Los cultos a la fecundidad perseguían la continuación del ciclo agrícola y animal de nacimiento, muerte y resurrección a través de la descendencia
asegura que en la rica ciudad de Corinto existía un templo consagrado a la diosa cíprica con más de cien sacerdotes de ambos sexos que prestaban sus “servicios” carnales a los marinos ( Geogra
fía VIII, 6, 21 y XII, 3, 35-36). Según Ricardo Olmos, en una ciudad portuaria como Corinto, de tanta importancia económica, sería normal tener este tipo de “personal” y que además estuviera dedicado al sexo, pues evidentemente la prestación no era gratuita, teniendo el interesado que ofrendar o pagar al templo. Esta diosa, además, poseía un carácter marino, habiendo nacido de las aguas fecundadas por el esperma de Urano. En Roma está documentado un recinto sagrado dedicado a la Venus Ericina en la Puerta Collina que pudo albergar prácticas similares. De hecho como diosa del amor físico era la patrona de las prostitutas. Incluso existen alusiones, aunque nada claras, hacia una serie de rituales conocidos como “primer desvirgamiento”, que en el ámbito semita pasaban por una iniciación sexual de las mujeres de la casa por parte de extraños. Pero lo que los textos latinos nos cuentan poco tiene de religioso y más bien se centra en estas muchachas y sus artes en la danza y la música. Eso sí, con un carácter de lo más sen
sual y erótico.
BAILE Y MÚSICA
Unir la sacralidad y solemnidad del sacerdocio con la sexualidad se examina a día de hoy como algo histórica y antropológicamente lógico. La unión carnal humana traía hijos, que significaban la continuación de una familia, dinastía o grupo. También representaban una fuerza de trabajo adicional que proporcionaba solaz a los miembros más ancianos, por lo que llegaba a ser fundamental. Sin sexo no había futuro y la misma fertilidad de hombres y mujeres necesitaba de un respaldo animal y vegetal, de donde se sacaba el sustento. Por ello muy pronto las sociedades humanas tuvieron que empezar a vincular su propia carnalidad con la bonanza de la tierra y sus moradores. Los cultos a la fecundidad perseguían la continuación del ciclo agrícola y animal de nacimiento, muerte y resurrección a través de la descendencia. El sexo era vida y por tanto algo muy serio, pero tampoco podemos llamarnos a engaño. Su faceta placentera y lúdica ya se dejó sentir en los primeros días de la Humanidad y por ello liturgias tan serias