Historia de Iberia Vieja Monográfico

EL PRENAUTA

Alonso Sánchez, el “prenauta”

- ALBERTO DE FRUTOS

Diversos autores y tradicione­s nos hablan de un misterioso marino onubense, Alonso Sánchez, que pudo preceder a Cristóbal Colón en el descubrimi­ento del Nuevo Mundo. La realidad del “prenauta” se confunde con su leyenda, que viene a avivar el fuego de un viaje lleno de lagunas y puntos negros.

Quienes se den una vuelta por los jardines del Muelle de Huelva se toparán con un monumento del escultor León Ortega consagrado a la memoria de un navegante. En su base figura la siguiente inscripció­n: “Al marino Alonso Sánchez de Huelva, predescubr­idor del Nuevo Mundo”. Un instituto de Educación Secundaria, en la Avenida Pío XII de la misma ciudad, un parque, o una embarcació­n de salvamento de cobertura bautizada también en su honor recuerdan a ese “predescubr­idor” o “prenauta”, el hombre que supuestame­nte antecedió a Colón en la conquista del Atlántico y el descubrimi­ento del Nuevo Mundo.

Su biografía parece haberse gestado en un muelle de brumas. Fijar las coordenada­s de su nacimiento o de su muerte es poco menos que una misión imposible, sobre todo porque ni siquiera sabemos qué crédito conceder a una de las historias más heterodoxa­s y fascinante­s de cuantas han alumbrado las crónicas.

El fraile dominico Bartolomé de las Casas (1484-1566) fue uno de los autores más significat­ivos que dio carta de naturaleza al personaje, rebajando en parte, aunque sin pretenderl­o, el mérito de Cristóbal Colón, cuyas destrezas en el oficio de marino y probada intuición no parecían bastar a su hazaña. No, el genovés necesi- taba que alguien le echara una mano; y el apologista de los indios registró un rumor muy difundido en la época según el cual: “Díjose que una carabela o navío que había salido de un puerto de España (no me acuerdo haber oído señalar el que fuese, aunque creo que del reino de Portugal se decía) y que iba cargada de mercadería­s para Flandes o Inglaterra, o para los tratos que por aquellos tiempos se tenían, la cual, corriendo terrible tormenta y arrebatada de la violencia e ímpetu della, vino diz que a parar a estas islas y que aquesta fue la primera que las descubrió. Que esto acaeciese así, algunos argumentos para mostrarlo hay (…)”.

No obstante, el padre no escatimó elogios a la hora de ensalzar al descubrido­r oficial de las Indias. Tal como apunta E. Ortiz, de la Universida­d de Arizona, “el piloto fue una de tantas ayudas divinas que Colón recibió para realizar su expedición. De esta manera, Las Casas nos dice que Colón era el elegido de Dios y por esa condición ‘de todas partes y por muchas maneras daba Dios motivos y causas a Cristóbal Colón para no dudase de cometer tan grande hazaña’”.

LA VERSIÓN DEL INCA

Alonso Sánchez se fue materializ­ando desde su bruma primigenia hasta tomar cuerpo por obra y gracia de varios estudiosos que dieron pábulo a su existencia. En

realidad, Las Casas no fue el primero que nos habló de él. La paternidad del piloto misterioso habría que atribuírse­la a otro sobresalie­nte historiado­r, Gómez Suárez de Figueroa, llamado el Inca Garcilaso de la Vega, quien se la habría oído contar a su padre, servidor de los Reyes Católicos. En el capítulo III de sus Comentario­s reales (1609), el inca presentaba una minuciosa reconstruc­ción de los hechos: “Cerca del año de mil y cuatrocien­tos y ochenta y cuatro, uno más o menos, un piloto natural de la villa de Huelva, en el condado de Niebla, llamado Alonso Sánchez de Huelva, tenía un navío pequeño, con el cual contrataba por la mar, y llevaba de España a las Canarias algunas mercadería­s que allí se le vendían bien, y de las Canarias cargaba de los frutos de aquellas islas y las llevaba a la isla de la Madera, y de allí se volvía a España cargado de azúcar y conservas. Andando en esta su triangular contrataci­ón, atravesand­o de las Canarias a la isla de la Madera, le dio un temporal tan recio y tempestuos­o que, no pudiendo resistirle, se dejó llevar de la tormenta y corrió veinte y ocho o veinte y nueve días sin saber por dónde ni adónde, porque en todo este tiempo no pudo tomar el altura por el sol ni por el Norte. Padecieron los del navío grandísimo trabajo en la tormenta, porque ni les dejaba comer ni dormir. Al cabo de este largo tiempo se aplacó el viento y se hallaron cerca de una isla; no se sabe de cierto cuál fue, mas de que se sospecha que fue la que ahora llaman Santo Domingo”.

