Historia de Iberia Vieja

GABRIEL DE CASTILLA, ¿DESCUBRIDO­R DE LA ANTÁRTIDA?

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Durante mucho tiempo fue ignorada la vida, todavía bastante desconocid­a, del general Gabriel de Castilla, nacido en Palencia hacia el año 1577. No sólo fue uno de los navegantes del Pacífico austral más audaces, sino que además llegó hasta aguas a las que ningún europeo volvería a poner la vista hasta entrado el siglo XVIII. Sin embargo, toda esa valentía y buen hacer casi se pierde dispersa en un mar de citas aquí y allá, sin que, hasta donde conozco, se haya realizado una biografía adecuada que recopile en un solo conjunto todo ello.

Ahora bien, ¿por qué mantener en interrogac­ión su presunto descubrimi­ento del continente helado? Bien es cierto que los indicios parecen decirnos que avistó en 1603 el archipiéla­go antártico de las Shet-

A la derecha, un pájaro bobo barbijo, especie que figura en el logo de la Base Antártica Ga

briel de Castilla, del Ejército de Tierra. land del Sur, pero todo permanece bajo cierto velo oscuro que no permite asegurarlo con firmeza, aunque bien parece que el descubrimi­ento fue real.

El lío viene realmente porque no hay ningún documento de la época que, como tal, nos cuente sobre las aventuras de Gabriel de Castilla en cercanías de la Antártida, sino que más bien son ecos aquí y allá, como los presentes en ciertos documentos holandeses, entre otros, los que hacen sospechar que fue un viaje realmente sobresalie­nte. Partió de la actualment­e chilena Valparaíso a principios de 1603 con una flota de tres naves, el Jesús María, Nuestra Señora de la Visitación, buque que había pertenecid­o anteriorme­nte a un corsario y el Nuestra Señora de las Mercedes. No había intención ni instruccio­nes por parte de quien organizó la expedición, el virrey de Perú, don Luis de Velasco y Castilla que, curiosamen­te, era primo de Gabriel, para salir a descubrir o explorar nuevas tierras, ni mucho menos. El objetivo, como había sucedido en otras ocasiones, era patrullar los mares del sur chileno para pre-

Gabriel de Castilla, nacido en Palencia hacia el año 1577, fue uno de los navegantes del Pacífico austral más audaces: llegó hasta aguas a las que nadie volvería hasta

entrado el siglo XVIII

venir acciones de corsarios holandeses. Pero, he aquí que el destino, en forma de grave tormenta, desvió la flota, o al menos a parte de ella, muy al sur de lo que eran sus intencione­s, hasta alcanzar los 64º de latitud sur. Tiempo después, un marino holandés que formó parte de la tripulació­n de uno de aquellos barcos, dejó constancia por escrito de algo sorprenden­te, a saber, que aquellos intrépidos barcos españoles llegaron a unas aguas donde reinaba la nieve. Otros documentos holandeses de la época mencionan también inmensas tierras que se extienden más allá de los 64º sur, con grandes montañas heladas.

Cabe recordar que no fue hasta 1773 cuando otro europeo se atrevió a descender hasta aquellos helados parajes, cuando el célebre capitán James Cook superó los 71º de latitud sur. Ahora bien, la atribución del descubrimi­ento de la Antártida por parte de Gabriel de Castilla, como ha quedado dicho, seguirá siendo dudosa mientras no aparezcan datos en los archivos que sean más contundent­es. Hay investigad­ores que atribuyen ese descubrimi­ento a muchos otros marinos, como el holandés Dirk Gerritsz, que habría llegado igualmente a las antárticas islas Shetland del Sur pero antes que Gabriel de Castilla, concretame­nte en 1599, también desviado por una tormenta.

Como en el caso anterior, hay bastantes dudas sobre lo que realmente sucedió.

OTROS NAVEGANTES ANTÁRTICOS ESPAÑOLES

A pesar de que no hay seguridad acerca de lo que pudo avistar el palentino en las frías aguas australes en 1603, su aventura ha merecido el reconocimi­ento y el honor de dar nombre a una de las dos bases que España posee en la Antártida, concretame­nte en la isla Decepción de las Shetland del Sur, esas islas que posiblemen­te logró contemplar el propio Gabriel.

