Con el apoyo de la nobleza aragonesa, que hizo caso omiso a los antecedentes monásticos de Ramiro II, éste fue proclamado rey
rey solo podía disponer a su antojo de las tierras que hubiera ganado por su propia mano, mientras que aquellas que hubiese heredado de sus antepasados –la mayoría, en este caso–, engrosarían los bienes del familiar más cercano.
Siguiendo esa costumbre, el favorito era su hermano Ramiro, que había profesado como monje y acababa de ser designado obispo de Roda. Con el apoyo de la nobleza aragonesa, que hizo caso omiso a los antecedentes monásticos de Ramiro, éste fue proclamado rey; si bien su autoridad no tardó en ser cuestionada por otros “candidatos” que aspiraban a heredar los jugosos territorios de la Corona aragonesa.
A su vez, los barones y nobles de Navarra designaron sucesor a García Ramírez el Restaurador, nieto, nada menos, que del Cid.
Si revisamos la evolución que siguieron Aragón y Navarra en los años posteriores, bien podremos concluir que Alfonso I les echó desde su tumba un “mal de ojo” por díscolos... En el caso de Ramiro II el
Monje, pronto se ganó la enemistad de la Santa Sede, precisamente por haber menospreciado a los herederos de la Corona según el testamento regio. En junio de 1535, el papa Inocencio II instó a los príncipes de los distintos reinos a que se cumpliera el testamento del Batallador, pero su epístola cayó en saco roto.
Por su parte, García Ramírez, que había sido proclamado rey en Navarra por sus acólitos, reconoció la supremacía de Ramiro II, pero lo traicionó al prestar vasallaje a Alfonso VII. Éste, tras apoderarse del Regnum Caesaraugustanum o reino de Zaragoza, se lo cedió a García Ramírez para ganarse su apoyo, ante la conformidad de la mayoría de los condes languedocianos, ligados a Alfonso por una relación de vasallaje.
Si nos atenemos a la leyenda, Ramiro II, ante las presiones de Alfonso VII y vista la falta de respaldo de sus propios nobles, huyó a Ribagorza y Cataluña y, una vez que “reconquistó” desde allí sus
13. Sermones de San Bernardo. Este manuscrito español del siglo XIII recoge un sermón de Bernardo de Claraval, uno de los impulsores de la Orden del Temple. 14. Mezquita de la Roca de Jerusalén. posesiones, mandó ejecutar a sus opositores y colgó sus cabezas de la campana de la catedral de Huesca…
LA SOLUCIÓN AL LITIGIO
¿Y qué decir ahora, en este punto, de los hospitalarios, los templarios y los caballeros del Santo Sepulcro que habían sido humillados y ofendidos por las maniobras de los nobles aragoneses y navarros? Pues que poco pudieron hacer en un pri-