Heraldo de Aragón

Mis eurovision­es

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Se celebró por primera vez en 1956, como un eslabón de unión cultural en la Europa de la Guerra Fría. Solo siete países participan­tes, con dos canciones cada uno. Entre el festival de bandas militares francesas Les Nuits de l’Armée y el Festival de la Canción de San Remo (Italia), mi primer recuerdo es de 1968. Estábamos en el salón de la calle Delicias mis papás, mis tíos y una niñita. Lo visualizo como si fuera anoche. «¡Qué les pasa! ¡Qué pasa!» –gritaba el tío Fermín–. «Y mira esta chica, tiene los ojos como platos. Nunca se duerme». Ganó Massiel; al año siguiente le tocó a Salomé. Debíamos de estar en buena onda.

El programa televisivo más antiguo, potencialm­ente con miles de millones de espectador­es. Para participar, ser miembro activo de la Unión Europea de Radiodifus­ión (UER), tanto del Consejo de Europa como del Área de Radiodifus­ión Europea (incluidos países no europeos: Arabia Saudita, Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Iraq, Jordania, Siria, Turquía, Ucrania…). Y si bien tradiciona­lmente el rey era el pop, hoy se da mezcolanza de géneros, como árabe, dance, tango, reguetón, heavy metal, pop-rap, punk, rock, electrónic­a o rumba.

Y aquí es donde muchas personas de mi generación empezamos a ver con gafas de abuelo cebolletas. Ganadores o no, Nana Mouskouri, Raphael, Massimo Ranieri, Mocedades, Olivia NewtonJohn, Betty Misiego, Albano y Romina Power, Baccara, Franco Battiato, Paloma San Basilio, Umberto Tozzi, Sergio Dalma, Pastora Soler o el triunfador Abba, marcaron estilos inolvidabl­es.

De cuando no había televisión por satélite a la revolución digital, o los últimos efectos especiales, la vida nos ha dado un vuelco. Ya no cuenta tanto la actuación del solista, grupo o coro, como el escenario. Se puede ser de género bi, homo o no binario. Y la política, que no me digan, sí que suma o resta puntos (véase Ucrania o Israel).

Y una ve que el grupo Nebulossa defiende su mensaje con la palabra ‘zorra’: «Mamífero cánido de menos de un metro de longitud, incluida la cola, de hocico alargado y orejas empinadas». O que Nemo destruye su trofeo tras triunfar. Y no comprende nada. «Yo canto a la mañana / que ve mi juventud, / y al sol de cada día / que trae nueva inquietud».

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