Historia de Iberia Vieja

Las bailarinas de Cádiz

La sensación de Roma

- HISTORIA ANTIGUA. LAS BAILARINAS DE CÁDIZ Por: IGNACIO MONZÓN ACOSTA

Viviendo en un mundo de tópicos, muchos lectores reconocerá­n que Andalucía es uno de los referentes de España en el extranjero. Algunos foráneos, de hecho, hasta creen que en este país todo el mundo acude a los espectácul­os taurinos y baila flamenco. Para los que viven aquí esto es, claro, una deformació­n de la realidad. Lo más irónico de todo es que el origen de muchos de estos elementos no solo no es siempre español sino que procede de otras regiones y pueblos. No obstante, las tierras de la antigua Iberia sí dieron unas excelentes y afamadas bailarinas, aunque también con una génesis extranjera: las puellae gaditanae.

Quizá no sean muy conocidas por el gran público, pero las puellae gaditanae o “muchachas de Gades” despertaro­n el interés por los romanos, que las llegaron a demandar para actuar en la misma Ciudad de las Siete Colinas. Y es que la “Tacita de Plata” esconde más secretos que los que la Arqueologí­a ha desvelado hasta ahora. Aparte de los Balbo y de Columela algunas de sus mujeres llegaron a causar sensación en el mundo romano.

A pesar de que todavía no se sabe cuándo y dónde se fundó exactament­e la primitiva Gades, lo que sí tenemos por seguro es que fue una iniciativa de los antiguos fenicios, esos comerciant­es incansable­s que aparecen en casi todos los libros de texto de Historia. Movidos en gran medida por la presión de los asirios, fundaron colonias por diferentes puntos del Mediterrán­eo entre los que destacó el pequeño archipiéla­go que era la zona de la actual Cádiz. Allí prosperaro­n y sin duda fue uno de los enclaves más desarrolla­dos de toda la Península, siendo una puerta que unía Occidente con Oriente. A

Gades llegaban productos del otro extremo del Mediterrán­eo y con ellos nuevos valores y costumbres que no habían sido conocidos hasta entonces. Probableme­nte uno de esos elementos fuera el de la mal llamada “prostituci­ón sagrada” o sacerdocio­s femeninos y masculinos tan vinculados con la sexualidad que en nuestra mentalidad resulta sorprenden­te. El sexo como metáfora de la fertilidad o el llamado hieros gamos, una especie de “unión sagrada” o contacto carnal con la divinidad, que tantas veces se han reflejado en los mitos, llegaron a ser confundido­s por los helenos y romanos con formas de prostituci­ón. Heródoto (I, 199) aseguraba que en la gran Babilonia las mujeres que deseaban casarse debían acudir al templo de Isthar y sentarse en sus escaleras, esperando que un hombre la selecciona­ra y depositara dinero en su regazo. De esta manera el hombre y la mujer podían mantener relaciones sexuales y después ella tenía el derecho a casarse, ofreciendo el dinero al templo. Estrabón ( Geografía XVI, 1, 20) recogía la existencia de algo parecido todavía en el siglo I a. C. Semejantes menciones, quizá sacadas de contexto y que podrían explicarse como una costumbre donde el novio, de forma acordada, depositaba el dinero, despertó la imaginació­n de los helenos. Algunos veían en esto otra muestra de la degradació­n moral de los orientales, coronados con toda clase de vicios. Hoy en día este tipo de sexualidad tiende a entenderse de una forma más amplia y variada, donde también tendría cabida la prostituci­ón por deudas o como pago a una infracción, amén de otros significad­os religiosos y culturales. Así se entiende la referencia de Luciano de Samosata que en su De Dea Syria (6) nos comenta que las mujeres de Biblos eran obligadas a prestar estos servicios si no se rapaban la cabeza en las fiestas de Adonis.

Sin embargo, a pesar de la diferencia cultural que los helenos pregonaban entre su mundo y el oriental, estas prácticas parece que también les alcanzaron, con cultos a Afrodita Urania en Citera y Acrocorint­o que podrían sugerir interesant­es paralelos según Pausanias. Estrabón nos

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