Historia de Iberia Vieja

LAS CONSECUENC­IAS DE LA BATALLA

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El triunfo de Simón de Montfort en Muret le convirtió de inmediato en duque de Narbona, conde de Tolosa, vizconde de Béziers y vizconde de Carcasona. El único hijo vivo de Pedro II, el futuro Jaime I de Aragón, de cinco años, que estaba bajo la custodia de Simón de Montfort, con cuya hija Amicie se había concertado el matrimonio futuro en un nuevo intento para resolver el conflicto, debió permanecer un año retenido por el director militar de la cruzada en la ciudad de Carcasona, hasta que el pontífice Inocencio III, afectado por la muerte del soberano aragonés, envió a Pierre de Bénévent, como nuevo legado a Occitania, para exigir a Montfort “con la mayor severidad la liberación del huérfano”, según las crónicas medievales. La libertad de Jaime I, con seis años de edad, tuvo lugar el 18 de abril de 1214, en el palacio arzobispal de Narbona. Sancho, conde del Rosellón y su hijo Nuño Sancho, reciben de manos del legado, no sin antes haber jurado combatir la herejía, al “pequeño rey”, a quien llevaron a Barcelona, donde el muchacho fue acogido por la nobleza catalana. En agosto de 1214, Jaime I es conducido al castillo de Monzón (Huesca), en donde fue confiado a los templarios, para recibir una rigurosa educación del comendador provincial de Aragón y Provenza, Guillem de Montrodón, quien, hasta junio de 1217, se convirtió en su mentor. En ese tiempo, los asuntos del reino fueron confiados al regente Don Sancho, su tío abuelo. El papado tenía la intención de bloquear cualquier iniciativa aragonesa y catalana en tierras occitanas, con la herejía como cuestión prioritari­a de condena. No es una casualidad que, desde hace medio siglo, las ciudades de Muret y Monzón estén hermanadas, y en torno a ellas, desde octubre de 1212 hasta septiembre de 1213, hay previstas grandes programaci­ones culturales, para celebrar el 800 aniversari­o de una batalla que, paradójica­mente, los occitanos no quieren recordar.

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