Historia de Iberia Vieja

EL AVE DE LOS TRES ELEMENTOS

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Pero antes de emprender la aventura de este viaje iniciático por el Camino de Santiago, queremos hacer referencia a esta ave sagrada. La oca, desde tiempos protohistó­ricos, es un ave con una fuerte simbología y significac­ión. Por su agresivida­d ante los extraños, fue convertida en guardián de la casa, alertando con escandalos­o ruido la presencia de intrusos. Todavía en nuestros días, he podido comprobar que, en numerosos lugares del Pirineo de Huesca, en casas de campo se siguen utilizando ocas como animales de protección y aviso de amenazas externas. Desde siempre, la oca ha sido considerad­a paradigma de la sabiduría sagrada; además, por su carácter migratorio, fue considerad­a esta ave como guía de los valores más profundos de las religiones gnósticas, enviada desde el Más Allá para aconsejar a los humanos. La oca tiene una triple condición natural: aérea, porque vuela; terrestre, porque anda, y acuática, porque nada. Y para aquellos que desean liberarse, el camino del iniciado lo establece el vuelo de la oca, como una senda segura de evolución hacia la luz. El Ayo, Pedagogo o Maestro era conocido como el Ganso. El Maestro Jars significa: el ánsar que enseña, Jakin (en euskera), significa: el más sabio. Si superponem­os dos patas de oca, una hacia arriba y otra hacia abajo, obtenemos la X y la barra que la corta verticalme­nte, llegando a la con la ( Ji y Ro, iniciales del nombre de Cristo), que aparecen grabados en los crismones del románico, símbolos que dominan infinidad de templos medievales de las rutas de peregrinac­ión a Compostela, especialme­nte en iglesias del Pirineo catalán y aragonés. Pero nos hemos encontrado con crismones en donde las representa­ciones del (alfa) y la (omega) están invertidas, como es en la iglesia de Bossost (Valle de Arán), lo cual significa que este templo, joya del románico únicamente estaba abierto para los iniciados, y sólo éstos alcanzaría­n la dicha de sus beneficios espiritual­es al rezar en el altar mayor.

XPAA lo largo de todo el camino existen numerosas representa­ciones y referencia­s a la oca, tanto en las

localidade­s que atraviesa como en las iglesias

brillante del Universo, que, en algunas ocasiones, emite reflejos que recuerda al arco iris, de tonos verdes o rojizos, sutiles resplandor­es que llamaba la atención de los romeros, ayudándole­s en su peregrinar. El Camino de las Estrellas era, por lo tanto, el Mapa escrito en el firmamento, que guiaba a los peregrinos durante las noches de cielo despejado, y de manera infalible no sólo hasta la tumba de Santiago, sino también hasta los confines del mundo conocido: el Finis Terrae.

El recorrido principal del Camino de Santiago –el itinerario francés–, entre Roncesvall­es y Compostela (855 km), coincide casi con total perfección con el Paralelo 42, en un recorrido de Este a Oeste, finalizand­o en el Mar de las Tinieblas (Océano Atlántico). También en sus conexiones, son numerosos los enclaves en donde se rinde homenaje a la oca. Recordemos que, hasta hace poco más de cinco siglos, era Finisterre el fin del mundo conocido, y para llegar a este punto extremo del NO peninsular, sólo podía hacerse a través del Camino de las Estrellas: la Vía Láctea. Porque alcanzar el Atlántico era como divisar el Océano de los Muertos, y luego, tras haber superado la prueba, regresar a la Vida. El hombre ha buscado siempre un sentido a su vida y constantem­ente se ha preguntado: cuál era y dónde se hallaba el Fin del Mundo, el Paraíso, o por donde se podía acceder al Cielo.

Y estos elementos identifica­tivos eran los enclaves que evocaban el nombre de esta ave –en sus diferentes acepciones: ánsar, ganso, ánade…–, o una simbología muy concreta que abreviaba a la ave, con sólo la impronta de la pisada de una de sus dos patascuya huella nos recuerda también al tridente de Poseidón, que fue determinat­ivo de todas aquellas culturas atlánticas. A lo largo del Camino de las Estrellas, que coincide con el Camino de la Oca, resulta frecuente encontrar tales símbolos.

Pero, para un mejor seguimient­o por parte de los lectores de estos enclaves relacionad­os con esta palmípeda ave, hemos establecid­o cuatro zonas bien concretas: la aragonesa (el Pirineo de Huesca

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