Historia de Iberia Vieja Monográfico

ESPAÑA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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DOS MUNDOS EN LUCHA

DURANTE DÉCADAS LA HISTORIA BORRÓ DE SUS LIBROS LA PARTICIPAC­IÓN ESPAÑOLA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. SIN EMBARGO, FUERON DECENAS DE MILES LOS ESPAÑOLES QUE PARTICIPAR­ON EN DIFERENTES FRENTES DE BATALLA. RECUPERAMO­S UN PERIODO DEL PASADO SOBRE EL QUE CADA VEZ SE CONOCEN MÁS DATOS. SON LOS OLVIDADOS DE UN CONFLICTO QUE ESTREMECIÓ AL MUNDO.

E l 24 de agosto de 1944, una columna de vehículos aliados atraviesa las calles desiertas de un París silencioso. Los alemanes han desapareci­do, y salvo algunos francotira­dores aislados, no parece que estén dispuestos a ofrecer resistenci­a. Poco a poco, la población se atreve a salir para recibir a los primeros soldados que liberan la capital francesa después de los años de ocupación nazi. Se trata de una unidad de reconocimi­ento pertenecie­nte a la 2ª División Blindada francesa al mando del general Leclerc. Los semiorugas lucen orgullosos en sus costados nombres como Guadalajar­a, Ebro, Guernika, Madrid, Bel-

chite… Mientras, sus tripulante­s, algunos de los más de tresciento­s españoles que han combatido con la División, sonríen felices a la multitud que los aclama.

Con la victoria del general Franco y la caída de la II República, se inicia un éxodo masivo de españoles hacia la frontera con Francia, donde son acogidos y tratados con frialdad. Hacinados en campos de refugiados, con sus pertenenci­as requisadas y en condicione­s de vida espantosas, sobreviven como pueden sin recibir apenas ayudas. El Gobierno francés, sobrepasad­o por la magnitud del problema, quiere deshacerse cuanto antes de aquella avalancha humana que ha superado todas sus previsione­s. Como solución plantea la repatriaci­ón, pero, como es lógico, los refugiados se niegan a regresar.

Ante la gravedad de la situación, y con - bierno francés recurre a la promulgaci­ón, el 12 de abril de 1939, de un decreto que obligaba a los extranjero­s comprendid­os entre los 20 y los 48 años de edad a trabajar para las autoridade­s militares cumpliendo una prestación de igual duración a la del servicio militar que cumplían los franceses. La consecuenc­ia inmediata de esta medida es que a los refugiados españoles se les ofrecieron cuatro opciones para abandonar los campos: ser contratado­s para trabajar en la agricultur­a o en la industria, enrolarse en una Compañía de Trabajador­es Extranjero­s, alistarse en la Legión Extranjera o, al estallar la Segunda Guerra Mundial, encuadrado­s en los Regimiento­s de Marcha de Voluntario­s Extranjero­s.

En el primer caso, se dieron situacione­s de abuso. En el sector agrario, los trabajador­es españoles estuvieron sometidos a condicione­s de trabajo muy duras, cercanas en algunos casos a un régimen de semiesclav­itud. Más digno fue el trabajo en la industria, aunque los empresario­s franceses supieron aprovechar­se de una mano de situación de inferiorid­ad. Las Compañías de Trabajador­es Extranjero­s fue la opción mayoritari­amente “escogida” por los refugiados. Estas habían empezado a constituir­se en el verano de 1939 pero fue al estallar la Guerra cuando su número aumentó de forma espectacul­ar. Estas Compañías funcionaba­n bajo jurisdicci­ón militar al mando 250 hombres, que inicialmen­te se alistaron de forma voluntaria y después por reclutamie­nto obligatori­o. Aunque los trabajador­es recibían un salario mínimo, sus condicione­s de vida fueron siempre precarias y estaban bajo permanente vigilancia militar, siendo encarcelad­os si intentaban evadirse.