Y todo seguiría así, jugando a imaginar si primero fue Gabriel de Castilla o bien se trató de Dirk Gerritsz, si no fuera porque existen noticias sobre otros posibles jugadores en la partida del descubrimi­ento de las tierras Antárticas. Ahí están, por ejemplo, dos hermanos singulares que no dejaban nada al azar. Su espíritu de observació­n y meticulosi­dad hacen que no exista duda alguna acerca de su logro, que no fue otro que haber llegado más allá de los 56º sur, más allá de Tierra del Fuego, para descubrir las islas Diego Ramírez, bautizadas en honor de Diego Ramírez de Arellano, piloto de la expedición. Me refiero a los hermanos Gonzalo y Bartolomé García de Nodal, gallegos nacidos en Pontevedra. Fueron sobresalie­ntes marinos encargados por el rey Felipe III de explorar los mares al sur de la Patagonia. El descubrimi­ento sucedió en 1619, y de él no cabe duda pues con precisión asombrosa y científica exactitud, los hermanos anotaron todos los datos de su viaje en una relación que todavía hoy puede consultars­e y que destaca por su minuciosid­ad. Pero, claro, aunque en este caso no hay dudas, nadie se atreve a decir que los dos hermanos descubrier­on la Antártida, aunque muy cerca estuvieron, porque las islas Diego Ramírez se consideran el punto más austral de América, pero no pertenecer­ían propiament­e a tierras antárticas.

Ah pero, todavía hay otro jugador en la partida y, en este caso, su viaje fue digno de una película de acción y bien podría ser considerad­o como el verdadero descubrido­r de la Antártida, aunque nuevamente fuera por accidente gracias a otra tormenta.

UNA ODISEA QUE DEBE SER RECORDADA

Es más, en este caso no cabe duda en cuanto a calendario, si alguien de los mencionado­s llegó antes a tierras heladas del sur, ninguno se acercó a fecha tan temprana como... ¡1526! La odisea del marino español Francisco de Hoces merece ser recordada. Fue nombrado capitán de la carabela San Lesmes, una nave que formaba parte de la expedición de García Jofre de Loaísa que partió de España en 1525 rumbo a las islas Molucas, en Indonesia. Cuando la expedición se hallaba en aguas del estrecho de Magallanes, la San Les

mes tuvo que girar hacia el sur para evitar una gran tempestad, lo que hizo que descubrier­an por primera vez un paso al sur del cabo de Hornos, más allá de los 55º de latitud sur. Eso, simplement­e, ya convertía a Francisco de Hoces en un capitán digno de entrar en los libros de historia, pero por desgracia lo que en derecho debiera llamarse Mar de Hoces, es conocido mundialmen­te como Pasaje de Drake, y eso que el pirata inglés llegó a esas aguas más de medio siglo después.

No fue hasta 1773 que otro europeo

se atrevió a descender hasta aquellos helados parajes, cuando el célebre capitán James Cook superó

los 71º de latitud sur

Hasta aquí lo más certero que se puede conocer sobre la suerte de la San Lesmes, el resto ya entra dentro del campo de lo hipotético y de la leyenda. Existen indicios que hacen suponer que la nave no sólo superó los 55º de latitud sur, sino que llegó mucho más allá, posiblemen­te atisbando el propio continente helado, lo que convertirí­a a Francisco de Hoces en el verdadero descubrido­r de la Antártida. Su barco regresó al estrecho de Magallanes para reunirse de nuevo con la flota. Poco después el capitán de Hoces era relevado por enfermedad, pero no termina aquí la aventura de la San Lesmes, porque al mando de un nuevo capitán, Diego Alonso de Solís, otra tormenta hace que se pierda su pista. Desde el 1 de junio de 1526 nadie sabe qué sucedió con la nave ni con la tripulació­n, desapareci­ó de los registros, pero según algunos investigad­ores el barco continuó su viaje hacia el Pacífico, donde llegaría hasta Nueva Zelanda y Australia, siendo así no sólo el primer barco occidental en llegar a la Antártida, sino el primero en alcanzar esas otras lejanas tierras, pero esa es una historia diferente que espero tratar más

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 ??  ?? Las bases antárticas Juan Carlos I y Gabriel de Castilla evidencian la presencia española en este continente. El Sistema del Tratado Antártico (sello de abajo) se firmó en 1959.
Las bases antárticas Juan Carlos I y Gabriel de Castilla evidencian la presencia española en este continente. El Sistema del Tratado Antártico (sello de abajo) se firmó en 1959.
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