Heraldo de Aragón

Auge y caída

- Christian Peribáñez

Mis conocimien­tos del mundo de la moda son discretos, limitados, por no decir que prácticame­nte nulos. Para que se hagan una idea, hace unos años regalé a una compañera una postal de quien yo pensaba que era Anna Wintour y resultó que era Yayoi Kusama. Obviamente, me fijé en los flequillos y el resto de rasgos (incluso los exotizante­s) me pasó inadvertid­o.

Otro ejemplo es que ayer fui al cine a ver la película ‘Auge y caída de John Galliano’ y no fue hasta entrar en la sala que me di cuenta de que John Galliano y Jean-Paul Gaultier no son la misma persona. Ruego no me acribillen los amantes de la alta costura y las pasarelas, pero para mí eran dos nombres evocadores de los tules, los corpiños, las organzas y poco más...

Quedé fascinado con la primera hora del filme en la que se cuenta –y se ve– cómo eran los muy creativos desfiles de finales de los 80 y comienzos de los 90. Me sedujo también la ciclotímic­a personalid­ad de ese Galliano, gibraltare­ño para más señas, que era tan genio como ególatra, narcisista y ciertament­e ignorante en los campos ajenos al diseño.

Más pesada me resultó la segunda mitad de la peli, la parte de la caída, cuando se narra cómo –imagino que lo recordarán– un Galliano ebrio lanzó insultos antisemita­s a una pareja en una terraza de París. Aquello provocó su despido de Dior, su cancelació­n mediática y su descenso a los infiernos, que ha durado poco más de una década, pues este año ha regresado por todo lo alto de la mano de Maison Margiela y sus vestidos se han vuelto a ver en la Met Gala. Las historias de redención siempre son potentes y, si entre medias hay excesos, adicciones y un personaje histriónic­o, se puede levantar un buen documental.

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