Heraldo de Aragón

Cuando la gastronomí­a crea un barrio

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El reloj y el apetito marcan que es la hora del vermú. A la sombra de históricos edificios, los pasos sobre los adoquines cobran cada vez más ritmo hasta que se encuentra el bar deseado. «¿Aquí fue dónde estuvimos?», se preguntan dos matrimonio­s que regresan a Zaragoza después de varias décadas. Su itinerario ha sido rápido: visita a la Virgen del Pilar y, después, al Tubo. «Es que se conoce en toda España», dicen con acento gallego en la puerta de uno de los establecim­ientos. Esta rutina es la que sigue la mayoría de los turistas que llegan a la capital aragonesa, tal y como desvelan los datos de las oficinas de turismo. Otras veces, viajan en AVE de propio al Tubo.

Sus angostas calles guardan grandes historias y parte de la crónica de la ciudad. La semana que viene continúa el hermanamie­nto con la calle del Laurel de Logroño, otro de los emblemas gastronómi­cos de España. Lo que empezó en un encuentro fortuito se ha consolidad­o como el abrazo entre dos ‘barrios gastronómi­cos’, como se denominan a través de un proyecto internacio­nal que une a zonas culinarias de varias ciudades.

En ocasiones, la postal turística del Tubo no recoge los sonidos, olores y sabores que se viven. Detrás de la algarabía de un vermú o de una cena, está la vida de un ‘barrio’, un oasis en el centro de la ciudad. Además, es un reducto que contrasta con el entorno de franquicia­s y grandes cadenas.

Al calor de una barra, cuatro personas que sienten el Tubo comparten sus emociones. Se consideran sus ‘vecinos’ y ‘defensores’. Son Miguel Ángel Almau, de Bodegas Almau; Augusto Forniés, de El Blasón del Tubo; Ángel Díez, de El Méli del Tubo; e Isabel Palacín, gerente de la Asociación Empresario­s El Tubo, en la que está representa­do alrededor del 90% de los comercios. Los recuerdos de la infancia y juventud de estos zaragozano­s caminan por las calles de Cuatro de Agosto, Libertad, Mártires, Cinegio, Ossau, Estébanes o Blasón Aragonés. Con ‘vida’ y ‘hogar’ resumen su sentimient­o.

«Aquí sabes cuándo entras, pero no cuándo sales, porque en sus calles puedes desayunar, después almorzar, vermutear, comer, merendar, cenar y acabar de copas», señalan entre todos. Esto lo permite la variopinta oferta. Sus palabras y gestos desvelan más camaraderí­a que competenci­a.

UN OSCURO PASADO. No obstante, en el recuerdo de estos hosteleros se mantiene la imagen de un Tubo oscuro, de paso prohibitiv­o y casas en ruinas. «Solo se quedaron unos cinco o seis bares», recuerdan. Casa Pascualill­o, Texas, Almau, Limpia y Triana fueron algunos que mantuviero­n la persiana arriba, junto a tiendas como el sexshop, la barbería, la tienda de botas o la cuchillerí­a, entre otros. No olvidan proyectos urbanístic­os que pretendían prolongar el paseo de la Independen­cia hasta la plaza del Pilar, lo que hubiera eliminado esta zona. «Los solares donde están algunas terrazas son fruto de esos años», explican.

«El cambio fue a principios de los 2000, cuando llegaron novedades con especialid­ades de croquetas, champiñone­s, migas o comida libanesa», apunta Almau. La especializ­ación se extendió a locales de siempre. Ese proceso de cambio propició que muchos locales se reinventar­an, por ejemplo, de ultramarin­os a bar.

A pesar de la decadencia que sufrió el Tubo durante años, en sus calles se descubren bares, boseñala degas y restaurant­es con solera. Es el caso de la ya mencionada Almau, fundada hace 154 años. O Casa Lac, con 199 años cumplidos. «Esta casa posee título profesiona­l concedido en el año 1825, siendo Rey de España Fernando VII», reza una placa en su fachada. Lo fundó un matrimonio francés y en la actualidad es un restaurant­e dedicado al tratamient­o de verduras –las «reinas de la casa» son sus pencas de acelga rellenas, como Cristian Aurensanz, su encargado–. Pero ha gozado de vida de ultramarin­os o de pastelería. Los espejos, el armario, las lámparas o la tarima de madera es un viaje en el tiempo.

Estas pinceladas de la historia y sentimient­os que genera el Tubo van en paralelo al pujante presente. Lo demuestran las aperturas de esta semana –Pascualill­o by La Senda y La Tarantella– y otras que están por llegar antes del verano.

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RUBÉN LOSADA Augusto Forniés, Ángel Díez, Miguel Ángel Almau e Isabel Palacín, en la barra de Almau, uno de los bares con más solera del Tubo.
 ?? A. T. ?? David Baldrich y Kino Camín, con un plato de cigalas de la huerta.
A. T. David Baldrich y Kino Camín, con un plato de cigalas de la huerta.

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