Prosigue diciendo el Inca que, una vez tomaron notas de todo lo visto, Alonso Sánchez y sus hombres decidieron partir de la isla a tiento: “Y por la dilación del camino les faltó el agua y el bastimento de cuya causa, y por el mucho trabajo que a ida y venida habían padecido empezaron a enfermar y morir de tal manera que de diez y siete hombres que salieron de España no llegaron a la Tercera más de cinco y entre ellos el piloto Alonso Sánchez de Huelva”.

El Inca remacha, pues, algunos datos que luego repetirán en el futuro, con algunas variantes, otros cronistas. El primero se refiere a la fecha del Descubrimi­ento: 1484, es decir, ocho años antes de que Colón finiquitar­a la Edad Media convencido de que tan solo (y nada menos) había hallado el camino a las Indias. Y el segundo, a las circunstan­cias de tan singular aventura, que convirtió a Alonso Sánchez en un náufrago por dos veces, si bien la suerte no le dio a la postre la espalda; puesto que, al menos, fue él el primero en poner el pie sobre las tierras vírgenes de América.

Pero, ¿lo fue? Los partidario­s de que Colón se inspiró en el viaje de Sánchez siguen, sobre todo, la pista de las Capi

tulaciones de Santa Fe, que recogen los acuerdos suscritos por los Reyes Católicos y el almirante relativos a la expedición a las Indias siguiendo la ruta occidental. ¿Cómo pudo ser tan preciso el genovés a la hora de perfilar su ruta? Los detractore­s, entre tanto, reclaman que el almirante fue víctima de una conspiraci­ón, fruto de la envidia, para menoscabar su fama.

Tal vez el libro más completo para revisar las razones de unos y otros sea el escrito por Baldomero de Lorenzo en 1892, Cristóbal Colón y Alonso Sánchez o el primer descubrimi­ento del Nuevo Mundo, un catálogo que resume todas las teorías presentada­s sobre el “prenauta” hasta entonces. Uno de los capítulos quiere mostrarse concluyent­e cuando sostiene: “Cristóbal Colón, en su primer viaje, siguió el derrotero que le había enseñado Alonso Sánchez”. Su prueba, quizá no tan irrefutabl­e, era que, de acuerdo con el

Diario de Colón, el almirante “llevaba un rumbo cierto, determinad­o, fijo; es decir, que sabía a dónde iba, que no caminaba a la ventura, y esto tenía que ser debido a los datos que le suministra­ra el desgraciad­o náufrago de Huelva”. LA VIDA EN UNA BALANZA Lo cierto es que, tras la atenta lectura de las crónicas, uno tiene la impresión de que el “prenauta” se ha balanceado en un peso y que las cargas han vacilado a la hora de resolver su existencia real. En un artículo publicado por La Ilustració­n Española

y Americana el 30 de marzo de 1892, y bajo el epígrafe Precursore­s fabulosos de

Colón, su autor, Juan Pérez de Guzmán, hace una síntesis de las distintas voces que han mencionado su existencia, si bien, concluye él con ímpetu, todas son falsas: “Lo malo que tuvo desde su origen esta patraña fue el haber dado origen a tantas otras como desde entonces se han sucedido por el mundo, disputando cada país de su respectiva invención a Cristóbal Colón y a España los honores de la prioridad en el descubrimi­ento (…)”.

En su opinión, la exposición de tantas versiones demuestra que todas tenían por origen una misma fuente: la de la “novela inventada por la imaginació­n del pueblo

EL INCA REMACHA ALGUNOS DATOS QUE REPETIRÁN EN EL FUTURO OTROS CRONISTAS. EL PRIMERO SE REFIERE A LA FECHA DEL DESCUBRIMI­ENTO: 1484

LOS PARTIDARIO­S DE QUE COLÓN SE INSPIRÓ EN EL VIAJE DE SÁNCHEZ SIGUEN, SOBRE TODO, LA PISTA DE LAS CAPITULACI­ONES DE SANTA FE

para disminuir la gloria de Colón”. El artículo recoge, por ejemplo, las reflexione­s del historiado­r Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), uno de los principale­s difusores de la leyenda del “prenauta”, que, tras explicar la versión del piloto perdido, se niega a menguar el valor de Colón; pues, según él, “que esto pasare así o no, ninguno con verdad lo puede afirmar; pero aquesta novela así anda por el mundo entre la gente vulgar de la manera que yo he dicho. Para mí yo la tengo por falsa (…)”.

Hemos dejado a Alonso Sánchez en Santo Domingo, en una fecha tan temprana como 1484. Pero, ¿qué pasó después? ¿Cómo llegó el genovés a tener conocimien­to de esa historia, que, en teoría, tanto habría de facilitar su primer y exacto viaje a las Indias?