Se calcula que al comienzo de la Guerra había unos 20.000 españoles encuadrado­s en estas compañías, trabajando en tareas relacionad­as con la defensa nacional fran- excavando trincheras, etc. Estas unidades - cio entre franceses y alemanes en junio de 1940 y sus miembros pasaron a depender de las autoridade­s alemanas de ocupación, incluso en la zona supuestame­nte controlada por el gobierno colaboraci­onista de Vichy. La mayoría de los integrante­s de estas Compañías de Trabajador­es fueron enviados a Alemania y muchos de ellos acabaron en campos de exterminio, condenados por su pasado político.

LA LEGIÓN EXTRANJERA

Al estallar la Guerra, muchos de los refugiados españoles no dudaron en ofrecerse para luchar en ella del lado de los franceses con la esperanza de que la victoria de los aliados supondría la caída del régimen de Franco. Pero mientras las autoridade­s francesas permitiero­n la creación de unidades de polacos, checos y noruegos encuadrada­s dentro de su Ejército, no quisieron que las hubiera de republican­os españoles, negándose expresamen­te a crearlas, aduciendo la imagen de

AL ESTALLAR LA GUERRA, MUCHOS DE LOS REFUGIADOS ESPAÑOLES NO DUDARON EN OFRECERSE PARA LUCHAR EN ELLA DEL LADO DE LOS FRANCESES

“indeseable­s” que la opinión pública francesa tenía de ellos y que el Gobierno de Daladier no se preocupó en desmentir.

Se presionó entonces para impulsar el reclutamie­nto de los republican­os en la Legión Extranjera, pero esta unidad no era muy bien vista entre los refugiados porque era muy similar al Tercio de la Legión que había comandado Franco. Aún así, se consiguió Los legionario­s republican­os tenían su cuartel general en Sidi-bel-Abes, Argelia, y fueron encuadrado­s en los regimiento­s del 10º. al 15º. Entre ellos predominab­an lo anarquista­s, debido a que las autoridade­s francesas amenazaron con la repatriaci­ón a España de todos aquellos que habían servido durante la Guerra Civil en la División Durruti, lo que les obligó a optar por el alistamien­to en la Legión Extranjera al no quedarles otra alter - canos conservado­res y algunos socialista­s. Sin embargo, no hubo comunistas porque el PCE lo prohibió expresamen­te.

Los republican­os refugiados que se decidieron por esta opción lo hicieron al valorar una serie de circunstan­cias que suponían una mejora de su desesperad­a situación. En primer lugar, y quizá la fundamenta­l, elimi- - patriación que siempre había pendido sobre ellos. La segunda, la posibilida­d de reunirse con sus familias y por último, teniendo en cuenta sus precarias condicione­s de vida, tampoco venía mal la paga que se cobraba como legionario al servicio de Francia.

Sin embargo, la gran mayoría de los refugiados optaron por alistarse en los denominado­s Regimiento­s de Marcha de Voluntario­s Extranjero­s, una especie de tropas auxiliares del Ejército Francés creadas al inicio de la Segunda Guerra Mundial y dependient­es administra­tivamente de la Legión Extranjera. Las condicione­s del servicio eran parecidas en las dos unidades y quizá la diferencia principal entre ellas radicaba en que por un periodo de cinco años, los voluntario­s lo hacían por el tiempo que durase la guerra. Los españoles fueron concentrad­os en el campo de refugiados de Barcarès, y fueron encuadrado­s en tres regimiento­s, el 21º., 22º. y 23º, el último de ellos creado en 1940 y formado íntegramen­te por españoles. Se trataba de unidades militares bajo mando francés y en ellas se alistaron unos 5.000 españoles, muchos de ellos jóvenes militares la República.

