Nacida en Málaga en 1794, empezó a ascender por la escalera del empuje social a partir de su boda con Cipriano Palafox y Portocarrero
Carmen, poderosas de la segunda mitad del siglo XIX europeo. Madre e hija fueron invitadas a la casa parisina de la princesa Matilde Bonaparte… Y allí quedó prendado de ella uno de los asistentes al festín, y primo de la organizadora de la velada, Carlos Luis Napoleón Bonaparte, presidente en aquel momento de la Segunda República francesa y que poco después se convertiría en el segundo emperador francés, con el nombre de Napoleón III. Pese a que en un principio Eugenia no parecía muy convencida del matrimonio, finalmente el proceso de seducción –no sabemos si también el afán de poder– hizo su efecto y Luis Napoleón y Eugenia se casaron en los Jardines de las Tullerías el 29 de enero de 1853, solo un mes después de que el primero se convirtiera en el emperador Napoleón III. Pasaría a la historia como Eugenia de Montijo y se convertiría en uno de los mitos históricos del romanticismo europeo… Pero eso es otra historia.
LA REINA DE LAS FIESTAS
Tras la muerte de su marido, y una vez que sus hijas se casaron, María Manuela volvió a Madrid, en donde llevó una apasionante vida social. Sus fiestas en el céntrico y fastuoso Palacio de la Teba se convirtieron en las más afamadas entre los aristócratas e intelectuales de Madrid. Especialmente celebradas fueron sus fiestas de disfraces, de los que fue la introductora en España.