LAS “CANTINERAS”
Durante las guerras napoleónicas se hizo habitual la presencia de grupos de mujeres que acompañaban a los ejércitos viajando en la retaguardia junto al tren de suministros. Conocidas como cantineras o también vivanderas, solían ser las esposas o amantes de algunos soldados que decidían seguirlos hasta el campo de batalla. También abundaban las prostitutas que se garantizaban de esa forma una clientela fija. Las cantineras preparaban la comida, lavaban la ropa y zurcían los uniformes de sus maridos o amantes. En ocasiones ofrecían estos servicios a otros soldados cobrándoles pequeñas cantidades de dinero, convirtiéndose en gestoras de un próspero negocio que beneficiaba también a sus parejas. Tampoco era raro que las que se dedicaban a ejercer la prostitución acabasen en manos de soldados proxenetas que las explotaban. Su presencia se hizo imprescindible en muchos ejércitos debido a la importante función logística que realizaban. En muchas ocasiones eran las cantineras las que garantizaban el suministro de agua y víveres, asistiendo a las tropas durante las largas marchas. Algunas de ellas se convirtieron incluso en expertos armeros capaces de reparar los mosquetones y pistolas dañadas o estropeadas. En el momento de la batalla, sus funciones se multiplicaban, auxiliando a los heridos y retirándolos a retaguardia donde eran atendidos por ellas mismas ayudando a los cirujanos militares, transportando munición y pólvora a primera línea o llevando agua para calmar la sed de los soldados. Tampoco dudaban en coger las armas cuando era necesario, ya fuera para defender a sus parejas o para luchar contra el enemigo. El propio Napoleón premió en persona el coraje demostrado por alguna de estas aguerridas mujeres. Las cantineras también compartían el destino trágico de los ejércitos. Muchas de ellas morían en el transcurso de los combates o eran objetivo de las represalias de los vencedores. Cuando sus maridos o amantes caían en el campo de batalla, pasaban de mano en mano, incluso eran subastadas, hasta encontrar de nuevo a alguien que las protegiera. Tras la derrota sufrida por las tropas francesas en Bailén algunas cantineras acompañaron a los prisioneros en su dramático viaje hasta Cabrera, soportando todo tipo de vejaciones durante el trayecto, preludio de lo que les esperaba en la isla. No existen datos que nos permitan saber el número de ellas, si es que hubo alguna, que sobrevivió al cautiverio.