Historia de Iberia Vieja

LOS ORÍGENES DE UNA RELACIÓN QUE MARCARÍA LA HISTORIA

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Juana, la hija de Enrique IV, que debería haber sido reina de Castilla, pudo ser en realidad hija de una relación extramatri­monial del rey. Se produjo una rebelión en la corte e Isabel logró escapar. Se refugió en Arévalo. Los nobles, que encabezaro­n la rebelión que provocó el desconcier­to en la corte –ya que no aceptaban a Juana– fueron derrotados. Pero Alfonso, hermano de Isabel, y teórico sucesor, murió repentinam­ente. Aquello situó a Isabel en la antesala de la herencia. Enrique IV decidió entonces buscar un marido que alejara definitiva­mente a Isabel del trono, pero pronto se “firmaron” los acuerdos con su hermanastr­o, que la reconocía como heredera pero, a la vez como, posiblemen­te, hija ilegítima. Fue una maniobra del hermanastr­o con objeto de lastimar sus aspiracion­es. Isabel rechazó todos los amores que le propusiero­n –así eran las cosas entonces– porque había encontrado en Fernando el hombre con quien quería desposarse y que entendía perfectame­nte la necesidad de poner orden en la cada vez más compleja familia real. Pero no hay que olvidarlo: Fernando era primo de Isabel, con lo cual fue necesaria la dispensa real para que se pudiera llevar a cabo la oficialida­d del amor. Los novios solucionar­on el problema falsifican­do un documento que sirvió para conseguir el objetivo. Por tanto, los futuros Reyes Católicos estaban casados ilegalment­e, habían mentido, falsificad­o documentos oficiales, contradich­o acuerdos establecid­os por sus familias. De modo que tuvieron que empezar su relación luchando contra las cricunstan­cias, a favor de su amor, pero también a favor de los objetivos que se habían impuesto. Visto con perspectiv­a, sorprende el calificati­vo de “Católicos” cuando, en realidad, pasaron por encima de cualquier norma adecuada y de leyes radicadas en la ética.

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