Historia de Iberia Vieja Monográfico

EL ECO de sus voces

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Manuel de Cárdenas, a su paso por Gatchina, ciudad cercana a San Petersburg­o: “Gatchina es una ciudad grande pero hoy ofrece la misma vestidura, sucia y triste de la guerra. Por todas partes sorprenden los edificios derruidos... El hambre, entre estas gentes, es sencillame­nte espantosa. Pienso que no puedan sobrevivir al invierno que se avecina. A menudo pasan hombres con rasgos de juventud pero horribleme­nte avejentado­s, con la palidez de los avitaminos­os...”.

Salvador Zanón, sobre la familia que alojó a su pelotón en diciembre de 1941: “Craba vive con su hijo pequeño, sucio y llorón, y con dos mujerucas muy feas y otros dos muchachote­s de ocho o diez años que son los que nos enseñan ruso y se comen los caramelos y el chocolate que nos suministra­n. La vida de esta pobre gente es triste y dura pero, ¿dónde van a ir? Aquí conservan por lo menos unas patatillas, bien camufladas para que no se las quitemos, con las que ir resistiend­o el hambre, y tienen techo y calor. No creo que en ningún sitio vayan a estar mejor”.

Lidia Osipova, gerente de una lavandería, sobre los españoles: “Destruyero­n la imagen que teníamos de ellos como un pueblo orgulloso, bello, noble, etcétera. No hay ópera ninguna. Pequeños, revoltosos como monos, sucios y bribones, como los gitanos”. Un poco más adelante, la misma Osipova recuerda en su diario que un español salvó a un niño vagabundo durante un cañoneo, y que, en otra ocasión, vio llorar sin consuelo a varios divisionar­ios en el entierro de una chica rusa alcanzada por un disparo.

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