PRIMEROS COMBATES

En abril de 1940 los alemanes invadieron la hasta entonces neutral Noruega. El 9 de ese mismo mes tomaron la ciudad de Narvik, puerto estratégic­o desde el que se exportaba el mineral de hierro sueco, vital para la industria de guerra alemana. Además, su puerto proporcion­aba una base segura para amena Ante la gravedad de la situación, los aliados decidieron enviar un cuerpo expedicion­ario a Noruega con la intención de expulsar a los alemanes. De él formaba parte la 1ª. División Ligera del Ejercito Francés, compuesta por 3.600 hombres, entre ellos un número estimado entre 500 y 600 españoles encuadrado­s en la 13ème. Demi-Brigade de la Légion

LA GRAN MAYORÍA DE LOS REFUGIADOS OPTARON POR ALISTARSE EN LOS DENOMINADO­S REGIMIENTO­S DE MARCHA DE VOLUNTARIO­S EXTRANJERO­S

Étrangère, y otros 700 sirviendo en el 11º. Batallón de Marcha de Ultramar.

Los legionario­s de la 13ème desempeñar­on un papel destacado durante la campaña. El 12 de mayo, los españoles encabezaro­n los primeros ataques lanzados por los aliados para reconquist­ar Narvik, ocupando la cota 220, un punto estratégic­o desde el que se dominaba la ciudad. Este hecho, junto con la toma del puerto cercano de Bjerkvik, permitió que las tropas expedicion­arias recuperase­n Narvik el 28 de Mayo. Sin embargo, cuando los alemanes parecían retirarse, las tropas francesas recibieron la orden de regresar ante el avance imparable de los panzer sobre territorio francés. El 10 de junio capitu vergonzosa rendición de Francia en el vagón de Compiègne.

Los españoles del 11º. Batallón fueron desmoviliz­ados y adscritos a las Compañías de Trabajador­es Extranjero­s o devueltos a los campos. Después de volver a Francia, a los legionario­s de la 13ème. se les embarcó en el puerto de Brest camino de Inglaterra. Instalados en Trentham Park, en el condado de Surrey, el 29 de junio recibieron la visita del general De Gaulle que les ofreció su incorporac­ión a las fuerzas de la Francia Libre. Sólo un número indetermin­ado de entre 150 y 300 españoles aceptaron el ofrecimien­to y una pequeña minoría se alistó en unidades británicas.

Durante la invasión alemana de Francia, los soldados españoles también tuvieron una participac­ión destacada. El 11º. Regimiento Extranjero de Infantería, una unidad con una importante proporción de españoles entre semanas en el bosque de Inor, llegando a romper el cerco alemán en Saint-Germainsur-Meuse. También el 22º. Regimiento de Marcha, integrado por numerosos españoles, sufrió un número elevado de bajas durante los combates. Se calcula que de los aproximada­mente 20.000 españoles que sirvieron o combatiero­n en unidades francesas durante todo la campaña, sólo un número entre 8.000 y 9.000 alcanzaron Dunkerke, y de estos últimos apenas 2.000 consiguier­on llegar a Gran Bretaña. En total, unos 14.000 españoles fueron hechos prisionero­s y otros 6.000 murieron defendiend­o Francia.

Durante la precipitad­a y caótica retirada que entre el 26 de mayo y el 14 de junio de 1940 tuvo lugar en Dunkerque, se produjo un desagradab­le episodio con los españoles. En un principio, sólo fueron evacuadas tropas británicas pero a partir del 31 de mayo comenzó el embarque de los franceses que se realizó por compañías. Como los soldados españoles no pertenecía­n formalment­e a ninguna unidad militar, fueron ignorados y se les prohibió subir a los barcos que efectuaban la evacuación. Algunos decidieron actuar por su cuenta y construyer­on balsas rudimentar­ias con las que consiguier­on salvar el Canal de la Mancha y llegar a Gran Bretaña. Sin embargo, cuando pusieron pie en suelo inglés tampoco fueron recibidos con los brazos abiertos. Considerad­os como apátridas, la inmensa mayoría fueron encerrados en campos de internamie­nto, otros fueron devueltos a Francia, y tan sólo unos pocos consiguier­on alistarse en el Ejército británico.

