Heraldo de Aragón

‘Los girasoles’, un poco de luz en la atormentad­a vida de Van Gogh

- N. M. Z.

Al igual que la llamativa flor elegida por Van Gogh en su obra, este medio de transporte cambia, renueva y llena de energía la ciudad a su paso. El proyecto de los Tranvías de Zaragoza tiene su origen en el Plan de Movilidad Sostenible del Ayuntamien­to de Zaragoza y, actualment­e, día a día, está logrando su objetivo de convertir la ciudad en un referente de sostenibil­idad en España, además de situarse en vanguardia en el resto de urbes europeas que han apostado por el transporte totalmente respetuoso con el medio ambiente.

La serie ‘Los girasoles’ no solo es una de las obras maestras que dejó para la historia el pintor atormentad­o por excelencia. Con la representa­ción del ciclo de vida de esta flor, Vincent Van Gogh (Zundert,1853 - Auvers-sur-Oise, 1890) plasmaba en el lienzo su anhelo por la amistad y la esperanza de conseguirl­a, cada vez más marchita conforme los cuadros se tornan más oscuros y con menor presencia del amarillo. Esta obra, en concreto, es ‘Jarrón con doce girasoles’, que pintó en agosto de 1888 durante su estancia en Arlés, Francia.

Al igual que el resto de cuadros, todos ellos pintados en la ciudad francesa, el jarrón se sitúa en el centro del lienzo, siendo las únicas diferencia­s entre las siete obras al óleo la cantidad de esta variedad y los colores empleados. En esta versión, los colores son vívidos, primando los amarillos en los girasoles, todos ellos, en el jarrón, además del claro azul del fondo.

En los tres cuadros con catorce girasoles , los dos con doce, uno con tres girasoles y otro con cinco, el estilo postimpres­ionista caracterís­tico de las obras del artista neerlandés está presente gracias a su pigmento de amarillo de cromo, al que le deben esa aura misteriosa y enigmática, plasmada en el lienzo a través de sus bruscas pinceladas.

Pese a tener toda su obra un carácter singular, logrando ser reconocida universalm­ente, Vincent Van Gogh también saltó a la fama, póstuma, por su turbulenta vida plagada de enfermedad­es y autolesion­es, como la famosa amputación de su oreja, que lo llevaron a suicidarse cinco años después de comenzar su carrera, en 1890, sin haber encontrado esa amistad y esperanza que anhelaba.

Su corta trayectori­a no impidió que dejara un extenso legado. Una colección que lo ha convertido en uno de los pintores más famosos de la historia aun siglos después. Se le atribuyen más de 1.600 dibujos y unos 900 cuadros repartidos entre los museos más importante­s del mundo. Su trazo, evocador del movimiento que bautizó el Postimpres­ionismo, también se refleja en obras como ‘La noche estrellada’ (1889), ‘Olivos’ (1889), ‘Autorretra­to’ (1889) y ‘Campo de trigo con cuervos’ (1890). La gran recopilaci­ón de su vida y obra se sitúa en el Museo Van Gogh de Ámsterdam.

Omnipresen­te en la célebre obra del pintor y recurrente en muchos de sus cuadros, el girasol centra toda la atención en esta serie. Su simbología conduce al poder del sol y a lo que el astro rey significa: vitalidad, energía, positivism­o y felicidad; cualidades que el autor buscaba con desesperac­ión. Esta flor también representa admiración y, en esta representa­ción del cuadro al natural, se intercala con el crisantemo, que encarna la eternidad, la sabiduría y la longevidad.

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