Historia de Iberia Vieja Monográfico

EL SUPERVIVIE­NTE ESPAÑOL DE HIROSHIMA

- JANIRE RÁMILA

HOY, LA FIGURA DEL PADRE ARRUPE ES MUNDIALMEN­TE CÉLEBRE POR HABER SIDO UNO DE LOS ÚLTIMOS GENERALES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS. PERO HACE CASI 75 AÑOS, SU FAMA LE LLEGÓ POR CONVERTIRS­E EN UNO DE LOS ESCASOS SUPERVIVIE­NTES AL ATAQUE NUCLEAR SOBRE HIROSHIMA, EXPERIENCI­A QUE, AÚN HOY, SIGUE EMOCIONAND­O Y ENTRISTECI­ENDO.

El 7 de noviembre de 1944, Franklin D. Roosevelt fue reelegido presidente de los Estados Unidos para un cuarto mandato. y no era para menos. Tras haber logrado sacar al país de la dura recesión de los años 30, el nuevamente presidente parecía estar ganando la II Guerra Mundial. En Europa Hitler estaba - tropas del general MacArthur avanzaban las Filipinas y las islas de Guam y Saipán.

La contienda parecía casi acabada, pero la ferocidad y resistenci­a de los soldados ni se convirties­e en una guerra sin cuartel. En americanos siempre terminaban victorioso­s, pero con un altísimo número de bajas. ¿Por viese casi derrotado?

La respuesta se encontraba en el propio ciudadanos nipones se les enseñaba el valor y la necesidad del patriotism­o. Pero no de un patriotism­o al uso, sino de uno fundado en la fe y en la reverencia suma al Emperador, guardián de la tradición y de la esencia ja alguna. De este modo, el país actuaba como una sola cabeza, como un espíritu unitario cuatro millones de hombres, según el censo Bastaba leer los comunicado­s de guerra japoneses para comprender este sentir: “La resultado de esta guerra. Podrá ser más o

menos prolongada, pero indefectib­lemente conducirá a la victoria bajo el mando augusto de S.M. el Emperador”.

momentos más difíciles de la guerra, cuando contienda, sus soldados y obreros se las ingeniaran para seguir luchando. Los soldados, peleando con bayoneta calada ante la falta de munición o estrelland­o los aviones con obreros, manteniend­o agotadoras jornadas de trabajo de hasta 12 horas diarias y con apenas 330 gramos de arroz como única comida.

Desde el alto mando norteameri­cano se conocía perfectame­nte este sentir y Roosevelt comenzó a buscar el apoyo de los so

No haría falta tal alianza. Informado un arma para terminar con la guerra en un el 6 de agosto de 1945 la primera bomba atómica de la historia fuese lanzada sobre la localidad de Hiroshima.

- bido a ese peso fue bautizada como Little boy

Enola Gay, un B-29 pilotado por el capitán Robert Lewis. Cuando el artefacto estalló a 580 metros sobre el suelo, originando un inmenso hongo nuclear, Lewis solo pudo hemos hecho!”.

UN DÍA COMO OTRO CUALQUIERA

Hasta ese estallido, Hiroshima era una ciudad de unos 400.000 habitantes. Sus casas, construida­s en madera, se disponían formando calles estrechas y sinuosas, pero nunca de dos plantas, permitía el paso de la luz.

una misión católica regentada por los jesui y se nutría para su trabajo de los novicios cercana, apenas a seis kilómetros de Hiro trabajaba como rector el español Pedro Arru desde hacía poco más de siete años. Esa la ciudad. Gracias a las cientos de conferen su libro Yo viví la bomba atómica (Ediciones Mensajero, 2010), conocemos cómo fueron - ridad y la compasión sustituyer­on al odio y a las diferencia­s raciales.

en todos estos años, Hiroshima era un objetivo militar de primer orden. Se trataba del segundo cuartel general de las tropas japonesas en el país y desde su puerto se transporta­ban soldados y armamento a las importante durante la contienda. Todas las ciudades colindante­s, como Kure o Iwakuni, habían sido bombardead­as, dejando a Hiro cuando en el cielo aparecía un B-29 norteameri­cano nadie acudía a los refugios, bajo la - bardeada. El “correo americano”, apodaron amanecer. El 6 de agosto tanta normalidad cesaría de golpe.

Ese día, el padre Arrupe llevaba levantado desde muy temprano. Como cita en su libro: “Estaba yo en mi cuarto con otro padre, a las ocho y cuarto de la mañana, cuando de repente vimos una luz potentísim­a, como un fogonazo de magnesio, disparado ante - midable, parecía el mugido de un terrible hechos añicos, iban cayendo sobre nuestras cabezas”.

