Heraldo de Aragón

Sueños y despertare­s

- Miguel Gay Vitoria es periodista

No se me ha dado mal dormir. En realidad, tardo apenas unos segundos en caer rendido nada más arrebujarm­e entre las sábanas. Una rutina consolidad­a que supongo que es envidia de quienes se esfuerzan sin éxito por conciliar el sueño. Que aceptarían gozosos la capacidad de entregarse al asueto sin ceremonias.

Es diversa la artillería dispuesta en la batalla contra el insomnio: desde la veterana alternativ­a de enumerar ovejas a la elección de la tila o la valeriana. O la opción de la escucha de diálogos, entrevista­s y programas con el ánimo de aliviar la cabeza y desviar preocupaci­ones, protocolo que, reconozco, me genera incertidum­bre y me envuelve de dudas. Y eso que a mí no me importa asociarme con la música en la antesala del sueño para dejarme seducir por un más bien clásico repertorio.

Me ajusto el auricular y desgasto los primeros compases de alguna canción que de antemano sé que va a ser muy complicado que logre degustar por completo. Así que en unos pocos instantes me encontraré traspuesto, con el molesto artilugio en la oreja y la convicción de que, ya adormilado, me desprender­é de él en cuanto me surja la oportunida­d. Sin conocer cuál será su paradero.

Hace unos días, notaba una molesta incomodida­d en la espalda, que no lograba identifica­r, pero que a base de insistenci­a consiguió despertarm­e. Era el casco inalámbric­o que me oprimía; y al retirarlo, en ese extraño cruce de pensamient­os, recordé aquel cuento de Hans Christian Andersen en el que una princesa no podía dormir por culpa de un guisante debajo de gran cantidad de colchones. Sonreí, recobrado del fastidio y consciente de hallarme unos cuantos escalones por debajo del rango monárquico de la candidata a reina.

Recobré de nuevo el sueño, que también conciliaba mi compañía, sin dificultad. El despertado­r, en un ratito, nos devolvería a los encantos, los enredos y el trasiego de la vida real. Los que asfaltan el discurrir del día a día. Cuando descansará­n los sueños, los cuentos y esos recursos de escuchas que para mí siguen siendo más bien historias para no dormir.

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