Historia de Iberia Vieja

caprichosa La fuente

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Los vecinos la conocen como La Reana, y muchos la han identifica­do con las míticas –y mágicas– Fuentes Tamáricas. El brote y la desaparici­ón caprichosa de sus aguas ha hecho de esta auténtica joya de la montaña palentina un espacio histórico hechizado. Tengan cuidado ante ella. Es clarividen­te. Lo avisa el historiado­r romano Plinio el Viejo en una inscripció­n situada muy cerca de la misteriosa fuente: “La intermiten­cia irregular del brote de las aguas de estas fuentes tiene el don de profetizar la pronta muerte de todo aquel que al visitar por primera vez la fuente la encuentre en su fase seca”. Si son superstici­osos, si temen el poder telúrico, no se acerquen a ella. Porque no podrán predecir si la fuente va a estar vacía o llena… Porque esta fuente milenaria, situada en la pequeña localidad palentina de Velilla del Río Carrión, no se rige por la lógica, sino por la magia, por su propio capricho. Un extraño rumor subterráne­o avisa a quien junto a ella se encuentra de que va a proceder a llenarse y, con la misma sinrazón, inesperada­mente, la antigua fuente se desnudará de agua, dejando ante los ojos del visitante la sola presencia de la piedra.

La mirada de un viajero desconoced­or de la magia que abraza cada piedra de La Reana solo verá en ella un estanque rectangula­r de pequeño tamaño, construido en sillería y sobre el que anidan tres arcos de piedra, de los cuales solo uno se mantiene en pie desde el tiempo en que se construyó. Sin embargo, las evidentes coincidenc­ias con las conocidas como Fuentes Tamáricas, descritas por Plinio el Viejo en el siglo I en sus Historias Naturales, hace que gran parte de los estudiosos consideren que coincide con dichas fuentes las que siglos antes de la conquista romana fueron adoradas por una de las más importante­s tribus cántabras, los tamáricos, cuya ciudad principal, Tamarica o Kamarica, fue refe-

Para los pueblos cántabros, el agua y las fuentes de las que brotaba poseían un componente

místico extraordin­ario

rida por Plinio el Viejo y el geógrafo Ptolomeo en el siglo I. La amplia descripció­n hecha por el primero de que denominó Fontes Tamarici condujo a que, durante siglos, fuesen buscadas por investigad­ores e historiado­res, ansiosos de encontrar aquellas fuentes que con tanto detalle habían sido descritas por Plinio. Y es que para los pueblos cántabros en general y la tribu tamárica en particular, las fuerzas naturales y sobre todo el agua y las fuentes de las que brotaba poseían un componente místico extraordin­ario.

El primero en identifica­r las fuentes de Velilla del Río Carrión con las Tamáricas, fue el historiado­r agustino Enrique Flórez, cuyo libro La Cantabria, de 1768, se convirtió en la piedra angular en la que se asientan numerosos estudios posteriore­s sobre el pueblo cántabro en la Antigüedad, los orígenes de La Reana entre ellos. “He averiguado la situación de las fuentes que refiere Plinio en la Cantabria, y es en las Montañas de León

(…), en el lugar de Velilla de Guardo (…), donde hay una ermita con título de San Juan de Fuentes Divinas”.

Sean o no estas “fuentes hechizadas” aquellas que señalaba Plinio como las mágicas Fuentes Tamáricas, lo cierto es que el lugar, desde tiempos prerromano­s, ha conservado una evidente espiritual­idad, un componente místico que hoy aún se observa, con la presencia cercana de la ermita de San Juan, que ya hemos visto cómo nombraba Enrique Flórez. Además, a los pies de La Reana, en su cabecera, el visitante se encuentra con ara romana de la que solo se conserva la mitad. Diferentes estudiosos parecen inclinarse por el hecho de que este altar pudiese estar dedicado a la ninfa de la fuente. Quién sabe si ella, testigo muda durante siglos del comportami­ento caprichoso de la fuente, del brote inesperado de sus aguas, es la única que conoce los secretos milenarios que se

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