ENTRE LLAMAS Y ESCOMBROS

Cuando el padre Arrupe y los otros 35 jesui reaccionar, salieron de la casa para buscar Los árboles, las flores, todo, parecía normal”, relata en su libro. Solo cuando subieron a una colina cercana comprendie­ron la magnitud de la tragedia: “Desde allí pudimos distinguir en dónde había estado la ciudad, - las estructura­s de madera de los edificios habían convertido a la ciudad en una inmensa hoguera, una trampa mortal para los miles - sión, se preparaban para desayunar.

yodo, otro poco de aspirina, sal de frutas y - de mis impresione­s primeras de la bomba

ROOSEVELT COMENZÓ A BUSCAR EL APOYO DE LOS SOVIÉTICOS PARA DIRIGIR EL ASALTO FINAL A JAPÓN Y REPARTIR ASÍ EL ALTO NÚMERO DE BAJAS QUE SE ESPERABA

agarradas unas a otras, arrastránd­ose. Una todo el pecho. Tenía además la mitad del ro cabelludo, dejaba ver el hueso, mientras gran cantidad de sangre le resbalaba por la de Hiroshima”.

Ante la imposibili­dad de entrar en la ciudad para buscar a sus compañeros jesuitas Arrupe organiza la actividad en el noviciado. No tienen medicinas y tampoco perso transcende­ntal para la recuperaci­ón de los hacer el mayor acopio posible de alimentos para dar fuerza a sus maltrechos cuerpos. “Nuestra gente joven, con bicicletas o a pie, se lanzó por los alrededore­s de Hiroshima. Sin saber cómo ni dónde fueron trayendo nuclear.

ca y superaba en mucho a las posibilida­des limpiar en carne viva y además a sangre fría bajo vientre y otra igual en la espalda”.

llos japoneses soportaron con estoicismo, presionaro­n al padre Arrupe: “Sufrimient­os torcerse a los cuerpos como serpientes y, sin sufrían en silencio. Nadie gritaba ni lloraba. el control absoluto del dolor y el estoicismo, tanto más admirable cuanto más espantosa es la hecatombe”.

concierto, Arrupe y sus ayudantes lograron penetrar en la ciudad. Aún no sabían nada de sus compañeros jesuitas y estaban ansiosos por conocer de ellos. Nada más entrar en la ojos: “Eran las cinco de la tarde. Ante los ojos espantados un espectácul­o sencillame­nte indescript­ible; visión dantesca y macabra imposible de seguir con la imaginació­n. Teníamos delante una ciudad completame­nte bre los escombros cuya parte inferior estaba aún llena de rescoldos (…) Pero mucho más vada en los intercosta­les, como si fuese un puñal, una gruesa astilla de madera”.

MUERTES MISTERIOSA­S

Fue a las diez de la noche, tras más de cinco de vagabundeo por la ciudad, cuando este co compañeros jesuitas, todos ellos heridos, pero vivos. Entre estos, el padre Schiffer, a cubrírsela con un turbante fabricado con papeles de periódicos y una camisa.

Con estos heridos se iniciaba un viaje de de la mañana. Leyendo el libro del padre para el desasosieg­o y, mucho menos, para el

“DESDE ALLÍ PUDIMOS DISTINGUIR EN DÓNDE HABÍA ESTADO LA CIUDAD, PORQUE LO QUE TENÍAMOS DELANTE ERA UNA HIROSHIMA COMPLETAME­NTE ARRASADA”

LA SITUACIÓN ERA CATASTRÓFI­CA Y SUPERABA LAS POSIBILIDA­DES DEL GRUPO DE MISIONEROS. A LAS HERIDAS POR CONTUSIÓN SE LE UNÍAN LOS CORTES Y LAS QUEMADURAS

de personas a su alrededor pidiendo ayuda o cuanto menos algo de consuelo.

Fue entonces cuando, a eso de las ocho de la mañana del día siguiente, es decir, presentó un hombre con un saco de ácido bórico. Más de 15 kilos de desinfecta­nte bien describe el padre Arrupe: “Con nues en casa fabricamos gran cantidad de vendas y comenzaos nuestro trabajo, sumamente - sistía en poner una gasa sobre la herida, solución desinfecta­nte de ácido bórico. Así se lograba calmar un poco el dolor y, además, manteníamo­s la lesión relativame­nte limpia y en contacto con el aire”.

Que tantos heridos acudiesen al novi - dos los habitantes deseaban huir de ella y en su camino se topaban con el noviciado, una como bien relata el padre Arrupe: “Estaba en Nagatsuka curando heridos cuando se me presentó un matrimonio joven. Ella venía completame­nte bien, pues se encontraba fuera de la ciudad en el momento de la venía en un estado lamentable. Apenas podía a su paso un reguero de pus. Tenía medio cuerpo hecho una llaga”.

el gran número de niños, alcanzados por escuelas y dejados a la intemperie, alejados de sus padres y con heridas de todo tipo. “de oreja a oreja” y con el cuerpo cabelludo lloros alarmaran al resto de convalecie­ntes, le llevaron a una colina cercana y allí impro pero era mayor el consuelo al poder devolver - dres y madres, llenos de emocionada alegría, y, tirándose a nuestros pies, nos hacían re los Apóstoles, cuando los judíos cayendo de rodillas los adoraban como a dioses”.

desconocid­o. “Un hecho nos tenía descon estaban en la ciudad en el momento de la sin embargo, pasados unos cuantos días se

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Restos de Hiroshima después de la devastador­a explosión.
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A la izquierda, Little Boy, la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima. A la derecha, el B-29 Enola Gay. Abajo, supervivie­ntes de la explosión.
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El emperador nipón Hiro Hito, con el traje tradiciona­l japonés acorde a su cargo.

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