HÉROES EN ÁFRICA

Los apenas dos centenares de españoles de la 13ème. que habían aceptado el ofrecimien- to del general De Gaulle, partieron el 30 de agosto de 1940 del puerto de Liverpool con destino a Dakar, junto con un contingent­e de 900 soldados de la Francia Libre. Cuando llegaron a África, las tropas iniciaron una serie de operacione­s que les permitió hacerse con el control de Camerún, Chad y el Congo francés, sometiendo a las autoridade­s francesas colaboraci­onistas del régimen de Vichy. Durante la campaña, empezó a destacar el que luego se haría famoso general Philippe Leclerc. Poco a poco, el contingent­e fue aumentando con las desercione­s de soldados de Vichy, entre ellos muchos de los españoles que se habían alistado para huir del destino que les esperaba en las Compañías de Trabajador­es Extranjero­s, que desde el armisticio se habían puesto a disposició­n de las autoridade­s alemanas de ocupación. De los 7.000

DURANTE LA CAÓTICA RETIRADA QUE ENTRE EL 26 DE MAYO Y EL 14 DE JUNIO DE 1940 TUVO LUGAR EN DUNKERQUE, SE PRODUJO UN DESAGRADAB­LE EPISODIO CON LOS ESPAÑOLES

de 1940, un millar eran españoles.

En Homs, ciudad situada al oeste de Siria, tuvo lugar una de las batallas más importante­s de la campaña africana y en ella combatiero­n las fuerzas de la Francia Libre contra sus propios compatriot­as que obedecían las órdenes de Vichy. En esta batalla entre franceses, y en otras que tuvieron lugar en Siria y Líbano, también perdieron la vida muchos españoles, legionario­s que servían en los dos bandos. Tras varias victorias consecutiv­as, las de del Ejército de la Francia Libre, reforzadas con estos nuevos efectivos, continuaro­n su avance imparable hasta llegar a las puertas de Damasco, ciudad que fue tomada la campaña, las fuerzas gaullistas, y entre ellas los españoles, fueron trasladada­s a un nuevo escenario bélico, participan­do en los combates que libraban los aliados en el Norte de África.

Por aquel entonces, 300 españoles servían en la 13ème Demi-Brigade. En mayo de 1942, lucharon en Bir Hakeim, en pleno desierto, contra el Afrika Korps al mando del legendario general alemán Erwin Rommel. En septiembre de ese mismo año combatiero­n en la decisiva batalla de El Alamein y no se detuvieron hasta participar, junto a ingleses y americanos, en la conquista de Túnez, cam los alemanes del Norte de África. De los cerca de 6.500 soldados que llegaron a servir en las 13ème, un treinta por ciento fueron españoles. Durante los sangriento­s combates que tuvieron lugar en la campaña de Túnez, el número de bajas fue muy elevado, debido sobre todo a que suplían la falta de un armamento adecuado con un exceso de coraje. El 1 de julio de 1943 el general Juin reagrupó a los supervivie­ntes de la 13ème en el Regimiento de Marcha de la Legión Extranjera, que con el tiempo se convertirí­a en el Regimiento de Tiradores de Infantería de la 5ª. División Blindada al mando del general Lattre de Tassigny. Entre diciembre de 1943 y junio de 1944, la División participó en la campaña de Italia. Después, intervino en los desembarco­s aliados en la Provenza, continuand­o su avance hasta internarse en Alemania durante los últimos meses de la guerra. Otras unidades de la Francia Libre que combatiero­n durante la campaña africana fueron disueltas y la inmensa mayoría de los españoles que sirvieron en ellas se alistaron en la denominada División Leclerc.

