y defender su imagen de hombre justo.
En su primer día en el juzgado, Trump aseguró vivir una «persecución política», de la que culpó directamente a la Administración de Biden.
Esta vista oral inédita contra un expresidente de EE. UU. tenía que haber empezado a las 9.30, cita a la que el magnate había llegado puntualmente entre grandes medidas de seguridad. Aunque el Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) no concretó su operativo, el operativo, según distintos medios locales combinaba personal adicional, zonas congeladas estratégicamente, despliegues de alta tecnología e inteligencia, que incluye el monitoreo de redes sociales para localizar desde amenazas de un lobo solitario hasta protestas o disturbios políticos.
La Policía supervisará la seguridad del tribunal desde un centro de comando móvil, a poca distancia del lugar donde estarán estacionados los altos funcionarios del cuerpo para gestionar el despliegue. Lo hará en coordinación con el Centro de Operaciones Conjuntas, un enorme centro de inteligencia donde la Policía puede acceder a más de 50.000 cámaras en la ciudad.
Ese proceso incluyó cerrar a hora punta la carretera de circunvalación que rodea la isla de Manhattan para que pudiera discurrir por ella la comitiva del expresidente, custodiada por el Servicio Secreto. Eso provocó un atasco monumental con el que los neoyorquinos tendrán que convivir diariamente durante las próximas seis u ocho semanas que a priori se alargará la vista.
Trump había pasado la noche en su ático de la Torre Trump en la Quinta Avenida, de donde partió la caravana de coches con cristales ahumados que desembarcó directamente en el garaje de los juzgados. No debió dormir demasiado bien, porque la media docena de periodistas que le observaban en la sala le vio dar alguna cabezada durante el periodo de mociones, que duró hasta el almuerzo. Al respecto el magistrado se quejó de la «inundación» de mociones con que los abogados de Trump intentaron enfangar el proceso, hasta el punto de considerarlas «frívolas o muy próximas a la frivolidad».
Candidatos al jurado
Más de 500 ciudadanos estadounidenses residentes en Manhattan, elegidos al azar como posibles jurados por la dirección en su carnet de conducir, esperaban pacientemente que se dirimieran asuntos como si Trump podrá esquivar el tribunal el 17 de mayo para acudir a la graduación de su hijo Barron, de 18 años, o si se podrá poner en la sala el vídeo en el que, dos semanas antes de las elecciones de 2016, el magnate presumía de tocarle los genitales a las mujeres cuando le daba la gana, privilegios de ser rico y famoso. El juez no lo permitirá, aunque consentirá que se lean sus palabras evitando detalles «salaces y prejuiciosos».
A Trump se le juzga por fraude contable, al haber escondido en los libros el pago de 130.000 dólares a la actriz porno Stormy Daniels, que dice haber tenido un romance con él cuando su esposa Melania dio a luz a su hijo. Pagar a alguien para comprar su silencio no es delito, pero sí esconderlo, al menos para un candidato presidencial que diez días antes de las elecciones de 2016 intentaba evitar el escándalo.
Si solo hubiera sido un ciudadano de a pie, probablemente se enfrentaría solo a 34 faltas leves, pero al haberlo falsificado como honorarios de abogados para ocultar un delito electoral –al considerarse un gasto de campaña–, el fiscal Alvin Bragg los ha elevado a delitos graves, que entrañan hasta cuatro años de prisión cada uno. De ser declarado culpable por el jurado popular, el juez Marchan resolverá finalmente su condena. O sea, el hombre de origen colombiano al que ha pedido que se retire por haber dado una entrevista a Associated Press pero sin hablar del caso.
Amenaza de bomba
A petición del fiscal, Marchan ha impuesto al magnate una orden mordaza. Precisamente ayer la
Policía de Nueva York tuvo que intervenir en casa del fiscal más odiado entre las filas del movimiento MAGA (‘Make America Great Again’) al producirse una amenaza de bomba, según la cadena CNN. Hace dos semanas se recibió también en su oficina un sobre con polvo blanco y una amenaza: ‘Voy a matarte’. Es una de las razones por las que el juez está decidido a proteger la identidad de los testigos, cuyos nombres no se publicarán, aunque los sabrán la defensa y la Fiscalía.
Los abogados de Trump, expertos en ralentizar los procesos judiciales, usaron las mociones para retrasar el comienzo del juicio. El primer grupo de candidatos potenciales prestó juramento a las 14.30, momento histórico en el que oficialmente empezaba el primer juicio penal contra un expresidente de EE. UU.
Para eso se había pasado la noche en autobús Nadine Seiler, una organizadora de interiores de Maryland que quería darse el gustazo de ver al polémico magnate sentarse en el banquillo. «¡Quiero que lo condenen por algo, lo que sea, con tal de que esté basado en hechos!», espetaba. «Y que nos lo quiten de en medio de una vez». Había sido la primera en llegar al parque Lafayette, donde las protestas a favor y en contra del expresidente eran claramente más pequeñas que cuando fue imputado hace un año.