El asesinato creó un clima de desconfianza por parte del Parlamento inglés respecto al gobierno español, sobre todo porque se demorase la ejecución de los culpables
Las Guerras Civiles inglesas se desarrollaron entre 1642 y 1651 y enfrentaron a quienes apoyaban al monarca Carlos I y a los conocidos como parlamentaristas, que defendían un estado parlamentario frente a las políticas cada vez más absolutistas del monarca.
La victoria de estos últimos, comandados por Cromwell, y el ajusticiamiento del rey pusieron en un brete a la monarquía española, que, por un lado, había tratado años atrás de conseguir un fiel aliado de Carlos I por política matrimonial, y por otro, necesitaba estratégicamente a Inglaterra, fuese cual fuese su color político, como contrapeso ante los continuos enfrentamientos con la monarquía francesa.
Por eso, cuando en 1651, España se convierte en la primera monarquía que reconoce el nuevo régimen dirigido por Oliver Cromwell, la polémica, las discordancias, se instauraron en las altas esperas de la monarquía española. Mucho más cuando la capital de España se había convertido pocos meses antes en escenario de uno de los episodios más elocuentes de la hostilidad de los bandos enfrentados en Inglaterra. El Parlamento inglés había enviado a España como embajador a un influyente personaje de la nueva Commonwealth, Anthony Ascham, uno de los instigadores principales de la ejecución de Carlos I. El 4 de mayo de 1650 el nuevo embajador llegaría acompañado de un traductor John Baptista de Ripa. Pero estarían poco tiempo en Madrid… Y no por decisión suya. Se alojaron en un palacio ubicado en el centro de la urbe. Y allí, apenas dos días después, se produjo la tragedia. Cuando Ascham y de Ripa salían de su nuevo hogar fueron abordados sorpresivamente por al menos media decena de compatriotas suyos. Se trataba de ardientes defensores de la monarquía británica, del fallecido Carlos I, los conocidos como realistas. Y estaban en Madrid para llevar a cabo una misión: asesinar a quien consideraban uno de los responsables principales de la muerte de aquel. Y a fe que lo hicieron. Cosieron a puñaladas a los dos nuevos vecinos de Madrid y, una vez que comprobaron la muerte de sus enemigos, huyeron a todo correr. Consiguieron refugiarse en la iglesia de Atocha, lo que retrasó su detención.
El asesinato creó un clima de desconfianza por parte del Parlamento inglés respecto al gobierno español. Sobre todo por el hecho de que, una vez detenidos, se demorase la ejecución de los culpables. En el gobierno español no todos estaban de acuerdo con dichas ejecuciones, especialmente, como es lógico, entre los defensores de la vuelta de la casa Estuardo al poder monárquico en las islas británicas. Fue tal la demora que a mediados del año siguiente, en 1651, la Commonwealth envíó a un emisario a España para presionar en busca del castigo. Aún no se había celebrado el juicio por los homicidios. Finalmente al año siguiente sería ejecutado por garrote vil el supuesto líder de los asesinos, si bien se desconoce si se hizo lo propio con los otros cupables. Sí parece que al menos uno de ellos fue encarcelado y, una vez se restauró la monarquía inglesa, accedió a cargos de poder en ella.