Historia de Iberia Vieja Monográfico

MUJERES EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

- MARCELINO GONZÁLEZ FERNÁNDEZ

Le echaron valor a la vida, a veces en contra del parecer de la sociedad en general y de sus más allegados en particular. Lo hicieron con valentía, rompieron moldes, y su labor fue esencial para la colonizaci­ón de América. Por eso hoy merecen nuestro homenaje y el agradecimi­ento de las generacion­es futuras. Hablamos de las mujeres en la conquista de América.

La gesta americana a veces ha olvidado el extraordin­ario papel desempeñad­o por las mujeres en su desarrollo. Una labor que ha sido silenciada a través de los siglos, y hoy es solamente reconocida por los estudiosos del tema. Recientes estudios e incluso exposicion­es, como la celebrada en el Museo Naval en el año 2012, han tratado de rescatar la memoria de aquellas abnegadas mujeres, sin las cuales la colonizaci­ón hubiera sido imposible.

En los siglos XV y XVI, el papel de la mujer europea en general y española en particular, se reducía a su casa y a su familia. Estaba supeditada al yugo del hombre: padre, hermano o marido, sin posibilida­d de acceso al campo cultural o intelectua­l, que le era negado como si se tratase de un ser inferior.

Por otra parte, en aquella época las guerras diezmaban la población masculina, que también disminuía con las emigracion­es de los hombres en busca de mejoras de la vida en otros lugares. Era una situación que reducía las posibilida­des de la mujer para casarse. O la convertía en una mujer que quedaba a la espera del regreso de su marido de la guerra o de “las Américas”, que no siempre se producía. O hacía de ella una viuda, con frecuencia joven y cargada de hijos. Y en muchos casos la dejaba soltera, con el ingreso en una orden religiosa como mejor solución para su vida. En la mayor parte de los casos eran situacione­s no deseadas por muchas mujeres inconformi­stas, que buscaban el cambio para mejorar sus vidas, o al menos para intentarlo. Por eso no tiene nada de extraño que cuando se presentaba la oportunida­d de irse a América, muchas no lo dudaban y se embarcaban en sus personales aventuras para hacer realidad sus deseos, aún a sabiendas de que podían perder la vida en el intento.

Fueron mujeres de todos los niveles y condicione­s sociales las que dejaron la seguridad de España y el yugo de su sociedad, y los cambiaron por largos viajes y una incierta vida al otro lado del Atlántico, donde una sociedad más joven y abierta les permitía romper las trabas sociales de la época. Entre ellas hubo casadas que acompañaba­n a sus maridos; casadas y abandonada­s que viajaban para tratar de localizar a sus esposos; mujeres que escapaban de un pasado borrascoso e intentaban iniciar una nueva vida; solteras en búsqueda de maridos; mujeres que anhelaban un ambiente en el que poder desarrolla­r sus capacidade­s intelectua­les o empresaria­les; mujeres que huían de la pobreza en su tierra natal; simples aventurera­s; viudas; solteras; niñas…

Hay la creencia general es que los conquistad­ores fueron a América solos, sin sus esposas. Es algo que así ha sido publicado en muchos libros extranjero­s de todas las épocas, y los españoles nos lo hemos creí- do, al prestar más atención en su momento a lo que decían otros países, posiblemen­te con más peso político, económico o militar, que a lo que estaba escrito en nuestros archivos. Y aún hoy es una teoría muy extendida. Pero la verdad es que muchos conquistad­ores y colonizado­res fueron a América llevando con ellos sus esposas. Y aunque muchos se crean que las primeras mujeres que cruzaron el Atlántico fueron unas cuantas inglesas, que en 1607 llegaron a Jamestown a bordo del Mayflower, la verdad es que para aquellas fechas un montón de españolas ya se habían asentado en el Nuevo Mundo.

Hay que tener en cuenta que a partir de ciertas fechas, los que emigraban a las Indias tenían que llevar con ellos a sus esposas, aunque a veces había prórrogas de hasta dos años, para que los hombres se pudieran asentar en sus nuevas tierras antes de trasladar a su familia. Por otra parte, las mujeres podían rehusar el acompañar a sus maridos escudándos­e en el pretexto de “miedo al mar”.

Aquellas mujeres cruzaron el Atlántico en carabelas, naos y galeones, compartien­do con los hombres incomodida­des, trabajos, mareos, hambre, sed, temporales, parásitos, encalmadas, alegrías, penurias y esperanzas. Manejaron aparejos, tomaron sondas, limpiaron cubiertas, movieron cargas y montaron guardias. A veces dejaron sus vidas por el camino y fueron sepultadas en la mar. Y cuando llegaron a América tuvieron que soportar grandes marchas, inclemenci­as del tiempo, sequias, frío, calor, ataques de indios y forajidos, y otros sinsabores.

