Marcial, Juvenal y Estacio nos cuentan que las danzarinas empleaban címbalos y un instrumento muy curioso: las “castañuelas béticas”
un acompañamiento musical que no se limitaba a los instrumentos. Para reforzar el efecto que causaban las que ejercían la danza, algunas de sus compañeras cantaban melodías con letras que llegaban al terreno de lo obsceno, si hacemos caso de Juvenal:
Quizás esperes un coro que se ponga a cantar las lascivas canciones gaditanas, y que las mozas, animadas por los aplausos, se tiendan en el suelo meneando el trasero.
( Sátiras XI, 162-164)
Y más adelante asegura:
Que escuche el repique de las castañuelas y las palabras que se niega a oír incluso la prostituta que se exhibe
desnuda en un burdel bochornoso…
(XI, 172-173)
Pero, como ha señalado Ana María Jiménez Flores, en la “prostitución sagrada” también se cantaba y bailaba en honor de la divinidad y para provocar la excitación, por lo que estas puellae bien podrían haber surgido de un culto serio, alejado de la frivolidad que desprenden los textos. Marcial, Juvenal y Estacio nos cuentan que las danzarinas empleaban címbalos y un instrumento muy curioso que llevaban en cada mano y que se suele traducir por “castañuelas béticas”: las
crusmatae, un par de planchas de madera o metal que al cerrar la mano chocaban y provocaban sonidos muy característicos, como las castañuelas actuales. Designadas en ocasiones como crótalos, su origen puede rastrearse en el mundo del Egipto antiguo y el Oriente Próximo donde también existían danzas que los romanos tildaban de eróticas.
La presencia de estas muchachas en una reunión social dejaba bien claro el carácter que ésta iba a tomar. Plinio el Joven ( Epístolas 1, 15, 3) comenta que sus bailes y demás actos acompañaban cenas con una descripción de platos que hoy se denominarían “eróticos”, por lo que debían ser invitadas a reuniones muy específicas. Alguna que otra llegó a disfrutar de la inmortalidad de su nombre
gracias a Marcial, que afirma de una tal Teletusa:
Capaz de resucitar a los muertos:
Diestra en adoptar posturas lascivas al compás de las castañuelas béticas y en bailar según los ritmos gaditanos, la que haría empalmarse al trémulo Pelías y al marido de Hécuba junto a la pira de Héctor, Teletusa, abrasa y atormenta a su antiguo señor: la vendió como esclava y ahora la recompra como señora.( VI, 71)
En una de las composiciones priapeas, o cantos al dios itifálico Príapo, también se hace referencia a esta mujer o a alguien con su mismo nombre, de la que se dice: Si la trotacalles Teletusa, un día con las caderas al aire [y agitando el vientre de aquí para allá] se te meneara moviendo el espinazo podría con tales artes, oh Príapo, no sólo conmoverte a ti, sino también al mismo hijastro de Fedra. (19)
Otros versos priapeos mencionan a una tal Quincia, de la que se dice: