EL PASEO EN MADRID DEL HOMBRE QUE LLEGÓ A LA LUNA
España dio un gran salto hacia adelante con el descubrimiento de América, y sería uno de sus hijos más ilustres, el recientemente fallecido Neil Armstrong (1930-2012), quien daría otro paso enorme para la humanidad con la conquista de la Luna. Tras su gesta, él y los otros tripulantes del Apolo 11, Edwin Aldrin y Michael Collins, iniciaron una gira por el mundo en la que, como no podía ser de otra manera, recalaron en España. Esta es la historia de aquella parada, en la que “el mayor héroe americano de todos los tiempos”, en palabras de Obama, no tuvo tiempo de descansar ni un segundo.
El 20 de julio de 1969 todo el mundo contenía la respiración. La NASA había enviado una expedición tripulada a la Luna. La misión estaba compuesta por Neil Armstrong (fallecido el pasado 25 de agosto a los 82 años de edad), Edwin
Buzz Aldrin (apenas unos meses mayor) y Michael Collins (el más joven, aunque de la misma “añada”, 1930).
La nave, que había sido lanzada desde el cabo Kennedy –actualmente rebautizado con su nombre original de Cabo Cañaveral– alunizó a las 20:17 UTC (Tiempo Universal Coordinado, siglas en inglés) en el llamado Mar de la Tranquilidad tras cuatro días de viaje. Después de los preparativos necesarios en el módulo, Armstrong se convirtió en el primer humano que pisaba la superficie de la Luna, a las 2:56 UTC (3:56 de la madrugada hora española) del 21 de julio de 1969. Tras él, Edwin Aldrin se unió al paseo por nuestro romántico satélite, mientras Collins permanecía en órbita. Armstrong y Aldrin fueron, pues, los primeros huéspedes de la Luna.
Imposible olvidar ya la voz de Jesús Hermida, corresponsal de TVE en Nueva York, que retransmitió la noticia, o mejor dicho el hito, para el público español. Tras los temores iniciales a un eventual fracaso de la misión –el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, tenía incluso preparada una alocución en la que ensalzaba el sacrificio frustrado de aquellos hombres–, el mundo recobró el aliento. El propio Armstrong, que nunca las tuvo todas consigo, declaró con sinceridad: “Me sentía exultante y extremadamente sorprendido de que la misión fuera un éxito”.
Cuando el Apolo XI regresó a la Tierra el 24 de julio, los astronautas fueron puestos en cuarentena durante 21 días. Al término de ese intervalo, y como diría Hemingway, “estalló la fiesta”. A los homenajes se apuntaron desde políticos de primera fila a estrellas de Hollywood; y es que nadie quería perderse la foto con esas celebridades. Tras los merecidos laureles en casa, llegó la hora de pasear la bandera de las barras y estrellas en el exterior; y, así, entre el 29 de septiembre y el 5 de noviembre de aquel año, “la corte de los milagros” viajó por todo el mundo entre oleadas de calor de los “terrícolas”, que sentían como propia su hazaña.
La puerta de entrada al Viejo Continente –tras los correspondientes desfiles en Ciudad de México, Bogotá, Brasilia, Buenos Aires y Río de Janeiro– se hizo por España. Los astronautas recalaron primero en Las Palmas de Gran Canaria, en una visita de carácter más privado; y luego en Madrid, en una de naturaleza más oficial.
ESCALA EN LAS PALMAS
El 4 de octubre de 1969, los héroes del
Apolo XI y su séquito aterrizaron en Las Palmas para descansar unos días dentro de su viaje de “buena voluntad” alrededor del mundo. La gira incluía 24 países diferentes, desde Alemania a Australia, pasando por la India, Japón o Irán (¡eran otros tiempos!).
La llegada a Gran Canaria se produjo por separado. En primer lugar, asomó la cabeza Edwin Aldrin, en un vuelo regular de Iberia proveniente de Madrid, tras haber cruzado el Atlántico en un avión de la TWA. Según cuentan las crónicas del momento, Aldrin llegó con cara de pocos amigos, pues tenía un carácter un tanto difícil, quizá taciturno. Lo que más le llamó la atención fue la extrema aridez de estas tierras.
A su vez, Armstrong, Collins y las tres esposas aterrizaron por la tarde-noche a bordo del avión presidencial Air Force
One. La comitiva se dirigió a un hotel de Maspalomas, donde se reunió con el
adelantado Aldrin, quien había aprovechado la tarde para recorrer la costa en el yate Insular II y bañarse a su sabor en la costa canaria. El día siguiente, los héroes del espacio se tomaron un respiro y pasaron una típica jornada de playa comiendo, bebiendo y zambulléndose en el agua. ¡Había que tomar fuerzas para la parte más dura del tour! Así, no faltaron las escenas pintorescas: la mujer de Michael Collins, por ejemplo, posó ataviada de aragonesa, mientras la de Armstrong se vestía con un traje toledano.
APOTEOSIS EN MADRID
En el aeropuerto de Madrid, la noche del 6 de octubre, una multitud expectante acogió a los héroes y a sus esposas, que derrocharon simpatía por todos los lugares que visitaron. En el saludo que Armstrong dirigió a las personalidades allí reunidas –entre las que se encontraban Carlos Arias Navarro, alcalde de Madrid; Robert Hill, embajador de Estados Unidos en España; y Nuño Aguirre de Cárcer, Director General para asuntos de América–, el héroe de Ohio resaltó que “España, cuya historia está llena de descubrimientos, nos ha ayudado a dar este paso gigantesco para la Humanidad”.
Armstrong trasladó al gobierno español un mensaje de agradecimiento del presidente Nixon. Entre tanto, los discursos de Aldrin y Collins tuvieron un carácter menos protocolario: así, el primero se refirió al pasado explorador de España, mientras Collins recordó con gratitud los dos espléndidos días que habían pasado en Canarias.
A su vez, Manuel Fraga, a la sazón ministro de Información y Turismo, recurrió a su verbo más florido en la cena de gala para dar una bienvenida por todo lo alto a los invitados: “España, promontorio espiritual de Europa, proa avanzada del alma continental, es el umbral natural de Europa, nexo y soldadura espiritual de tres continentes, momento clave en el existir histórico del mundo, de este mundo, de este planeta que vosotros habéis contribuido a unificar, a hacer más apretado, más compacto y solidario”.
La muchedumbre enloqueció de tal manera ante estos nuevos “supermen”, que se precipitó hacia un cristal del aeropuerto, el cual cedió, hiriendo por cortes a dos personas. La abigarrada escena aeroportuaria –todo un Bienvenido, Mr. Marshall capitalino– tendría su continuación al día siguiente, tras el homenaje a Cristóbal Colón…
AFIANZAR LAS RELACIONES BILATERALES
El régimen franquista se volcó en esta visita para afianzar las relaciones hispanoamericanas. Estados Unidos se enfrentaba en su suelo a nutridas manifestaciones en contra de la guerra de Vietnam, y
España trataba de mostrar su total adhesión al gobierno de Nixon en este conflicto. ¿Qué mejor que abonar las relaciones con el país más poderoso del globo para recuperar el prestigio internacional?
En la recepción que dispensaron a Armstrong y sus acompañantes en el palacio de El Pardo, el gobierno español hizo hincapié en el mensaje que se repitió en España hasta la saciedad, y que se podría resumir así: “Si los españoles no hubiésemos descubierto América, la hazaña lunar no habría tenido lugar”.
Fraga, que había sido embajador en Londres y hablaba un correcto inglés, ejerció de intérprete; y en una entrevista concedida al diario Público cuarenta años después, en 2009, declaró: “Fue una conversación muy normal, en la que no se habló de política. Franco era un hombre muy frío pero supo estar a la altura de las circunstancias”.
La idea del descubrimiento de América también se utilizó en el No-Do, que se emitía antes de cada proyección cinematográfica. El texto que declamaba la voz de Matías Prats aclaraba, a propósito de la ofrenda floral a Colón que tuvo lugar al término del desfile: “Armstrong, Aldrin y Collins depositan una corona de flores a los pies del monumento al gran almirante de Castilla que hizo posible con la hazaña del descubrimiento esta nueva hazaña de la conquista de la Luna vivida por ellos”.
Desde una perspectiva científica, es cierto que la ayuda prestada por las estaciones de la NASA en Fresnedillas de la Oliva, Robledo de Chavela y Maspalomas fue crucial para el éxito de la expedición. En concreto, Armstrong hizo referencia a la vital importancia de las comunicaciones mantenidas entre el Apolo 11 y la estación Apolo en Madrid, gesto que fue muy bien acogido por el gobierno español. No obstante, resultó del todo imposible la visita a las instalaciones de la NASA en Fresnedillas, debido a lo denso de los homenajes que se tributaron a los “selenitas”; si bien es cierto, a este respecto, que unos meses antes Frank Borman, un compañero del programa Apolo, estuvo en Madrid y rindió cumplida visita a la base.
EL DESFILE DE LOS HÉROES
La mañana del 7 de octubre de 1969 dejó numerosas fotos para la posteridad. Tras la visita al Jefe de Estado en el palacio de El Pardo, en la que el Generalísimo les concedió la Cruz del Mérito Aeronáutico, los astronautas se dirigieron al palacio de la Zarzuela, donde fueron cumplimentados durante media hora por los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía. Se da la circunstancia de que don Juan Carlos había sido nombrado oficialmente heredero a título de Rey por las Cortes españolas justo un día después de que Armstrong pusiera el pie en la Luna... A la vista está que las noticias abundaron en aquel cálido mes de julio.
