“El barco de los sueños” fue el segundo nombre del Titanic. Quizá algo pretencioso, si bien resumía perfectamente las aspiraciones de la naviera
Los dos grandes vapores correos que para la Compañía White Star
Line se están construyendo actualmente y cuyos nombres son
Titanic y Olympic, desplazarán cada uno de ellos 60.000 toneladas”. Esta noticia, aparecida en el diario católico
La Cruz en su edición del 15 de octubre de 1908, fue una de las primeras informaciones que, sobre el Titanic, fueron recogidas por la prensa española.
Durante los meses siguientes las noticias sobre ambos buques se sucederían, haciendo siempre hincapié en sus descomunales proporciones, lo que el periódico
El Día describiría en noviembre de 1909 como “lucha imbécil de lujo y derroche”. Sin embargo, esta apreciación no era compartida por la mayoría de españoles, que veían en esos barcos la constatación de una nueva era.
Y es que a finales del siglo XIX y a comienzos del siglo XX, la ingeniería, la arquitectura o la aeronáutica experimentaron un rapidísimo avance que cautivó la imaginación del mundo. El cielo pertenecía a los zeppelines y el suelo a los veloces ferrocarriles. Los Estados Unidos, Reino Unido, Rusia y Japón disponían ya de submarinos con motor y en las principales capitales comenzaban a erigirse rascacielos que parecían traspasar las nubes.
Fue en esta locura constructiva, cuando el 10 de junio de 1907 Lord James Pirri, socio mayoritario de los astilleros más grandes del mundo, acordó con Bruce Ismay, director gerente de la compañía naviera White Star Line, construir tres inmensos buques gemelos que recibirían los nombres de Titanic, Olimpic y Gigantic, nombre este último que se cambiaría tras el hundimiento del Titanic por el de Britanic. El acuerdo se alcanzó en el edificio que hoy acoge la embajada española en Reino Unido. La idea contó con el aval de diversos inversores y el 31 de marzo de 1909 el Titanic comenzaba a ser una realidad.
Desde ese instante, todas las cifras que rodearon su construcción fueron grandiosas: 3.000 hombres dedicados exclusivamente a la construcción de un casco con 270 metros de largo y 30 de ancho, 27.000 toneladas del mejor acero, tres millones de remaches, una hélice central de 22 toneladas… “Los nuevos colosos del mar”, anunciaba el diario español Vida Marítima en un extenso artículo publicado el 20 de septiembre de 1910 sobre el Titanic y el Olympic, aunque señalando que “no sabemos si por mucho tiempo, porque ya se habla de empezar a construir dos barcos de 900 a 1.000 pies de largo”. Para hacernos una idea de lo que supusieron estos colosos, los puertos en los que estaba prevista su llegada o partida debieron agrandarse para permitir el embarque de los pasajeros y el desembarque de mercancías. Nada podía interponerse a unos buques que costaron la friolera, cada uno, de 10 millones de dólares -mil millones de euros actuales-.
UNA FELIZ DESPEDIDA
Sin contratiempos destacables, a las 12 del mediodía del 31 de mayo de 1911, el Titanic era botado al mar. “En Belfast ha sido botado al agua hoy, en presencia de unas doscientas mil personas, el nuevo gigantesco transatlántico Titanic”, reseñaba en una crónica La Vanguardia. Varios meses antes, el 20 de octubre de 1910, se había hecho lo propio con el Olympic.
“El barco de los sueños”, fue el segundo nombre del Titanic. Quizá algo pretencioso, pero que resumía perfectamente las aspiraciones de la naviera, la cual no escatimó en gastos para reunir en los salones, camarotes y pasillos del buque lo mejor del mercado. Vajillas de porcelana, candelabros de plata, alfombras y tapices de exquisitos tejidos que decora- ban suelos y paredes… Y, como colofón, un personal especialmente seleccionado para atender a las 2.150 personas que podía transportar el barco, entre personal y pasaje. Un lujo y una capacidad que el diario ABC resumió perfectamente en la víspera de su primer viaje: “Mañana hará su primer viaje de Southampton a Nueva York el mayor transatlántico del mundo, el Titanic. Este coloso de la navegación, que desplaza 46.328 toneladas, puede llevar a bordo 2.150 personas, de ellos 750 pasajeros de primera, 500 de segunda, 1.100 de tercera y 800 de tripulación. El Titanic ha costado 85 millones de francos, y tiene, entre sus instalaciones, un gimnasio, un baño de vapor, una piscina, un café ruso y otro turco”.
El 10 de abril de ese 1912 amaneció con bruma, pero sin lluvia, todo un milagro para tratarse de Inglaterra en esa época. El muelle de Southampton se encontraba atestado de gente y de vehículos. La mayor parte, curiosos que no querían perderse la salida del Titanic. Y entre esa multitud, la mayor parte de las 2.208 personas que compondrían el pasaje del barco. Debemos recordar que, tras Southampton, el Titanic hizo escala en la bahía francesa de Cherburgo, de cuyo puerto salieron varias barcazas transportando pasajeros al barco, principalmente de primera y de segunda clase.