SÍMBOLO DEL MESTIZAJE
encontraba la tribu del cacique Taxmar, que tenía preso a Jerónimo de Aguilar. Le entregaron la carta del conquistador español y pagaron por su rescate al jefe maya, quien lo dejó en libertad. A partir de este punto, los relatos difieren en lo que se refiere al destino de Gonzalo Guerrero.
Tanto Bernal Díaz del Castillo como Antonio de Solís y otros cronistas refieren que Guerrero rechazó regresar junto a sus camaradas, argumentando que ya tenía mujer e hijos entre aquellas gentes, y que además había alterado su aspecto hasta parecerse a uno más de ellos, cosa que, a buen seguro, no iba a gustar a sus compatriotas:
“Hermano Aguilar: yo soy casado y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y capitán cuando hay guerras: idos con Dios, que yo tengo labrada la cara y horadadas las orejas. ¡Qué dirán de mí desde que me vean esos españoles ir de esta manera! Y ya veis estos mis hijos cuán bonicos son. Por vida nuestra que me deis de esas cuentas verdes que traéis para ellos, y diré que mis hermanos me Si durante la independencia mexicana Guerrero se había convertido para algunos en símbolo de la lucha contra el colonialismo, en las últimas décadas del siglo XX ocurrió algo similar, aunque en este caso el español se erigió en representación del mestizaje pues, no en vano, había sido el padre de los primeros mestizos, y podría decirse que fue el primero en querer convertirse en “mexicano” por voluntad propia, pues rechazó su identidad española para adquirir aquella que el destino le había ofrecido. Hoy en día son numerosos los homenajes a su figura presentes en distintos puntos de México, ya sea en accidentes geográficos o calles que llevan su nombre, como en monumentos y obras de arte que buscan recuperar su memoria, como es el caso del mural La cuna del mestizaje, de Rodrigo Siller, la escultura de Raúl Ayala en Quintana Roo o el altorrelieve Alegoría del mestizaje, obra del artista Carlos H. Terres.
Los cronistas refieren que Guerrero rechazó regresar junto a sus camaradas, argumentando que
ya tenía mujer e hijos entre aquellas gentes
las envían de mi tierra!” (Bernal Díaz del Castillo, capítulo XXVII, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España).
Sin embargo, si acudimos al relato del texto de fray Diego de Landa, Guerrero nunca tuvo conocimiento de la carta enviada por Cortés, pues estaba demasiado lejos como para que Aguilar fuera a llevársela: “De este Aguilar fuimos informados que los otros españoles que con él se perdieron en aquella carabela que dio al través, estaban muy derramados por la tierra, la cual nos dijo que era imposible recogerlos sin estar y gastar mucho tiempo”.
En uno u otro caso, quien sí llegó a la isla de Cozumel para reencontrarse con sus compatriotas fue el ecijano Aguilar. El primero en recibirle, según la crónica de Bernal Díaz del Castillo, fue el marinero Andrés de Tapia, aunque en principio lo confundió con un indio más, debido a su aspecto: “Y después que hubieron saltado en tierra, el español, mal mascado y peor pronunciado, dijo: ‘Dios y Santamaría y Sevilla’. Y luego le fue a abrazar Tapia; y otro soldado, de los que habían ido