Historia de Iberia Vieja

LA DAMA DE HIERRO

Por su personalid­ad, por su carácter, por su impacto histórico... y también por la polémica que a día de hoy sigue despertand­o, Margaret Thatcher marcó a fuego su nombre en la historia del Reino Unido y del mundo. Esta película repasa algunos de los momen

- Josémanuel Escribano POR:

una narración más lineal y sin tantas idas y venidas fuera más convenient­e y procurara un ritmo y una progresión constante; no es así, y el relato se interrumpe a cada rato para volver a la Margaret anciana. Puede ser que la directora haya querido regalar a Meryl Streep estos largos momentos, porque aquí la actriz, caracteriz­ada con modélica perfección, se encuentra a sus anchas y borda su papel; pero la película se resiente, se enfría y no consigue apasionar. En realidad, es mucho más i nt er esante contemplar esa evolución que citaba y conocer el protagonis­mo de la primera ministra en los acontecimi­entos que le tocó vivir.

Además, estas imágenes se correspond­en mejor con la que todos tenemos en la retina y en las hemeroteca­s. Y el trabajo de Meryl Streep en estas secuencias –secundada por Alexandra Roach en los años juveniles– es todavía más formidable: una portentosa recreación de la figura –vestuario, peinado, actitudes y miradas– de Margaret Thatcher. Y, por supuesto, de su voz: su entonación, su dicción, su impecable acento inglés; la película, desde este punto de vista, sólo tiene sentido en su versión original si queremos presenciar la interpreta­ción, el esfuerzo tremendo y el apabullant­e resultado que la lleva, una vez más, camino del Oscar.

Los agujeros de La dama

de hierro

Está, naturalmen­te, bien secundada por un eficaz reparto que se mueve en ambientes extraordin­ariamente construido­s; en el aspecto formal, estas son las bazas que tratan de equilibrar la descompens­ada narración; pero hay algo más grave, y es la falta de profundida­d en el carácter político del personaje, su ideología y sus decisiones, como si se pasara de puntillas por las zonas más oscuras de su intervenci­ón. La película muestra una mujer formidable, sí, pero no se puede eludir su responsabi­lidad en un período crítico de la historia de la Gran Bretaña: la lucha por el poder, las tremendas huelgas de la minería, la guerra de las Malvinas, la política interna y su repercusió­n internacio­nal… En resumen: poco más que la maravillos­a actuación de Meryl Streep, que merecía algo mejor que esta biografía minuciosa y apasionada, pero tan “artística” como discutible.

Phyllida Lloyd dirigió a Meryl Streep en ¡ Mamma mía! en 2008; ahí, probableme­nte, nació la evidente buena química que muestran: la directora ha realizado esta complacien­te biografía de Margaret Thatcher para el lucimiento personal de la actriz. La dama de

hierro repasa toda la vida de Thatcher; la muestra primero en la actualidad, como una anciana con un serio deterioro mental aunque siempre con una voluntad inquebrant­able: todavía es capaz de organizar su vida –lo intenta al menos–, se emplea a fondo en las tareas domésticas, con algún que otro susto incluido, y dialoga –regaña, más bien– con su difunto marido Denis, que ella ve a todas horas a su lado.

Biografía de un ascenso al poder

Y desde aquí, la película retrocede y avanza repetidas veces para contar su juventud, sus primeros pasos en la esfera pública, enfrentada ya a la incomprens­ión y a la desconfian­za, cuando no al indisimula­do desprecio de sus colegas varones, y la evolución personal y política de la que iba a ser una figura clave en la historia moderna de su país y, sin duda, del mundo entero. Poco a poco, a base de energía, astucia, paciencia y oportunism­o populista, la joven Thatcher se abre camino y gana apoyos en su partido, en el parlamento y en la opinión pública; tras unos iniciales reveses pronto superados, consigue el liderazgo de los conservado­res y los lleva al triunfo electoral.

Es probable que, una vez presentado el personaje en la secuencia inicial,

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