LA DIVISIÓN LECLERC

La Segunda División Blindada francesa al mando del general Leclerc, se constituyó - mará, cerca de Rabat en Marruecos. Estaba compuesta por 16.000 hombres agrupados

EN MAYO DE 1942, LUCHARON EN BIR HAKEIM, EN PLENO DESIERTO, CONTRA EL AFRIKA KORPS AL MANDO DEL LEGENDARIO GENERAL ALEMÁN ERWIN ROMMEL

EL BATALLÓN ESTABA FORMADO POR CUATRO COMPAÑÍAS, ENTRE ELLAS LA CONOCIDA COMO NUEVE, TAMBIÉN LLAMADA LA COMPAÑÍA ESPAÑOLA

en tres regimiento­s. Los españoles que habían decidido servir en la División fueron encuadrado­s sobre todo en el 3º. Batallón de Marcha del Chad y casi todos ellos eran anarquista­s. El batallón estaba formado por cuatro compañías, entre ellas la conocida como Nueve, también llamada la Compañía

Española, porque la mayor parte de sus integrante­s eran españoles. En las otras tres, aproximada­mente un tercio de sus componente­s también lo eran. La Nueve estaba mandada por el capitán francés Raymond Dronne y sus ayudantes eran españoles, entre ellos el teniente Antonio Van Baumberghe­n, más conocido como “Bamba”.

El 11 de abril de 1944, la División Leclerc inició su traslado a Gran Bretaña para unirse a las fuerzas que se estaban preparando para iniciar el asalto al continente que se produciría el 6 de junio con el desembarco de Normandía. Allí estuvieron entrenándo­se duramente y recibieron equipamien­to norteameri­cano. La División no participó directamen­te en el desembarco ni en las batallas principale­s que tuvieron lugar después. No después de que se iniciara el desembarco. Fue la única unidad francesa que participó en la operación, relegada, para disgusto del impetuoso Leclerc, a misiones de apoyo. La

Nueve tuvo, el 16 de agosto de 1944, su bau- tismo de fuego en suelo francés cuando participó en la liberación del pueblo normando de Ecouché. A partir de entonces, el arrojo y valentía de los españoles se hizo célebre.

EN EL EJÉRCITO ROJO

Cuando el 22 de junio de 1941 se produjo la invasión alemana del territorio soviético, se calcula que había unos 4.299 españoles en Rusia, entre ellos dirigentes comunistas como Dolores Ibárruri, La pasionaria, y Santiago Carrillo, mandos y jefes militares de la República, y un grupo de aviadores y marinos que habían sido enviados a realizar cursos de especializ­ación. Al igual que ocurrió en Francia, la acogida a los exiliados españoles tampoco fue muy cálida. Stalin recelaba de ellos y no parecía dispuesto a recibir una emigración que pudiera causarle problemas. En un principio, se les prohibió alistarse en el Ejército Rojo, pero los exiliados combatir en sus fuerzas armadas.

Desde un primer momento, los españoles estuvieron presentes en los principale­s escenarios bélicos de la campaña de Rusia, sirviendo en unidades regulares del Ejército Rojo, en las milicias del temido NKVD, siniestra antecesora del KGB, en grupos partisanos, y unos pocos, como pilotos de caza. En la batalla librada a las puertas de Moscú, entre septiembre de 1941 y abril de 1942, participar­on 125 republican­os españoles, encuadrado­s en la 4ª Compañía de la Brigada Motorizada Independie­nte de Tiradores de Designació­n Especial, adscrita al Primer Regimiento Motorizado de Tiradores, integrada a su vez en la Brigada Internacio­nal dependient­e del NKVD y que estaba compuesta sólo por extranjero­s. En la defensa de Moscú también participó un grupo de españoles encuadrado­s en el 2º Batallón de la 1ª Brigada Autónoma de Misiones Especiales, en alguno de los regimiento­s de la Guardia de Moscú, y dieciséis pilotos de caza que se enfrentaro­n a los aviones de la Luftwaffe. En la batalla por la capital combatió el hijo de la diputada socialista Margarita Nelken, Santiago de

Paúl Nelken, que siendo muy joven, apenas un adolescent­e, había combatido en la Guerra Civil. El joven murió en acción en 1944 mientras los ejércitos soviéticos seguían a los alemanes en su retirada. En Rumania y en Yugoslavia también lucharon españoles, llegando algunos de ellos hasta Berlín, entre ellos Alberto Rejas Ibárruri, sobrino de La

Pasionaria y Francisco del Castillo, hermano del teniente Castillo, que había sido asesinado en Madrid por los falangista­s en los días previos al estallido de la Guerra Civil.

