Adiós a Francisco Rico, un caballero de las letras entregado al estudio del Quijote
El filólogo y académico falleció a los 82 años tras una vida dedicada a la literatura del Siglo de Oro Ha influido e influye en varias generaciones de estudiosos
BARCELONA/ZARAGOZA. Francisco Rico Manrique, miembro de la Real Academia Española (RAE) y catedrático de Literaturas Hispánicas Medievales en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), falleció ayer en la capital condal cuando estaba a punto de cumplir los 82 años. Rico estaba considerado uno de los más brillantes investigadores de los clásicos españoles, tras dedicar toda su vida al Quijote y a la literatura del Siglo de Oro.
Nació en Barcelona el 28 de abril de 1942. Tras cursar sus primeros estudios, en 1964 se licenció en Filología Románica y, dos años después, se doctoró en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona. Catedrático de Literaturas Hispánicas Medievales de la Autónoma de Barcelona desde 1972, entre 1986 y 1986 fue director del Centro de las Letras Españolas, una institución dependiente del Ministerio de Cultura.
En marzo de ese mismo año fue elegido miembro de la Real Academia Española. El 4 de junio de 1987 tomó posesión como titular del sillón ‘p’ minúscula, con un el discurso que abordó el tema de ‘Lázaro de Tormes y el lugar de la novela’, al que respondió en nombre de la RAE el aragonés Fernando Lázaro Carreter.
Desde 1991 dirigía la colección Biblioteca Clásica de la Real Academia Española, destinada a la difusión de los autores clásicos en lengua castellana, que incluye entre sus 111 títulos las obras completas de Miguel de Cervantes.
Francisco Rico se ocupó de la edición revisada más completa del Quijote (1998), patrocinada por el Instituto Cervantes, que fue distinguida con el Premio Internacional Menéndez Pelayo.
Una obra influyente
Entre sus libros más importantes se encuentran ‘La novela picaresca española’ (1966), ‘La novela picaresca y el punto de vista’ (1970), ‘Alfonso el Sabio y la General Estoria’ (1972), ‘Vida y obra de Petrarca’ (1974), ‘Lectura del Secretum’ (1974), ‘Signos e indicios en la portada de Ripoll’ (1976), ‘Nebrija contra los bárbaros’ (1978), ‘Primera cuarentena’ (1982), ‘Tratado general de Literatura’ (1982), ‘Historia crítica de la literatura española’ (1980), ‘Breve biblioteca de autores españoles’ (1990), ‘El sueño del humanismo’ (1993), ‘Mil años de poesía española’ (1996) y ‘Los discursos del gusto. Notas sobre clásicos y contemporáneos’ (2003). Rico presidió la Asociación Hispánica de Literatura Medieval desde 1985 y también fue miembro de la Academia Nazionale dei Lincei, The British Academy y la Academia Literaria Renacentista.
Recibió varios galardones y distinciones, entre ellos el Premio Ciudad de Barcelona (1970), el Petrarca del Ministerio della Publica Instruzione de Italia, el
Premio Cambio 16, el Internacional Menéndez Pelayo (1998) o el Premio Provincia de Valladolid a la Trayectoria Literaria (1999). También fue distinguido con el título de ‘Caballero andante’ de la Asociación Cultural Ciudad Real Quijote en 1999. En el año 2003 su trayectoria fue reconocida por la Sociedad de Estudios Latinos y en 2015 el Gobierno le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
Su gran amigo, el escritor Javier Marías (fallecido en Madrid el 11 de septiembre de 2022) lo convirtió en personaje literario en varias de sus novelas.
En abril de 2014 intervino en las sesiones de ‘Cómicos de la lengua’ con un comentario académico sobre el Quijote, representación que se repitió el 6 de julio, en el Festival de Teatro Clásico de Almagro, el 9 de febrero de 2015 en el Teatro de La Abadía y el 12 de febrero de 2016 en el Teatro Calderón de Valladolid.
Francisco Rico estaba casado con la filósofa y exsenadora socialista Victoria Camps, con quien tenía tres hijos.
La noticia de su fallecimiento llenó de luto el ámbito de la filología española.
José Carlos Mainer, catedrático emérito de la Universidad de Zaragoza, aseguraba que «Paco significa el punto mejor de la Filología española y de los estudios literarios españoles. Pero es mucho más. Había leído todo lo que uno se pueda imaginar y en Italia lo tienen como un profundo conocedor de la obra de Petrarca. Como persona era ingenioso, inteligente. Para mí ha sido y es una parte importantísima de mi vocación, de mi trabajo y de mis amistades».
El catedrático Alberto Montaner, por su parte, destacaba que «ha sido uno de los filólogos más importantes de su generación y también de toda la historia de España. Aunaba un altísimo nivel intelectual con algo que no es muy habitual en la profesión y es su comparecencia en la escena pública. Me recuerda un poco a lo que en su tiempo fue Ramón Menéndez Pidal. Ha sido, y es, maestro directo e indirecto para todos los filólogos e historiadores de la literatura española desde los años 70 a hoy».