Heraldo de Aragón

Los lobos de La Bigornia

- Aragón de leyenda por Alberto Serrano Dolader

Acercarse a Bijuesca, en la Comunidad de Calatayud, nunca defrauda. En el casco urbano la parroquia de San Miguel presenta un aspecto sólido, en el que predomina la obra del XVII, que se levantó sobre un templo románico del que quedan restos. En un altozano se exhibe un estratégic­o castillo, que conoció en el siglo XIV una época de grandes transforma­ciones. En el recinto más exterior de esta fortaleza se emplaza la ermita de la Virgen del Castillo, de factura bajomediev­al y posterior, con singular torre defensiva que culmina en un curioso chapitel piramidal pétreo.

La titular de la ermita propicia las lluvias benefactor­as. Se cita el ejemplo de lo ocurrido el 12 de mayo de 1837: para acabar con una sequía terca y tras rogar y encender velas sin resultado a los santos predilecto­s de la comarca, se consiguier­on todos los permisos para sacarla en procesión, terminada la cual comenzó a llover torrencial­mente; por prodigio paró el agua para permitir que quienes habían llegado desde pueblos de la zona regresaran a sus casas, y solo se reanudó el aguacero cuando ya estuvieron acomodados bajo techo.

Protege también, eso se dice, contra los rayos, que nunca hieren en la redolada. Bien es cierto que uno que cayó en el templo «inflamó el retablo» principal, pero se afirma que fue un rayo consentido por la Virgen «para dar testimonio de su poder», pues nada le ocurrió a la talla de María, ni a sus vestidos ni a otras esculturas principale­s.

Sigo, porque también es salvaguard­a contra los lobos. A mediados del XIX un tal Manuel Gil Mercado se empeñó en regresar desde Almazán a su casa de Bijuesca marchando en plena noche, cruzando campo a través la sierra de La Bigornia. A tres kilómetros de Renzos, camino de Berdejo, «una gran manada de dichas fieras rodea la caballería que cabalgaba y al perro que le acompañaba (…) y las terribles bestias le desgarraro­n la capa, y llegaron hasta a romperle los lazos de sus calzados». El jinete, temiendo por su vida, invocó a la Virgen del Castillo y «sin saber cómo, se vio libre de estos terribles animales, que abrieronle paso para poder continuar su marcha». Más aun, pues parece que la manada, lejos de ’encorrerle’ lo custodió mansa y pacífica desde aquel punto hasta su hogar.

Todo lo que cuento lo contaron en 1946 Victorino Jiménez y Jaime Miñana, curas muy devotos. Lo que ocurrió en el santuario con una campana voladora y con el albañil que casi se estozola lo dejo para otro domingo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain