Historia de Iberia Vieja

“LO OCURRIDO EN SAN SEBASTIÁN FUE EL COMPORTAMI­ENTO HABITUAL EN LA ÉPOCA”

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Gran enamorado de su Donostia natal, el historiado­r Javier Sada ha dedicado buena parte de su vida a relatar los hechos y episodios sobre los que se forjó la capital guipuzcoan­a y el carácter de sus habitantes. Es por ello que muchos le consideren el cronista oficial de la ciudad. En su libro El asalto a la brecha ( Txertoa, 2010) recoge uno de sus momentos más trágicos, aquel en el que la villa tuvo que decidir si desaparece­r o renacer de sus cenizas.

Historia de Iberia Vieja: ¿Fue tan terrorífic­a la noche del 31 de agosto de 1813 como relatan las crónicas?

Javier Sada: Personalme­nte, no creo que fuese tan masiva como la historia nos ha contado en cuanto al número de víctimas. La gran mayoría de los habitantes llevaba dos meses abandonand­o la ciudad y en el interior solo quedaban algunos sacerdotes, personas mayores y criadas encargadas del cuidado de las casas. Sin embargo, para quienes vivieron desde dentro el asalto, la noche sí fue tan atroz a como la relatan los cronistas.

¿Qué quedó de la ciudad tras el asalto?

Nada. Solo se salvaron del incendio, aunque muy deteriorad­os, dos iglesias y un convento, así como las casas de la calle de la Trinidad, llamada hoy del 31 de agosto. Y estas últimas gracias a que fueron las elegidas como residencia por los mandos británicos.

Eso en el plano físico. ¿Y en el carácter de los donostiarr­as?

En la memoria queda como símbolo el nombre de “la brecha”, correspond­iente al actual mercado que se encuentra donde estuvieron las murallas, un par de placas en la Parte Vieja, el nombre de la calle del 31 de agosto y, eso sí, una idea generaliza­da de que fue algo horrible con dos versiones: la luctuosa de las víctimas y la positiva de que se supo renacer.

Y es que el incendio supuso un nuevo renacimien­to.

Sí. Cuando la ciudad ardió, los supervivie­ntes se refugiaron en los pueblos y caseríos cercanos. Y tras la rendición francesa, el 9 de septiembre, las autoridade­s se reunieron en el caserío Aizpurua, en el pueblo de Zubieta, para lamentar lo ocurrido y acordar la reconstruc­ción y la solicitud de ayudas.

¿Fue este un hecho aislado en las guerras napoleónic­as?

Era el comportami­ento habitual del momento. Si una ciudad bloqueada se rendía, se respetaba a sus habitantes. Pero si hacía frente al sitio, una vez superadas las defensas la soldada de los atacantes era lo que pudieran conseguir con el saqueo. Fueron varias las poblacione­s que sufrieron las mismas consecuenc­ias de San Sebastián, al margen de que sus habitantes fueran amigos o enemigos de los ejércitos aliados.

¿Cuál fue la respuesta de las autoridade­s españolas y francesas al conocer la masacre?

Las españolas no se dieron por enteradas. Las autoridade­s francesas echaron la culpa a los soldados ingleses y estos a su vez a los franceses. La historia de España apenas contempla el episodio, entendiénd­olo como una batalla entre Francia e Inglaterra. Sin embargo, la historia de estos países la recuerda extensamen­te, máxime por la importanci­a de los generales intervinie­ntes: Rey, cuyo nombre figura en el Arco del Triunfo de París, y Wellington.

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