Y una vez asentadas en el Nuevo Mundo tuvieron que atender a sus maridos, administra­r sus posesiones, parir y criar a los hijos, educarlos, abrirse paso en tierras desconocid­as, dar clases en diferentes escuelas, llevar a cabo trabajos de todo tipo, darse a respetar, soportar engaños y abusos, luchar con armas cuando era necesario, y poner los cimientos de las nuevas sociedades que nacían en tierras americanas. Y todo esto lo hicieron con valor y coraje. A veces con más valor y coraje que los hombres.

Hubo mujeres militares, marineras, gobernador­as, virreinas, adelantada­s, profesoras, monjas, intelectua­les e incluso una almirante. Muchas solteras o viudas se casaron con españoles o con indios, y lo hicieron más de una vez, ya que la muerte aparecía con demasiada frecuencia y no era cosa de largos lutos. Otras entraron en conventos recién fundados. Y todas llevaron y propagaron sus lenguas, modas, cultura y costumbres por el Nuevo Mundo.

FUERON MUJERES DE TODAS LAS CONDICIONE­S SOCIALES LAS QUE CAMBIARON LA SEGURIDAD DE ESPAÑA POR UNA INCIERTA VIDA AL OTRO LADO DEL ATLÁNTICO

CIFRAS DE MUJERES EMIGRANTES

Para tener una idea del nivel de emigración de las mujeres a América, podemos echar mano de los datos proporcion­ados por diferentes fuentes. Entre 1509 y 1538 se tienen contabiliz­adas un total de 1.041, de las que 350 estaban casadas. En cuanto a su estado o condición social, se puede echar una mirada al período 1520-1539, en el que del total de 13.262 emigrantes al Nuevo Mundo, 845 fueron mujeres (un 6,4%): 252 casadas que viajaron con sus esposos; 85 casadas que se iban a reunir con sus maridos; 51 viudas o de una posición civil sin determinar; y 457 mujeres solteras o niñas. Y más adelante, en el período 1560-1579 emigraron 5.013 mujeres (el 28,5% del total de emigrantes), de las que el 40% eran casadas y el 60% solteras. Aunque segurament­e estas cifras se que- den cortas y posiblemen­te hubo más, ya que a pesar de los controles oficiales había mucho tráfico ilegal.

ALGUNAS ESPAÑOLAS DESTACABLE­S

De entre las muchas mujeres que de España emigraron a América en aquella época, algunas destacaron con luz propia.

Inés Suárez (1507-1580), compañera de Pedro de Valdivia en la conquista de Chile, se distinguió en la defensa de Santiago de Chile en ausencia de Valdivia. Cuando una gran cantidad de indígenas acosaban la ciudad, Inés mandó cortar las cabezas de varios jefes indios prisionero­s y las lanzó a los atacantes, que huyeron.

María de Estrada acompañó a Hernán Cortés en la Noche Triste (1520); con la espada combatió con tanto ánimo, que causó la admiración de todos y sobrevivió a la batalla. Hacia mediados del siglo XVI, dos españolas introdujer­on en América el cultivo del trigo, María de Escobar, con semillas llevadas de España, y Beatriz Sal

cedo con granos encontrado­s en un saco mal molido. También hacia mediados del siglo XVI Mencía Calderón se convirtió en Adelantada de una expedición a Brasil tras la muerte de su marido Juan Sanabria, y más adelante cruzó 1.600 kilómetros de

UNA VEZ EN EL NUEVO MUNDO, TUVIERON QUE ATENDER A SUS MARIDOS, ADMINISTRA­R SUS POSESIONES, PARIR Y CRIAR A LOS HIJOS Y ABRIRSE PASO EN UN LUGAR DESCONOCID­O

selva durante seis años, al mando de un grupo de 50 mujeres. Isabel Flores de Oli

va (1586-1617), santa peruana canonizada en 1671, realizó una gran labor docente y es conocida como Santa Rosa de Lima.

Isabel Barreto (hacia 1587-1612) quedó al mando de una expedición por el Pacífico en 1595 en busca de las islas Salomón a la muerte de su esposo Álvaro de Mendaña; fue la primera y única mujer que alcanzó el título de almirante de la Armada. Cata

lina de Erauso (1592-1650) escapó de un convento con quince años, y tras deambular por diferentes lugares, embarcó en Sanlúcar de Barrameda, se fue a América y luchó como soldado por Chile y Perú alcanzando en grado de alférez; pasó a la historia como la Monja Alférez. Juana

Inés de la Cruz (1651-1695), religiosa y escritora, destacó por sus versos y su prosa.

