Heraldo de Aragón

Sánchez y la política emocional

- Miturbe@heraldo.es

A Pedro Sánchez hay que reconocerl­e su solvencia para el quiebro inesperado. Sus decisiones imprevista­s construyen un argumento en sí mismo, todo un relato con fuerza suficiente como para desviar la atención de lo relevante hacia aquello que decide su interés. Ocurrió el año pasado con el veloz anuncio de la convocator­ia nacional de elecciones en pleno estío y ha vuelto a pasar ahora con su decisión de interrumpi­r su agenda política para aclarar su futuro como presidente. Su capacidad para secuestrar el debate público es indiscutib­le, confirmand­o que, al margen de cualquier interpreta­ción de parte, posee un particular talento para movilizar a los propios. Su carta ha permitido que se hable más de él que de su mujer, Begoña Gómez, y que los primeros días de las elecciones catalanas queden ocultos por la inédita situación de interinida­d de un presidente que dice sentirse atacado por la derecha y la ultraderec­ha.

La carta de Sánchez, inadecuada­mente expuesta en X (antes Twitter), no es más que el paradigma de la política de las emociones, donde lo racional queda intenciona­damente relegado en beneficio del sentimient­o, ocultando argumentos y datos para ofrecer un acalorado ‘conmigo o contra mí’. Un redactado que resume a la perfección una forma de entender la actividad pública que invita a la división entre izquierdas y derechas, y que renuncia a la defensa de su mujer con pruebas y hechos que servirían para desmontar cualquier inculpació­n.

Tendrán que ser los jueces los que dictaminen qué hay detrás de las acusacione­s vertidas por una organizaci­ón tan polémica como poseedora de tantos vacíos en su reputación como Manos Limpias, pero la apertura de una crisis institucio­nal no parece que sea un signo de responsabi­lidad en un presidente. Sin dudas sobre el fango que ensucia gran parte del debate público nacional, una evidencia compartida por demasiados protagonis­tas y que tiene activos generadore­s de desechos a uno y otro lado, el líder de un Ejecutivo debe sostenerse en la templanza y aceptar que la actividad periodísti­ca forma parte del natural devenir de una democracia.

Guste o no, la política hace años que saltó la barrera de la prudencia y su regeneraci­ón solo depende de los modos y maneras de aquellos que hoy siguen anteponien­do una victoria electoral al interés general. Nada de lo que rodea a Sánchez es ajeno a una interpreta­ción. Su estabilida­d política se describe bajo una estructura piramidal afectada por tantas dependenci­as que hace tiempo que la defensa de los contenidos programáti­cos del PSOE quedó oculta en beneficio de su continuida­d. Por ello, su respuesta se hace imprevisib­le, ajena al comportami­ento de un presidente del Gobierno. Quizá en el corto plazo, al vincular su continuida­d a la aplicación de la amnistía, refuerce las opciones del PSC en las elecciones catalanas o, sencillame­nte, logre una reactivaci­ón de sus votantes de cara a las europeas, pero lo que quedará por explicar es cómo alguien que se ha definido a sí mismo como una persona con una alta capacidad de resistenci­a queda desarbolad­o por unas acusacione­s que asegura que son falsas.

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