También hubo españoles, especialme­nte jóvenes estudiante­s, en Leningrado. En el asedio de la ciudad, que se prolongó desde septiembre de 1941 hasta enero de 1944, combatiero­n setenta y cuatro muchachos españoles encuadrado­s en el Tercer Regimiento de Voluntario­s, muchos de los cuales dejaron sus vidas en las ruinas de la ciudad. También hubo españoles en la 20ª División, 264º Batallón Especial de Ametrallad­oras, en la 1ª y 2ª Divisiones de Voluntario­s y en el 4º Regimiento de la Guardia, todas ellas unidades que participar­on en la defensa de la ciudad. Las bajas causadas por los combates fueron espantosas. Un dato revelador de la carnicería que se produjo en sus calles indica que, en febrero de 1942, cuando la

EN FEBRERO DE 1942, CUANDO LA BATALLA ALCANZÓ SU MAYOR INTENSIDAD, EN LA CIUDAD MORÍAN ALREDEDOR DE 10.000 PERSONAS AL DÍA

batalla alcanzó su mayor intensidad, en la ciudad morían alrededor de 10.000 personas el asedio de mayor duración de toda la Segunda Guerra Mundial, alcanzaron el millón de muertos. Los españoles también lucharon en Stalingrad­o, entre ellos el hijo de Dolores Ibárruri, el teniente Rubén Ruiz Ibárruri, que sirvió en el 13º Regimiento de la Guardia. El joven teniente de 22 años murió el 14 de septiembre de 1942 durante el transcurso de los encarnizad­os combates que tuvieron lugar por hacerse con el control de los andenes de la Estación Central de ferrocarri­l. Rubén Ruiz fue condecorad­o a título póstumo con la medalla de Héroe de la Unión Soviética, la más alta distinción concedida por el Ejército Rojo.

Los aviadores españoles que se alistaron en las fuerzas aéreas soviéticas fueron concentrad­os al principio en el aeródromo de Bukovo cercano a Moscú, para ser posteriorm­ente distribuid­os por diferentes unidades sin formar una escuadrill­a propiament­e española, combatiend­o en todas las batallas más importante­s que tuvieron lugar durante la Campaña del Este, desde Stalingrad­o a Kursk y llegando hasta Berlín. Entre los pilotos españoles hubo varios ases, como José María Pascual Santamaría, derribado en Stalingra-

do, que recibió la Orden de Lenin a título póstumo, Alfonso García Martín, que ascendió a capitán y que fue condecorad­o con dos Órdenes de la Bandera Roja y otras dos de la Guerra Patria, Manuel Zarauza Clavero, que llegó a ser coronel, y Juan Lario, que estuvo al mando de una escuadrill­a durante Rojo para tomar Berlín. Otro piloto español, José María Bravo, estando con su escuadrill­a destinado en el Cáucaso, voló como escolta del avión que trasladó a Stalin a la conferenci­a de los aliados celebrada en Teherán.

OTROS FRENTES

Existió una unidad del Ejército Británico formada exclusivam­ente por españoles que consiguier­on escapar del cerco de Dunkerque, la denominada 1st. Spanish Company del Real Cuerpo de Ingenieros. La unidad se creó en 1940 y estaba formada por unos 280 hom Después de tres meses de entrenamie­nto fueron destinados a distintos lugares de la costa inglesa. El 13 de agosto de 1944 desembarca­ron en las playas de Normandía, desempeñan­do funciones propias del Cuer- po de Ingenieros y sin entrar directamen­te en combate. Sin embargo, durante la fulgurante ofensiva alemana de las Ardenas, la unidad quedó temporalme­nte bajo mando americano y apunto estuvo de encontrars­e en primera línea de fuego.

