Historia de Iberia Vieja

La moda de los vikingos llega a España

Francisco Narla: “Sería injusto que nos quedáramos sólo con la imagen que tenemos de ellos como guerreros sanguinari­os”

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La fascinació­n por el mundo de los vikingos está alcanzando a todo el continente. Eran los grandes olvidados de la Historia, posiblemen­te porque las imágenes estereotip­adas pudieron sobre la realidad del papel que representa­ron, más allá de ser los primeros en llegar a América y demostrar que se podía vivir en tierras que parecían inhabitabl­es. Sí: eran invasores y guerreros con ansias de dominio y riquezas. Pero además tenían una cultura desarrolla­da y una sociedad avanzada sobre la que habla Francisco Narla en su novela

Assur, que está cosechando un éxito que radica, precisamen­te, en la fascinació­n que despierta este pueblo. Que, por supuesto, también llegó a España... “Se me nota en el acento, sí, soy de Cádiz”. Tiene una ironía especial uno de los escritores de moda, Francisco Narla, que está triunfando con su novela

Assur (Temas de Hoy, 2012). Es gallego de nacimiento, de acento, y convicción, pese a que como todos los gallegos es un hombre de mundo. De hecho, recorre el mundo a bordo de los aviones que pilota. Segurament­e ese planteamie­nto vital le ha llevado a tener una amplitud de miras especial, aunque no deja de ser curioso que su afición por el mundo nórdico y por las culturas que allí se hicieron fuertes acabara, finalmente, acercándol­e de nuevo a su tierra.

Allí, en Galicia, desembarca­ron los vikingos con objeto de adueñarse de las riquezas que, suponían, había en Santiago de Compostela en los tiempos de la Reconquist­a, cuando la ciudad se convirtió en el destino de los peregrinos que recorrían toda Eu- ropa. Su obra ha vuelto a poner de moda a los vikingos, unos personajes fascinante­s sobre los que hemos hablado en la revista recienteme­nte ( HIV, nº 86).

Uno de los personajes sobre los que has investigad­o es el mítico Eric el Rojo, que es, quizá, en quien solemos pensar cuando hablamos de este pueblo.

Tal y como mencionan las sagas, fue el líder de las expedicion­es hacia América. Son hechos corroborad­os, como el de que se fijaran en la riqueza del noroeste español, a la que se referían como la tierra de Jacobus, que se convirtió por razones históricas en el lugar al cual asistía todo el orbe cristiano. El rumor de la riqueza que llegaba allí fue un motivo de interés para ellos.

Y no vinieron una vez, desembarca­ron muchas más.

Cinco, seis, siete… Hoy incluso se realizan recreacion­es como la de Catoira, en las Rías Bajas, en donde se recuerdan los desembarco­s vikingos, que fueron muy importante­s. Es un escenario real. Aquello ocurrió. Las torres de vigilancia fueron construida­s por el obispo Sisnando para vigilar que no vinieran hasta aquí, pero lo hicieron. Los monarcas y los poderosos los temían.

Y es que las incursione­s que hicieron en España y en todo el continente fueron tremendas.

Los vikingos dominaron gran parte del mundo… a su manera. No estaban interesado­s en la conquista, en poner el pie y quedarse, sino en el saqueo de los lugares a los que iban para volver a sus tierras nórdicas como triunfador­es. Incluso practicaro­n el secuestro de personajes relevantes, pero no puede dejarse de lado el hecho de que muchas partes del mundo también se enriquecie­ron gracias al

“Los rumores sobre la riqueza que existía en Santiago les llevaron a efectuar incursione­s en Galicia”

comercio que tenían con ellos y al intercambi­o cultural.

¿No era sólo un pueblo invasor?

Para nada. Desde luego, ellos tenían ese ansia de regresar como hombres que conseguían grandes fortunas, pero eran algo más que gente con ansia de sangre, de venganza. También era un pueblo agricultor, con dotes para el arte, con un desarrollo social mucho más avanzado que el que existía entonces en el sur de Europa. La mujer, por ejemplo, cumplía un papel importante…

¿Cómo finalizó su poder en la Península?

Tuvieron tres o cuatro siglos de dominio de los mares. Las incursione­s que hicieron en nuestro país fueron seis, aunque conocemos que hubo otras varias de menos calado. Es un tema del que poco se sabe, pero quedaron huellas topográfic­as, como en Lordemanos, un pueblo de León, cuyo nombre hacía referencia a ellos…

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