El azar puso en relación a ambos personajes en la isla de Porto Santo, en Madeira, donde el almirante residió entre 1478 y 1484. Su hijo Hernando refiere la estancia de su padre en el V capítulo de su Historia del almirante, donde confirma que Colón naufragó tras un combate naval en las aguas de Cabo de San Vicente (1476), al sur de Portugal, y, tras recuperars­e de los daños sufridos, se dirigió a Lisboa, donde conoció a la que habría de ser su mujer, Felipa Muñiz, comendador­a en el monasterio de Todos los Santos, “donde el Almirante iba de ordinario a misa”. Pues bien: fue su suegra quien, según Hernando, le puso al tanto de los conocimien­tos que de cosmografí­a había tenido su marido, Pedro Muñiz, quien en vida llegó a ser gobernador de la isla de Porto Santo. “Y porque vio la suegra que daba mucho gusto al Almirante saber semejantes navegacion­es, y la historia de ellas, le dio las escrituras y cartas de marear que habían quedado de su marido con lo cual el Almirante se acaloró más, y se informó de otros viajes y navegacion­es que hacían entonces los portuguese­s a la Mina y por la costa de Guinea, y le gustaba tratar con los que navegaban por aquellas partes”. Hoy, la isla de Porto Santo se enorgullec­e de su vecino más ilustre, merced a la Casa-museo Cristóbal Co- lón, cerca de la iglesia Matriz, y repleta de retratos del almirante y mapas con las rutas que recorrió.

Quiere la tradición que, de vuelta de su epopeya como náufrago, recalara Alonso Sánchez, y sus supervivie­ntes, en esa isla y que en ella informara a Colón de cuanto había descubiert­o en su infortunad­o viaje. El almirante nada pudo hacer para salvarles la vida: “Fueron a parar a casa del famoso Cristóbal Colón, genovés, porque supieron que era gran piloto y cosmógrafo y que hacía cartas de marear, el cual los recibió con mucho amor y les hizo todo regalo por saber cosas acaecidas en tan extraño y largo naufragio como el que decían haber padecido. Y como llegaron tan descaecido­s del trabajo pasado, por mucho que Cristóbal Colon les regaló, no pudieron volver en sí y murieron todos en su casa dejándole en herencia los trabajos que les causaron la muerte, los cuales aceptó el gran Colón con tanto ánimo y esfuerzo, que, habiendo sufrido otros tan grandes y aun mayores (pues duraron más tiempo), salió con la empresa de dar el Nuevo Mundo y sus riquezas a España”, resume el inca Garcilaso.

Es imposible zanjar si la historia es verdadera o falsa. Mientras que algunos

autores, como Tomé Cano en Arte de fá

brica de naos, ni la cuestionan (“lo cual es así cosa certísima, fuera de toda opinión y que así se platica y sabe hoy en la isla de la Madera y entre los viejos marineros de Portugal, el Algarve y lo que llaman el condado [de Niebla]“), otros ponen la teoría en cuarentena, alarmados quizá por la plétora de versiones alternativ­as, como la que llega a sugerir que, en realidad, Alonso Sánchez murió en circunstan­cias misteriosa­s en la casa de Colón...

En último término, la tradición que inaugurara­n el inca Garcilaso y Fernández de Oviedo y prosiguier­an López de Gómara, el padre José de Acosta, Bernardo de Alderete o Rodrigo Caro puede ser puesta en duda, pero no rechazada categórica­mente, a la par que también puede ser defendida por algunos motivos, pero nunca con una convicción total y definitiva.

Y es que el principal problema ha radicado en que, a medida que el tiempo pasaba, las versiones se iban nublando con nuevos y sabrosos datos, que, por un lado, aportaban más color a la leyenda, pero, por otro, embotaban a los investigad­ores, que nunca supieron resolver el tamaño del navío que pilotaba Alonso Sánchez, su destino exacto, el rumbo de los vientos ni los días que le llevó arribar a Madeira, entre otros puntos oscuros. •

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Estatua de Cristóbal Colón en San Francisco. Las representa­ciones del genovés son recurrente­s en todos los países americanos.
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Arriba, portulano del Mediterrán­eo y de las costas atlánticas de Europa y parte de África. A la izquierda, Juan Vespucio, sobrino de Américo, elaboró el modelo cartográfi­co de los territorio­s americanos, añadiendo el tema de la navegación hacia el oeste.
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 ??  ?? Navegantes. La seguridad con que Colón emprendió rumbo a las Indias hizo creer a sus coetáneos que había dispuesto de cierta informació­n suministra­da por un marinero onubense, Alonso Sánchez, que se le habría adelantado varios años en el descubrimi­ento...
Navegantes. La seguridad con que Colón emprendió rumbo a las Indias hizo creer a sus coetáneos que había dispuesto de cierta informació­n suministra­da por un marinero onubense, Alonso Sánchez, que se le habría adelantado varios años en el descubrimi­ento...
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