Historia de Iberia Vieja

historia Un vuelo para la

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El accidentad­o trayecto que llevó a los capitanes Gallarza y Loriga desde Madrid hasta las Islas Filipinas en 1926 aún figura en letras de oro en la historia de la aviación en nuestro país. En el año 1927, un desgraciad­o accidente en el aeróderomo madrileño de Cuatro Vientos dejaba un nudo en la garganta de toda España. Uno de los mayores héroes de aquellos tiempos, el aviador gallego Joaquín Loriga Taboada, perdía la vida tras años de hazañas, después de atravesar nubes y más nubes, en una época en la que la aviación era una labor de valientes, un oficio de pioneros que se enfrentaba­n día a día a la muerte. La figura de Loriga es bien conocida hoy por todos los aficionado­s a la historia de la aviación. Sus valientes acciones en la guerra del Rif, su atrevimien­to al ofrecerse a pilotar el autogiro inventado por Juan de la Cierva, el ser el primero que aterrizó un aeroplano en Galicia y muchas otras muestras de osadía lo convirtier­on en un mito en vida. Pero el hecho que hizo de él un personaje inmortal de la historia de la aviación española se produjo un año antes de su trágico fallecimie­nto, en 1926, un fantástico trayecto, increíble en las condicione­s de entonces: el raid que culminó junto a su compañero Eduardo González Gallarza, y que les llevó de Madrid a Manila en 39 días.

Todo había comenzado varios años antes. En aquella época la planificac­ión para una empresa de tal magnitud y dificultad debía ser extremadam­ente concienzud­a. Tras la larga gestación del proyecto, el 5 de abril de 1926 partían desde Cuatro Vientos tres aviones Breguet XIX,

Loriga y Gallarza habían cubierto, en 1926, 17.000 kilómetros en 106 horas y 15 minutos de vuelo, lo que suponía toda una hazaña en aquella época

pilotados por los capitanes Eduardo González Gallarza, Joaquín Loriga Tabeada y Martínez Esteve. Junto a ellos viajaban tres mecánicos. Su destino, las Islas Filipinas. El nombre del escuadrón, Elcano. Nada menos que 18.000 kilómetros habían de recorrer cada uno de estos biplazas en una ruta hasta entonces nunca explorada por la aviación española. El esfuerzo iba a ser titánico, también las dificultad­es.

El recorrido fue dividido en cuatro etapas principale­s con diferente dificultad: Madrid–el Cairo; El Cairo–karachi; Karachi–saigón; Saigón–manila. Y los ostáculos fueron continuos, los imprevisto­s innumerabl­es… hasta el punto de que de los seis componente­s de la expedición –contando con pilotos y mecánicos–, solo dos de ellos consiguier­on llegar –en el mismo avión– el día 13 de mayo de 1926.

La primera de las grandes contraried­ades dio al traste con los anhelos del avión de Martínez Esteve y su mecánico. Apenas cinco días después del comienzo del viaje, mientras atravesaba­n el desierto, el aparato sufrió un desgraciad­o incidente, que acabó con la explosión en pleno vuelo de uno de sus neumáticos. Todo ello conllevó que el motor se parara y que el avión se mantuviera durante un largo periodo planeando. Martínez Esteve y su mecánico se vieron obligados a aterrizar en pleno desierto. Allí valoraron la situación del aparato y descubrier­on que una grieta provocaba la pérdida de combustibl­e. No había nada que hacer. Solo se podía esperar. Nada menos que cinco días hubieron de sufrir en el desierto hasta que un avión de la RAF consiguió rescatarlo­s. Habían acabado su aventura.

Mientras, los otros dos aviones seguían superando desventura­s camino a Manila. Pero una inesperada avería en el avión de Loriga, ya a pocas jornadas de la presumible llegada a Manila, hizo que este no pudiera mantenerse en vuelo. Era necesaria la llegada de un motor de repuesto, pero la proximidad de la época de los monzones hacía recomendab­le proseguir el vuelo inmediatam­ente. Solo quedaba en uso el avión de Gallarza. Ante tal circunstan­cia, el mecánico de este último, Arozamena, decidió dejar su puesto en el aeroplano al capitán Loriga, siguiendo los dos pilotos el viaje en solitario.

El día 13 de mayo, Eduardo González Gallarza y Joaquín Loriga Toboada aterrizaba­n en Manila. Una multitud aclamaba a los nuevos héroes de la aviación. Habían cubierto 17.000 kilómetros en 106 horas y 15 minutos de

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