Las luces de la oscuridad
Casi todos los meses descubrimos cosas nuevas. No me cansaré de repetirlo, especialmente cuando pienso en quienes creen que está todo dicho, todo escrito, todo sabido... Y todo interpretado. Y, lo peor de todo, es que parece que a veces deseamos que sea así y que nos incomoda y desorienta darnos cuenta de que el mundo –y por supuesto, también su pasado– que percibimos es más rico de lo que creíamos. Poco antes de escribir estas líneas leía un estudio científico efectuado por la Asociación de Psicología de Estados Unidos, en donde los expertos en el comportamiento humano “alertaban” sobre cómo las personas tenemos una tendencia natural a ser conformistas y que incluso rechazamos con energía cualquier cosa que altere nuestro sistema de creencias, que es lo que nos da seguridad (también comodidad). Y en ese sistema de creencias tiene mucha influencia –a la hora de darle forma– lo que creemos saber sobre nosotros mismos y nuestro pasado. Durante eones de tiempo hemos estado convencidos de que el pasado siempre fue peor, incluso negro, casi cavernario. Me refiero, por ejemplo, a lo que tenemos asimilado sobre la Edad Media. Hemos vivido en el convencimiento –y así nos lo han enseñado, y más que enseñado casi nos han adoctrinado sobre ello– de que fue un tiempo oscuro durante el cual cualquier avance se detuvo y que el ser humano y la sociedad se estancaron de forma irremediable, tozuda, pertinaz, de forma casi eterna, porque aquello duró siglos y siglos. Evidentemente, el mundo de hoy es mucho mejor, más sano y justo que aquel tiempo, pero si pensamos en que el desarrollo se detuvo y que casi viajamos hacia atrás mientras duró, nos equivocaríamos. El libro que ofrecemos con la revista este mes, escrito por Jesús Callejo, un investigador de crédito, larga trayectoria, con una cultura insuperable, nos enfrenta a ese error tan común y nos descubre un tiempo en el cual hubo también hubo luces casi deslumbrantes y personajes sorprendentes. Hubo también cierta brutalidad –¿y en qué tiempo no la ha habido, acaso en ese “maravilloso” siglo XX que pasa por ser el más bélico y cruel que haya conocido la Historia?–, pero además de ello también se pusieron piezas que sirvieron para colocar cimientos sobre los cuales edificar luego un mundo futuro. Gracias a esos Secretos Medievales hubo posteriormente un Renacimiento, y esa es una lectura que podemos sacar de este trabajo en el cual también descubrimos otros muchos asuntos fascinantes. Espero y deseo que el lector lo disfrute, y que, rompiendo con tópicos y conductas humanas, asuma que, aunque cualquier tiempo pasado siempre fue peor, también hubo lagunas de luz que fueron precisamente las que alumbraron el futuro. Y ya que estamos hablando de este asunto, el número de la revista que tienes entre tus manos expone un buen puñado de asuntos que podrían entrar en esta valoración y que nos demuestran que no todo está escrito. Aunque pare ser exactos, sí estaba escrito, pero dormía en un cajón secundario al que, no es que vayan las cosas menos importantes, sino aquellas que trastocan nuestro convencimiento sobre cómo fue y es todo. Porque si descubrimos que, por poner un ejemplo, a la Antártida los primeros que llegaron fueron españoles con ánimo visionario y atrevimiento casi suicida, seguramente nos replantearemos muchas cosas que conocemos, que nos han dicho y hemos asumido. Y no hay nada malo en eso. Aplíquese pues este comentario a cualquier orden de cosas, y descubra junto a nosotros esas informaciones que nos demuestran lo infinito del pasado que tenemos por descubrir.