Heraldo de Aragón

El plebiscito sentimenta­l

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Querido Pedro o don Pedro, enamorado. Soy votante socialista desde hace más de 40 años. Por tanto sé bien que cuando convoca este plebiscito sentimenta­l no busca mi apoyo, que ya lo tenía. Más o menos, como le ha recordado el señor Rufián y el propio Pere Aragonès, ya atesoraba los apoyos para ser presidente hasta de incómodos compañeros de cama. Y lo era. Otra cosa, como le han recordado varias veces mi paisano Javier Lambán y con él su antigua lugartenie­nte Maite Pérez, o García Page, es cómo lo ha hecho. Usted es especial. Un estratega. Un personaje literario y un caballero de fortuna, de eso no tengo duda.

Tiene recursos incontable­s e inesperado­s: es como un Houdini de la política, siempre regresa, renace y asombra. Está preso o aherrojado en el fondo del mar, pues nada, emerge en la corriente. Tiene ese don: a veces parece un personaje de Shakespear­e, complejo, arrebatado por el tormento y por la voluntad de ser. Y es, a la par, Hamlet y Macbeth. Ahora parece haberse un Rey

Lear a la intemperie. La cuestión es: ¿qué le he llevado a tomar esta decisión tan ardorosa como juvenil? ¿Se sentía estrangula­do por el sistema, por sus adversario­s, a los que ha toreado sin demasiados escrúpulos como ha hecho con los votantes a los que ha traicionad­o o mentido? Bueno, usted no miente: no dice toda la verdad e improvisa con brillantez y desconcier­to, aunque deje un reguero de cadáveres, malheridos y suspicaces a su paso.

Me pareció conmovedor cómo lo retrató el otro día en ‘La Vanguardia’ Iván Redondo: ese amor de quien usted mancilló y orilló ese más que síndrome de Estocolmo. Y esos besos de tornillo con Begoña me han hecho mucho bien: siento envidia y conmoción. No haga caso alguno a Manos Limpias, que como demuestra su historia son más bien Manos

Sucias. Su gran pasión está a buen recaudo. Lo que es más difícil es entender ante esa minucia, que forma parte del juego, qué le incomoda de manera tan desabrida. Qué importa lo que diga quién carece de crédito. La duda que tengo es por qué hace todo eso: ¿es tan vulnerable el hombre que se ha atrevido a todo y se estremece por un poco de ruido? ¿Aspira a ser un prócer venerado en olor de multitudes? Sea cual sea su decisión, al día siguiente quizá deba encerrarse en su despacho y escribir, de su puño y letra, quién es usted y por qué siempre se afana en ser un incomprend­ido. Logra que la realidad ofrezca tres vueltas de tuerca más. Nunca pierde la ocasión de ser el protagonis­ta absoluto. Esta vez hay ido más allá de la democracia limpia: nos pide amor incondicio­nal. ¡No se agote!

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