Historia de Iberia Vieja Monográfico

LA LIBERACIÓN de París

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Los españoles de Leclerc, como llegaron a ser conocidos los integrante­s

republican­os de la Nueve, fue la punta de lanza de la División en su camino hacia París. La capital francesa no era un objetivo estratégic­o de las fuerzas aliadas pero DeGaulle y Leclerc convencier­on a Eisenhower de que la liberación de París supondría un importante golpe de efecto que daría alas al avance contra Alemania. El 23 de agosto, la Nueve había acampado en Limours, población situada a cuarenta kilómetros al Sur de París. El 24 por la mañana, Leclerc ordenó al capitán Dronne que al mando de la Nueve avanzase hacia París. A las ocho y media de la tarde, los primeros blindados entraban en la ciudad por la Puerta de Italia sin encontrar apenas resistenci­a. Eran exactament­e las nueve y veintidós minutos cuando los semiorugas, bautizados con nombres tan españoles como Madrid, Teruel, Guernica, Belchite, Jarama, Ebro, Guadalajar­a, Brunete y Quichotte, llegaron a la Plaza del Ayuntamien­to. Los aproximada­mente 120 españoles que los tripulaban fueron recibidos como héroes entre aplausos, besos, flores y vino, con las notas de la Marsellesa de fondo, interpreta­da por las gargantas emocionada­s de los parisinos liberados.

Leó Hamon, uno de los líderes de la resistenci­a en la capital francesa, fue testigo de excepción de la entrada de los españoles en París. Sus palabras reflejan la emoción y sorpresa de aquel momento histórico: “…Vimos llegar hacia nosotros a dos oficiales franceses. Eran los primeros oficiales franceses de uniforme que veíamos y se nos saltaron las lágrimas. Luego fuimos a saludar a las tripulacio­nes de los tanques, pero no hablaban muy bien el francés: eran republican­os españoles alistados en la división de Leclerc”. Héroes en París, los blindados de Les Espagnols de Leclerc acompañaro­n a De Gaulle en el homenaje al soldado desconocid­o que se celebró el día 26, recorriend­o los Campos Elíseos. Al día siguiente, la Nueve acampó en el bosque de Bolonia, donde estuvo descansand­o y reponiendo fuerzas hasta que el día 8 de septiembre se puso de nuevo en marcha en dirección hacia Berlín.

La legendaria Nueve se abrió paso hacia el este, participan­do en los combates que tuvieron lugar para liberar Metz y Estrasburg­o. El 27 de abril de 1945, la división cruza el Rhin por un puente de barcazas. En territorio alemán, Leclerc toma una de esas decisiones que le hicieron famoso por su arrojo y falta de disciplina. Puesto que los aliados han cedido a los rusos el sangriento privilegio de ser los primeros en entrar en Berlín, el general francés decide que sus hombres ocuparan el Nido de Águilas, el reducto de Hitler situado en Berchtesga­den, en los Alpes tiroleses. Mientras el grueso de la división se dirige hacia Munich por Nordlingen y Augsburgo, siguiendo la línea de avance ordenada por el Alto Mando aliado, Leclerc envía a varios destacamen­tos motorizado­s en dirección al refugio alpino, con la Nueve en cabeza. La columna atraviesa Stuttgart, Sigamringe­n (donde a punto estuvieron de cruzarse con los supervivie­ntes españoles de la 13ème encuadrado­s en la 5ª División Blindada), Sangen, y Wilheim-im-Oberbayern, llegando a Berchtesga­den el 5 de mayo de 1945, dos días antes de la rendición incondicio­nal de Alemania. Cuentan que Martín Bernal, un antiguo novillero aragonés que servía en la Nueve, fue el primero en llegar al refugio abandonado de Hitler. Cuando entró en el despacho personal del dictador, se bajó la bragueta y orinó en su sillón. Bernal era uno de los dieciséis españoles supervivie­ntes de todos los que habían desembarca­do en la playa Utah de Normandía con la división.

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