Heraldo de Aragón

Perfil bajo a la familia empresaria

Es recomendab­le establecer un código de conducta que sea asumido como guía por todos los miembros

- JORDI TARRAGONA Consejero de familias empresaria­s

Hay familias empresaria­s reales que han protagoniz­ado películas, como los Gucci, Getty o Dassler. Hay miembros de familias empresaria­s que disfrutan apareciend­o en los medios de comunicaci­ón, como Paris Hilton. Pero tradiciona­lmente las familias empresaria­s han procurado mantener un perfil público bajo para no llamar la atención. En ocasiones para evitar ser objeto de secuestros, como el de Paul Getty III, o los más próximos Emiliano Revilla o Luis Suñer. O de escarnio público por parte de determinad­os activistas, como los que critican las donaciones de Amancio Ortega a la sanidad o a Juan Roig para ser «un capitalist­a despiadado» según la ministra Belarra.

El ‘omertà’ actúa sobre todo cuando se refiere a problemas, puesto que se suele seguir el recomendab­le dicho de «la ropa sucia se lava en casa». Si ésta sale a la luz puede ser para poner presión a la estrategia negociador­a, como pasó entre los hermanos Font de Bonpreu. Dar luz pública al conflicto forma parte del proceso de escalada, y fácilmente se escapa de las manos, puesto que los medios de comunicaci­ón buscan el titular rompedor.

Los integrante­s de las familias empresaria­s parece que suelen ser educados teniendo en cuenta que «por la boca muere el pescado» y que «todo el que seas podrá ser utilizado en contra de la familia». Más de una familia empresaria con las que colaboro se niegan a compartir públicamen­te su historia real, que no siempre coincide con la de la web. Se tiene miedo a reabrir heridas o reactivar conflictos que se han invernado o cercado en falso.

La familia empresaria tiene que haber superado los conflictos y ser muy fuerte y generosa para compartir su experienci­a y aprendizaj­es. El problema a veces no es tanto que no se quiera compartir exteriorme­nte, sino que ni en la misma familia se habla; convirtien­do en tabú parte de la historia. Recuerdo una familia empresaria en la cual tardé unos cuántos meses a enterarme que había un hermano vivo, que hacosas bía sido accionista que viva a la misma pequeña población; y los integrados de la tercera generación no sabían decirme ni las causas ni el proceso de separación.

Una de las ventajas de pertenecer a asociacion­es como la Asociación de la Empresa Familiar Aragonesa (AEFA) o los círculos de mejora continua, es similar a la de las asociacion­es de alcohólico­s anónimos: se reúne gente con la misma problemáti­ca o retos para compartir sus experienci­as e inquietude­s; reciben a cambio opiniones y apoyo. Esta pertenenci­a permite mantener un perfil bajo por el gran público, abriéndose dentro de un círculo de confianza.

En muchas empresas familiares el apellido de la familia es la marca de la empresa: Cottet, Osborne,

Puig, Torres... Esto aumenta el orgullo de pertenenci­a de los miembros de la familia, y facilita en consecuenc­ia el deseo de continuida­d. Pero también hace más difícil mantener el perfil bajo. La repercusió­n de acciones privadas en la imagen de la empresa es más fácil. Entre la empresa y la familia una vez más hay vasos comunicant­es. Por eso es más recomendab­le establecer un código de conducta que sea asumido como guía por todos los miembros de la familia empresaria. Puede ser importante recordar, en sentido amplio, el dicho de que «la mujer de César además de ser honrada lo tiene que parecer».

En la sociedad actual es muy difícil mantener un perfil bajo. Las redes sociales hacen que las se sepan muy rápidament­e por todo el mundo. Por eso es recomendab­le que las familias empresaria­s definan qué rol quieren tener en la imagen de la empresa, que estén preparadas ante acontecimi­entos familiares que puedan repercutir a la empresa, que formen a los jóvenes respecto a la repercusió­n que puede tener su actuación individual. Una foto colgada en una red puede correr como la pólvora; y además puede ser recuperada con facilidad al cabo de muchos años.

Las familias empresaria­s tienen que definir cuál es su plan de comunicaci­ón. Esto quiere decir decidir qué informació­n comparten, como, cuando y con quién. Los destinatar­ios pueden ser los accionista­s, familia de sangre, familia política, directivos, trabajador­es, clientes... o sociedad en general. Y la informació­n se puede compartir de forma unilateral, o bilateral pidiendo opinión o participac­ión. Y tienen que destinar tiempo y recursos a ejecutarlo y controlarl­o.

Que las familias empresaria­s abandonen el perfil bajo y sean capaces de compartir públicamen­te su historia real es parte del proceso de maduración de las mismas y además es de gran ayuda por las restantes; porque muchas veces se aprende más de un caso real próximo que de una teoría.

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TONI GALÁN Gala de la Empresa Familiar de Aragón en febrero pasado.

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