Palmeras en la nieve
El próximo día 7 de febrero, la editorial Temas de Hoy publica un libro que promete convertirse en una de las sensaciones literarias del año 2012. Y, afortunadamente, se trata de una obra en la cual el trasfondo histórico se encuentra presente de principio a fin. Palmeras en la nieve, de Luz Gabás, nos habla de las historias humanas de los españoles que emigraron a Guinea cuando este país africano era todavía una joya colonial bajo mandato de España. Un pasado que ahora resurge. En rigurosa exclusiva ofrecemos un anticipo de la novela, que nos presenta a unos oscenses que en 1953 abandonaron las nevadas cumbres del Pirineo para iniciar una nueva vida en la desconocida, lejana y exótica isla de Fernando Poo, en cuyas entrañas le espera su padre, un veterano de una de las plantaciones de cacao más importantes del mundo. De naturaleza enérgica y nerviosa, Kilian pensaba que tanta ociosidad era una imperdonable pérdida de tiempo. Ya tenía ganas de ocuparse en trabajos físicos. ¡Qué diferente era de Jacobo, que buscaba siempre la ocasión para descansar! Giró la cabeza para observar a su hermano, que reposaba en una cómoda butaca a su lado, con un sombrero cubriéndole la cara. Desde que embarcaran en Cádiz, y especialmente desde que salieron de Tenerife, no había hecho sino dormitar de día y pasar las noches de juerga con los compañeros en el salón del piano o en el Veranda Bar. Entre el alcohol y el mareo que le producía el barco, durante el día parecía un alma en pena y estaba permanentemente cansado.
En cambio, él intentaba sacar provecho de todo lo que hacía. Por eso, además de practicar con su diccionario de Broken
English, todas las tardes leía números atrasados de la revista La Guinea Espa
ñola para hacerse una idea del mundo en el que iba a vivir, al menos durante los próximos dieciocho meses, que era lo que duraría su primera campaña.
En realidad la campaña completa sumaba veinticuatro meses, pero los últimos seis, pagados también, correspondían a vacaciones. Y, además, el jornal había empezado a contar desde la salida de Cá- diz. Una buena razón para estar de buen humor: llevaba casi dos semanas cobrando por leer.
En todos los números de la revista que estaban a bordo, que correspondían al año recién terminado de 1952, aparecía la misma publicidad y en el mismo orden. En primer lugar, se hallaba el anuncio de los almacenes Dumbo, en la calle Sacramento de Santa Isabel, y justo después el de Transportes Reunidos, en la avenida General Mola, ofreciendo los servicios de taller y transporte en una sola factoría, que era como llamaban en los países coloniales a los establecimientos de comercio. Por último, el tercer anuncio mostraba a un hombre fumando que recomendaba