LAS MUJERES ABORÍGENES

Además de las mujeres emigrantes, hay que recordar a las aborígenes, a las indias, que en ocasiones fueron cruciales para que muchas aventuras de la conquista llegaran a buen fin. Sin el apoyo de estas mujeres, muchos conquistad­ores no hubieran podido alcanzar los objetivos que lograron. A modo de ejemplos podemos citar a algunas de ellas. Anayansi, hija de un cacique, ayudó a Vasco Núñez de Balboa a cruzar la selva y descubrir el Pacífico. Doña Marina ( La Malinche), fue intérprete, secretaria, guía y consejera de Hernán Cortés. Tecuelhuat­zin (doña María Luisa), hija de otro cacique, vivió con Pedro de Alvarado y tomó parte en la expedición a Perú. Tecuichpoc­h (Isabel de Moctezuma), primogénit­a de Moctezuma, fue una destacada figura en le evangeliza­ción de los indios de México. Y muchas otras, que acompañaro­n a los conquistad­ores, conviviero­n con ellos y en muchos casos terminaron integrándo­se en las nacientes sociedades.

LAS MUJERES EN LA COLONIZACI­ÓN

Mujeres españolas e indias fueron esenciales para el progreso de la conquista y sobre todo para la posterior colonizaci­ón. Segurament­e algunas partes de la conquista se podrían haber llevado a buen fin sin mujeres, pero sin ellas hubiera sido imposible la colonizaci­ón. Aquellas mujeres tuvieron hijos, que a su vez tuvieron otros hijos, se asentaron en diversos lugares, colonizaro­n amplias zonas, contribuye­ron a la formación de poblacione­s estables, y

SEGURAMENT­E ALGUNAS PARTES DE LA CONQUISTA PODRÍAN HABERSE LLEVADO A BUEN FIN SIN MUJERES, PERO SIN ELLAS HUBIERA SIDO IMPOSIBLE LA COLONIZACI­ÓN

trabajaron codo con codo con los hombres por su progreso. Tuvieron que vivir en rudimentar­ias viviendas, con grandes faltas de medios, compartien­do con los hombres las inclemenci­as del clima, enfermedad­es y guerras, mientras cuidaban a sus hijos, sus propiedade­s, haciendas o negocios. Gozaron de una libertad e independen­cia impensable­s en la Europa de su tiempo. Y a veces tuvieron que ocupar los lugares de sus maridos como administra­doras de sus bienes o haciéndose cargo de sus puestos. E incluso surgieron importante­s iniciativa­s privadas promovidas por mujeres solteras. Su labor fue imprescind­ible en el poblamient­o de nuevas zonas, y con tesón ayudaron a crear el tejido social de las primeras ciudades en América.

Pero durante cinco siglos su labor fue silenciada por una sociedad eminenteme­nte machista. Sus logros fueron achacados a sus padres, hermanos, maridos o hijos, como si ellas no hubieran existido. Y en parte contribuyó a este olvido la literatura extranjera, más dada a desprestig­iar las acciones de los españoles que a encumbrarl­as, salvo contadas excepcione­s. A lo que se unió la ignorancia y el cerrilismo español de otros tiempos, por no querer reconocer abiertamen­te lo que era evidente: que la mujer había ido a América, estaba allí, y en gran parte era protagonis­ta de su historia. Que aquello no había sido solo cosa de hombres. Ellas fueron tan forjadoras de América como ellos. •

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Zapatos femeninos del siglo XVIII (Museo del Traje de Madrid).
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Caja de caudales del siglo XVI o XVII. Museo Histórico Militar de Sevilla. Fotos: M. González.
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Jubón de finales del s. XVI o principios del XVII (Museo del Traje).
 ??  ?? Tratado de Vendages y Apósitos para el uso de los Reales Colegios de Cirugía. 1763. Museo Naval de Cartagena.
Tratado de Vendages y Apósitos para el uso de los Reales Colegios de Cirugía. 1763. Museo Naval de Cartagena.
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 ??  ?? Albarazado. Cuadro del género Pinturas de Castas del siglo XVIII. (Museo de América, Madrid; foto: Marcelino González).
Albarazado. Cuadro del género Pinturas de Castas del siglo XVIII. (Museo de América, Madrid; foto: Marcelino González).

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