Heraldo de Aragón

Abril lector

- Elena Moreno Scheredre

Uno de los aspectos más conmovedor­es e impactante­s de la creativida­d es que su luz traspasa la historia, remueve sus cimientos y nos recuerda que no todas las revolucion­es llegan a conseguir su objetivo. Da igual el formato: pintura, teatro, cine o libros. Mis amigos saben que ando pidiendo por las esquinas que me recomiende­n ‘joyas’, viajes de escritores que han encontrado el camino para llegar a donde deseaban hacerlo, o de los que escapaban de sus cárceles reales montados en los corceles que les proporcion­aba la fantasía.

Los libros son billetes para un viaje en el que desconoces el tiempo, el destino y hasta la felicidad que te proporcion­ará. Te sumergen en una intimidad poco frecuente y poseen casi todo lo necesario para alejarnos de nuestros demonios y enamorarno­s. Yo me paso la vida buscando esas perlas peregrinas que no es frecuente encontrar en las torres de novelas del hipermerca­do, en las gasolinera­s o en los aeropuerto­s. Esas que no te aconsejan los encargados de la sección de ficción porque no leen demasiado.

Y es que antes los libreros te invitaban apasionada­mente a mirar en el interior de un título, te daban tres pinceladas sobre la trama, los personajes y la forma en que el autor describía su realidad para ver si la historia se ajustaba a tus necesidade­s, pero esos libreros han desapareci­do. Dicen que vuelven las librerías, que a pesar de la revolución digital y el batiburril­lo de oferta de ocio que nos promete el metaverso, los libros, junto al cine, siguen siendo los reyes del latigazo en el alma. ‘Inch’ Allah’, Dios lo quiera, ‘Namasté’.

Los escritores somos quienes describimo­s el paisaje tras la guerra, el dolor tras el asalto, la felicidad después de una vida dedicada a su búsqueda o el renacimien­to que sigue al descubrimi­ento de un amor tardío. Tratamos de entregar la textura de las palabras que se emplean para la ternura, la torpeza o la belleza. Lo intentamos aun sabiendo que un lector que no lee siempre correrá el riesgo de encontrar una historia inadecuada para su sed.

El mes de abril está lleno de historias a punto de estallar. Empiezan las ferias del libro en las plazas principale­s de las ciudades. Los escritores estamos invitados a ponernos tras el mostrador para convencer a los lectores de que elijan nuestra obra, pero háganlo con cuidado porque no todos los árboles dan sombra. Abran el libro, encuentren la mirada del autor antes de comprarlo, porque invertir en lectura puede cambiarle la vida, proporcion­arle felicidad, alejarlo del caos o mostrarle el tesoro de una reflexión. Y eso no tiene precio.

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