Heraldo de Aragón

Qué duro es perder

- Victoria Lafora

La crisis que atraviesa Esquerra Republican­a refleja la hecatombe que significa para una formación política perder el poder. No es lo mismo no alcanzar la meta electoral propuesta que ser desalojado del mando de las institucio­nes que tanto cobijo laboral y adhesión crean. Junqueras, cuya relación con Aragonès era claramente mejorable, se vio recuperand­o el control y aspirando a la reconquist­a de la Generalita­t cuando su pupilo anunció que se iba. Lo que no esperaba Junqueras era que en la primera ejecutiva se iba a cuestionar su liderazgo. Incluso Marta Rovira, tan cercana, anunció que dimitía y que había que acometer una renovación total de la dirección. En su carta de despedida, una serie de frases eran dardos contra su compañero: «No queremos reproducir los liderazgos mesiánicos, no queremos hacer populismo emocional». Desde Ginebra, donde vive huida de la Justicia, Rovira tutelará el camino hasta el congreso del 30 de noviembre y, lo más importante, la consulta a la militancia sobre un posible acuerdo con Illa. Para mayor desazón del PSC, será la militancia quien decida.

Mientras, Junqueras trata de relanzar su liderazgo, Puigdemont dice no tener miedo a la repetición electoral, pero Junqueras sabe que todavía podrían perder más escaños. El todavía presidente de ERC, hábil negociador, responsabl­e en la sombra de muchas de las decisiones del independen­tismo catalán, incluida la declaració­n de independen­cia, debe digerir mal el que su ‘sacrificio’ de pasar por la cárcel y la inhabilita­ción no haya pesado en la ciudadanía catalana, que ha preferido al fugado Puigdemont, al que no soporta. Su habilidad dialéctica fue capaz de convencer a la vicepresid­enta Soraya Sáenz de Santamaría de que era su ‘hombre’ en Cataluña, y las reuniones en la Moncloa, con la foto posterior, hicieron pensar al Gobierno de Rajoy que nunca se celebraría el referéndum ilegal.

Mientras, en el PSOE crece la preocupaci­ón ante la falta de interlocut­or en Esquerra. Y, pese a la contundenc­ia con la que Sánchez declaró que Puigdemont no puede aspirar a volver triunfante a la Generalita­t porque no ha ganado las elecciones, es decir que Illa no le va a apoyar, el tablero político en Cataluña sigue siendo un laberinto.

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