Una dimisión y dos cuestiones de confianza
Sánchez puede ser el segundo presidente en renunciar, igual que Suárez, y el tercero en ir a una cuestión de confianza, como el líder centrista y González
La Constitución, en su artículo 112, prevé la posibilidad de que el presidente del Gobierno pueda plantear ante el Congreso de los Diputados una cuestión de confianza sobre su programa o sobre una declaración de política general. Un artículo después, en el 113, estipula los mecanismos de una moción de censura, y en el 114 describe el camino que debe seguirse si la Cámara no da su confianza al jefe del Ejecutivo o si la moción de censura triunfa. También contempla en el 99 el papel del Rey en la propuesta de un nuevo candidato cuando el presidente renuncia y en el 101 muestra la senda para la celebración de unas nuevas elecciones tras el cese del Gobierno.
Pero no hay artículo de la Constitución, ni precedentes históricos en la democracia española, que contemplara una situación como la que forzó Pedro Sánchez el miércoles de la semana pasada: un presidente que libera su agenda pública durante cinco días para «parar y reflexionar» y que anuncia, en una «carta a la ciudadanía» difundida en una red social, que está pensando dimitir por los «ataques sin precedentes» que está sufriendo su esposa.
Si mañana Sánchez anuncia su dimisión, entonces será el segundo presidente del Gobierno que abandona el cargo de esta manera. El primero fue Adolfo Suárez, que lo hizo el 29 de enero de 1981, en el inicio de un tiempo convulso en la vida pública española que tuvo su apogeo apenas cuatro semanas después, el 23 de febrero, con el intento de golpe de Estado durante la votación para la investidura del sucesor de Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo.
Una posible dimisión de Sánchez guardaría cierto paralelismo con la de Suárez. En una época sin redes sociales, el presidente centrista realizó su anuncio en un medio de comunicación, en este caso, a través de un mensaje en la televisión de diez minutos de duración, y apeló a la población directamente («tengo la responsabilidad de explicarles desde la confianza y la legitimidad con la que me invistieron como presidente constitucional las razones por las que presento irrevocablemente mi dimisión como presidente del Gobierno»), al igual que Sánchez ha recurrido ahora «a la ciudadanía».
Las cuestiones de confianza Pero si en estos días de reflexión Sánchez concluye que debe someterse a una cuestión de confianza, otra de las salidas que tiene encima de la mesa, entonces será el tercer presidente del Gobierno que acuda a este instrumento político. Antes lo hicieron también Suárez y Felipe González, y ambos fueron avalados por el Congreso y continuaron en la presidencia.
Suárez presentó una cuestión de confianza el 16 de septiembre de 1980 con el objetivo de lograr el apoyo del Congreso para poner en marcha un programa de austeridad económica y desarrollar el Estado de las autonomías. Sin que su partido, UCD, tuviera la mayoría absoluta, consiguió el respaldo de los parlamentarios con 168 votos a favor, 164 en contra, dos abstenciones y cuatro ausencias.
Una década después, el 5 de abril de 1990, Felipe González apeló a este mecanismo para pedir una «especial política de diálogo» que permitiera llevar a cabo una economía competitiva en el marco de la Unión Europea, impulsar la política exterior y progresar en el capítulo de las autonomías. En este caso, el PSOE hizo valer su mayoría absoluta para sacarla adelante frente a los votos en contra del PP, de IU y de los nacionalistas.