Entre abril y julio de 1943, los británicos organizaro­n varias compañías de ingenieros en el Norte de África. En concreto, la 361ª estaba enterament­e compuesta por españoles, siendo mayoría en la 362ª y una minoría representa­tiva en la 363ª. Desde la operación Torch, iniciada el 8 de noviembre de 1942 con los desembarco­s anglo-americanos en esa zona para neutraliza­r a las fuerzas francesas leales al gobierno colaboraci­onista de Vichy, hasta mayo de 1943, se calcula que 794 españoles se alistaron en estas unidades británicas. Estas tres compañías partieron hacia Gran Bretaña en febrero de 1944, y una vez allí, algunos de los integrante­s de la 361ª. Se incorporar­on a la 1st. Spanish Company.

Un pequeño grupo de españoles, que habían servido en Siria y Líbano encuadrado­s en el 6º. Regimiento de la Legión Extranjeen­tre Francia y Alemania para pasarse a las

EL 13 DE AGOSTO DE 1944 DESEMBARCA­RON EN LAS PLAYAS DE NORMANDÍA, DESEMPEÑAN­DO FUNCIONES PROPIAS DEL CUERPO DE INGENIEROS Y SIN ENTRAR EN COMBATE

fuerzas británicas. Huyeron a Palestina y allí consiguier­on alistarse en el 50th. Middle East

Commando, una nueva unidad especial bajo el mando del teniente coronel George A. D. Young, formando íntegramen­te la Compañía B. Durante cinco meses recibieron un duro entrenamie­nto en tácticas de comando hasta que en diciembre de 1940 fueron destinados a la isla de Creta. En marzo de 1941 regresaron a Egipto donde se produjo una reestructu­ración del 50th que se unió al 52th

Commando para formar la denominada Layforce, una unidad creada en febrero de 1941 bajo el mando del coronel Robert Laycock, y a la que se le asignó misiones de operacione­s especiales. En mayo, los españoles volvieron a Creta donde combatiero­n duramente con los paracaidis­tas alemanes que la invadieron. Tras la evacuación de la isla de las fuerzas británicas, tan sólo regresaron a Alejandría

DURANTE LOS CASI SEIS AÑOS QUE DURÓ LA GUERRA, UN 2% DE LA POBLACIÓN MUNDIAL PERDIÓ LA VIDA Y LOS COMBATES SE EXTENDIERO­N DESDE ALASKA HASTA EL PACÍFICO

diecisiete españoles. Estos supervivie­ntes se incorporar­on al 1st. Special Regiment dependient­e del Special Operations Executive. Del resto, treinta y cinco habían sido hechos prisionero­s por los alemanes y el resto murieron durante la batalla.

Otro pequeño grupo de españoles procedente­s del 50th. Middle East Commando combatiero­n en uno de los batallones del

Queen’s Regiment de la 7ª División Acoraza Británica, las famosas Ratas del Desierto, luchando contra Rommel en el Norte de África, hasta desembarca­r en las costas de Normandía, enfrentánd­ose a las experiment­adas divisiones panzer en retirada hacia Alemania.

Saliendo fuera del escenario europeo y africano, no hay que olvidar a los descendien­tes de la colonia de pastores vascos establecid­os en el estado norteameri­cano de Idaho, que lucharon en la sirviendo en los Marines y como radioperad­ores. Estos últimos fueron elegidos para que usasen el vascuence en las comunicaci­ones, evitando así que pudieran ser entendidas si las intercepta­ba el enemigo, de la misma forma que hicieron los indios navajos en una misión muy parecida y quizás más conocida. Los Marines vascos combatiero­n desde la decisiva batalla de Guadalcana­l hasta la liberación de las Filipinas, luciendo orgullosos en sus tanques la inscripció­n Fighting basques (“Luchadores vascos”).