A las 12:25 finalizó el encuentro en el Palacio de la Zarzuela. La comitiva se dirigió entonces a Puerta de Hierro, punto de partida de la caravana que conduciría a los astronautas por las principales arterias de la villa, bajo la entusiasta mi-
8. Salón de la ingeniería. La estatua del astronauta preside el Neil Armstrong Hall of
Engineering, una dependencia de la universidad de Purdue, en Indiana, donde nuestro héroe estudió la carrera y conoció a su primera mujer. 9. El genio de niño. El Club Camargo de Cincinnati, Ohio, recordó el pasado 31 de agosto la vida del primer hombre que pisó la Luna. Una foto de su infancia vestía una de las mesas. 10. Icono. La llegada del hombre a la Luna es uno de los grandes iconos del siglo XX. rada de todos los madrileños. En coche descubierto, tal como relataba el ABC del 8 de octubre, “los tres astronautas recorrieron el trayecto Moncloa, calle de la Princesa, avenida de José Antonio (actual Gran Vía), Alcalá, Cibeles y paseo de Calvo Sotelo (léase Recoletos)”, hasta la plaza Colón, mientras un sinfín de personas vitoreaban a esos “redivivos” Colones.
A modo de curiosidad, las crónicas cuentan que, en el cómputo global de su viaje alrededor del mundo, al menos cien millones de personas pudieron ver a la tripulación y unas 25.000 tuvieron la oportunidad de estrecharles la mano.
Y, mientras ellos se ocupaban de los asuntos institucionales, ellas se dedicaron a actividades más lúdicas. Las esposas de Armstrong y Collins se quedaron a descansar en el hotel, y la señora Aldrin salió a recorrer las calles de Madrid, adquiriendo algunos regalos en la calle Serrano y la calle Mayor, vigilada en todo momento por agentes del F.B.I. Tras la ofrenda en Colón, la revista
Actualidad Española organizó un acto en el hotel donde se hospedaban los “primeros espadas” del espacio. Tres toreros de postín, Antonio Bienvenida, Paco Camino y Santiago Martín El Viti, obsequiaron a los astronautas con un traje de luces e invitaron a un reticente Armstrong a ponerse la montera. Los trajes tenían su historia, tal como leemos en
El 8 de octubre la expedición puso rumbo a su siguiente destino, dando por terminada su estancia en España, la de mayor duración en el continente europeo
la edición de ABC del 8 de octubre de 1969: “Bienvenida lo utilizó en su última temporada durante 12 corridas y es gemelo del que usó para la retirada de los ruedos; Santiago Martín ha vestido el traje que ayer regaló en las últimas corridas de esta temporada; Paco Camino se vistió con este terno la última tarde que actuó en Madrid”. Por la tarde, tuvo lugar la rueda de prensa en el auditorio del ministerio de Información y Turismo, con la presencia de nada menos que cien periodistas.
Finalmente, el 8 de octubre por la mañana la expedición puso rumbo a su siguiente destino, París (luego vendrían Amsterdam, Bruselas, Oslo...), dando por terminada su estancia en España, que, como recalcaron los medios de la época, fue la de mayor duración de todas las efectuadas en el continente europeo. Su periplo alrededor del mundo se completaría el 5 de noviembre de 1969, tras los homenajes de Seúl y Tokyo y después de 37 días de intensa agenda.
OTRO VIAJE EN 2011
Sin embargo, no fue esa la última vez que Armstrong visitó España. En junio de 2011, y en el marco del Festival Starmus promovido por el instituto astrofísico de Canarias, el americano volvió a las islas (esta vez, a Tenerife) para conmemorar el cincuenta aniversario del primer vuelo tripulado al espacio, el del soviético Yuri Gagarin en su nave Vostok. Al encuentro fueron invitados tanto astronautas americanos como rusos, lo que pretendía ahondar en la idea de que la carrera espacial era el camino más seguro hacia una paz universal.
Armstrong vivió convencido de ello toda su vida. Cuando un periodista le preguntó, en aquella concurrida rueda de prensa del 7 de octubre de 1969 por el mensaje simbólico de su viaje, él replicó: “Posiblemente el efecto más importante de nuestro vuelo haya sido el que muchas personas se han sentido unidas en un mismo deseo. La enseñanza que esto nos muestra es, quizá, que los problemas se pueden resolver con un esfuerzo cooperativo. Nuestro viaje puede contribuir a la paz universal. Así lo esperamos y estas muestras de solidaridad que estamos recibiendo por todas partes nos lo están demos-