Tenían la firme intención de presentarse ante la Corte para que el Príncipe conociera a su posible futura esposa

sentido, el valido había recibido instrucciones concretas del rey para que encontrase el modo de librarse de la boda. La atrevida petición de Porter le brindó en bandeja la excusa perfecta para suspender las negociaciones y cumplir con sus propósitos.

A partir de ese momento, la guerra con Inglaterra se convirtió en un asunto que en la Corte española se trataba como una cuestión inevitable, en un plazo más o menos breve de tiempo. Sin embargo, nadie imaginó el suceso inesperado que a punto estuvo de dar un giro radical a los acontecimientos. VISITA DE INCÓGNITO La noche del 17 de marzo de 1623, dos extraños personajes llegaron ante la puerta de la residencia del conde de Bristol en Madrid, en la Casa de las siete chimeneas de la calle Infantas. Se presentaron ante los criados como Tom y John Smith, dos caballeros que habían viajado por toda Europa desde Inglaterra. Imaginamos la cara de sorpresa que debió de poner el emba- jador inglés cuando salió a recibirles y se encontró con el Príncipe de Gales en persona, acompañado por su fiel amigo, el entonces marqués de Buckingham. Tras un viaje azaroso, habían llegado hasta Madrid de incógnito con la firme intención de presentarse ante la Corte para que el Príncipe pudiera conocer en persona a la que podía convertirse en su esposa.

La sorprendente noticia corrió como la pólvora. Bristol se puso en contacto con el conde de Gondomar, que enseguida se la transmitió a Olivares. Según recoge el hispanista Elliot, el embajador se presentó de madrugada en los aposentos personales del valido, deseando contárselo cuanto antes.

Repuesto de su sorpresa inicial, Olivares se pasó toda la noche en vela ocupado con los preparativos de una recepción digna para tan ilustres huéspedes. Se decidió que se les preparase alojamiento en el llamado “cuarto viejo” del monasterio de San Jerónimo. En los días siguientes, mientras fue llegando el resto de su