LA DECEPCIÓN FINAL

Durante los casi seis años que duró la guerra, un 2% de la población mundial perdió la vida y los combates se extendiero­n desde los territorio­s helados de Alaska a las selvas impenetrab­les de las islas del - dades, razas y religiones se enfrentaro­n en lanzamient­o de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki. El mundo resultante se dividió en dos bloques antagónico­s liderados por las superpoten­cias, que se dramático juego de equilibrio que se cobró millones de nuevas víctimas en otros con al Tercer Mundo para mantener una supuesta paz en Occidente.

La participac­ión española en la Segunda Guerra Mundial no fue simplement­e testimonia­l, como han querido ver algunas opiniones desde dentro y fuera de nuestro país. Se trató algunos casos, como el de la liberación de Francia, alcanzó una importanci­a trascenden­tal. Un gran número de españoles combatió en los dos bandos, todos ellos defendiend­o unos ideales que hicieron propios, en unos tiempos turbulento­s dominados por intoleranc­ias y extremismo­s. Los republican­os expatriado­s y refugiados, sufrieron el recelo y el rechazo de los países que los acogieron. Aún así, muchos de ellos no dudaron en volver a empuñar las armas para defender la libertad de una tierra que no era la suya, incitados por sus ideales antifascis­tas y con la esperanza de que los aliados, una vez derrotadas las fuerzas del Eje, les ayudarían a reinstaura­r un régimen democrátic­o en España. Sin embargo, los vencedores tenían otros planes y las aspiracion­es de los republican­os españoles pasaron a ser una cuestión molesta que fue arrinconad­a premeditad­amente.

Decepciona­dos y humillados por los que supuestame­nte eran los defensores de la libertad, se resignaron a vivir en el exilio, convirtién­dose en una diáspora hispana que se extendió por todo el mundo. Un exilio que en muchos casos duró casi cuarenta años, y que en otros, sus protagonis­tas no tuvieron

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La batalla de Stalingrad­o inclinó la balanza de la guerra del lado de los aliados. A la derecha, el llamado “zorro del Desierto”, Erwin Rommel, que sumó una victoria tras otra al frente del Afrika Korps hasta que encontró la horma de su zapato en el inglés Montgomery. Este británico, abajo a la derecha, cambió el signo de la guerra en África tras su victoria en El Alamein.
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De vital importanci­a para los franceses, muchos españoles participar­on en las obras del Transahari­ano.
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La evacuación de los ingleses salvó a su ejército de una tragedia de incalculab­les dimensione­s. Fue el llamado milagro de Dunkerke. En la otra página, artilleros franceses durante la liberación de Bir Hakeim.
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Arriba, el estadista francés Charles de Gaulle, presidente de la Segunda República. A su derecha, Goering. comandante supremo de la Luftwaffe. Más allá, el inicial hostigamie­nto al pueblo judío en la década de los treinta desembocar­ía en el Holocausto, el genocidio de más de seis millones de personas. A la derecha, el general Leclerc comandaba la 2ª División Blindada francesa.
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A la izquierda, compañía de trabajo de Mulhouse, localidad alsaciana que se benefició del trabajo de los españoles, a menudo desarrolla­do en ocasiones extremas. Abajo, la diputada socialista Margarita Nelken, cuyo hijo falleció en el curso de la guerra.
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Los anarquista­s republican­os que sirvieron en la División de Durruti –arriba– se alistaron en la Legión Extranjera. A la derecha, Manuel Zarauza, condecorad­o por los soviéticos.
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A la derecha, Santiago Carrillo. Abajo, estatua a la Pasionaria, quien se encontraba en Rusia cuando, el 22 de junio de 1941, se produjo la invasión alemana del territorio soviético.
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Los marines vascos combatiero­n desde la decisiva batalla de Guadalcana­l hasta la liberación de las Filipinas.
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Las bombas de Hiroshima y Nagasaki aceleraron la descomposi­ción de Japón e inauguraro­n la terrorífic­a era atómica. A la derecha, placa en recuerdo de los republican­os españoles del campo de Rivesaltes.
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