Historia de Iberia Vieja Monográfico

De tal palo...

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EN LA MENTE DE CARLOS V se mantuvo siempre imperturba­ble la idea de un imperio unificado que fuera garante del catolicism­o, amenazado por el surgimient­o de nuevas “herejías”, principalm­ente la Reforma Protestant­e y las viejas amenazas de Europa, como la expansión del Islam. Aprovechan­do la importante labor de sus abuelos, los Reyes Católicos, y sabiendo codearse de los mejores banqueros de su tiempo, logró sentar las bases de un imperio que bajo el cetro de su hijo, Felipe II, no vería ponerse el sol.

Pero lo que en el césar Carlos fue la consecució­n natural de una política expansioni­sta unida a una concepción responsabl­e del poder temporal, en su primogénit­o se convertirí­a casi en una obsesión, erigiéndos­e en temible “martillo de herejes” de su tiempo y en rey cruzado por antonomasi­a.

Felipe II era un hombre de marcada religiosid­ad que con el paso de los años se convirtió en un monarca cada vez más providenci­alista. Al igual que Carlos V, tenía la firme convicción de haber sido elegido por Dios para gobernar y mantener unida a toda la cristianda­d. Una obsesión rondaría por su mente durante la segunda parte de su reinado: la conquista de la Inglaterra isabelina… La armada más gigantesca de su tiempo –llamada por los españoles Grande y Felicísima, y por los ingleses, tras el desastre, con sorna, la Armada “Invencible”– fue su mayor fracaso.

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