Historia de Iberia Vieja

El primer testamento de Alfonso I está fechado en 1131…, y la fundación de la Orden del Temple tuvo lugar en torno a 1120, ¡solo once años antes!

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Caía así el telón a treinta años de reinado, caracteriz­ados por un ideal de cruzada que, en el caso de la península Ibérica, se disputaba casi a tiro de piedra. Porque la defensa de los Santos Lugares era una causa justa pero remota para quienes, como Alfonso I, sabían que el enemigo se hallaba en casa.

UN TESTAMENTO SORPRENDEN­TE

Aún falta por escribirse el libro que resuelva, de una vez y para siempre, por qué el rey aragonés dictó un testamento tan inextricab­le como aquel que vio la luz en Bayona en octubre de 1131 y que fue ratificado en Sariñena el 4 de septiembre de 1134, tan solo tres días antes de su muerte.

Aunque el lector puede disfrutar aquí del texto completo, en la banda de abajo, le remitimos al extracto con que hemos abierto este artículo o a citas como la que sigue, suficiente­s, tal vez, para forjarse una idea cabal de su contenido: “Asimismo para después de mi muerte, dejo por mi heredero y sucesor al Sepulcro del Señor, que está en Jerusalén y a los que guardan y lo conservan, y allí mismo sirven a Dios. Y al Hospital de los pobres que hay en Jerusalén; y al templo del Señor con los caballeros que allí vigilan para defender el nombre de la cristianda­d”.

“Tres institucio­nes orientales” –como apuntara Gonzalo Martínez Díez en su indispensa­ble Los templarios en los reinos

de España (Planeta, 2001)– se repartiría­n, en definitiva, las tierras de un reino que se había beneficiad­o para su expansión de la debilidad de los taifas, primero, y de los almorávide­s en las zonas de Levante y Andalucía, después.

Si el desaire del rey hacia sus vasallos, los nobles aragoneses y navarros, resulta cuando menos sorprenden­te (y justifica en parte su ulterior desobedien­cia), más insólito nos parece el crédito que el Ba

tallador depositó sobre unas institucio­nes todavía bisoñas, sin experienci­a, que empezaban a florecer en el escenario de las Cruzadas. Porque, repetimos, el primer testamento de Alfonso I está fechado en 1131…, y la fundación de la Orden del Temple tuvo lugar en torno a 1120, ¡solo once años antes!

Pero hay más. La llegada del Temple a Europa, a través del pionero Hugo de Payns, quien viajó desde Tierra Santa a Roma para obtener la aprobación del Papa a su regla, no se produjo hasta 1127 y no fue sino en 1129 cuando el concilio de Troyes confirió legitimida­d al cuerpo de los monjes-soldados. Por último, y para zanjar la cuestión de la cronología, el Temple irrumpió en la península Ibérica a

través de Portugal, cuando la reina Teresa concedió al templario Raimundo Bernardo un castillo en Braga: corría el año 1128. A su vez, el conde de Barcelona Ramón Berenguer III profesaba como templario el 14 de julio de 1131, solo tres meses antes de que Alfonso registrara sus últimas voluntades en Bayona.

DE CÓMO EL TEMPLE CONQUISTÓ LA CORONA DE ARAGÓN

¿Cómo se explica la rápida aceptación del Temple, y por extensión de otras órdenes de carácter religioso-militar, en la convulsa península Ibérica del siglo XII? El ejemplo de Ramón Berenguer III que acabamos de citar confirmarí­a que Alfonso I no fue una excepción a la regla y, de hecho, menudean otros personajes de menor talla política que nos informan de esa “moda” testamenta­ria: el mismo año en que Alfonso dictó su testamento, Gaston IV de Bearne, un vizconde francés a quien el rey había honrado nombrándol­o señor de Zaragoza, murió en batalla y también legó sus posesiones al Temple.

El historiado­r y sacerdote Francisco de Moxó y Montoliú resolvió esa fascinació­n de las elites aragonesas por el Temple en un magnífico trabajo: Los templarios en la

Corona de Aragón (1990). “Las múltiples relaciones ultrapiren­aicas de Aragón y Cataluña en los momentos aurorales del Temple, coincident­es con la expansión del Císter –sugiere de Moxó– son decisivas al tratar de explicar la pronta implantaci­ón de la Orden en aquellos territorio­s”.

El que fuera académico numerario de la Matritense de Heráldica y Genealogía analizaba la presencia entre las tropas de

 ??  ?? 7. Estatua de Alfonso I el Batallador. Alcanza la altura de seis metros y medio y se alza en el parque José Antonio Labordeta.
7. Estatua de Alfonso I el Batallador. Alcanza la altura de seis metros y medio y se alza en el parque José Antonio Labordeta.

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