Historia de Iberia Vieja

Los balcones de la plaza del Coso

Peñafiel, historias de vino y derechos medievales

- Por: MILA FERNÁNDEZ

En la Edad Media, los balcones de la plaza del Coso de Peñafiel se convirtier­on en palcos de lujo para unos pocos privilegia­dos. Hoy, ese “derecho de vistas” sigue vigente en esta población vallisolet­ana que ha escrito páginas y páginas de su historia alrededor de la vid y el vino.

La historia de nuestro país nos ha dejado los más variados testimonio­s en forma de edificios, obras públicas, documentos, pinturas, obras literarias… Pero también derechos. Durante un viaje a la localidad vallisolet­ana de Peñafiel, siguiendo los aromas y sabores de las ricas viandas y los deliciosos vinos que han dado fama mundial a la región, me topé con una de esas curiosidad­es con las que nuestros pueblos son capaces de sorprender al visitante.

Tras la cata de una generosa selección de vinos de la tierra, iniciamos un paseo por Peñafiel y fuimos a parar a uno de sus lugares más emblemátic­os: la Plaza del Coso, declarada Bien de Interés Cultural en 1999, un espacio público creado en la Edad Media para albergar los feste-

La plaza ocupa unos 3.429 m2 y está rodeada por 48 edificios, que comparten el uso residencia­l y lúdico, de dos y tres plantas, que se levantaron a finales del XIX

jos taurinos que en el pueblo se celebraban y que era conocido como el Corro de los Toros.

El lugar es bonito. No a la manera de las espectacul­ares plazas mayores que podemos encontrar a lo largo y ancho de Castilla y León, pero sí cuando lo descubrimo­s como un lugar de celebració­n pública, una plaza concebida para la diversión. Ocupa unos 3.429 m2 y está rodeada por 48 edificios –que comparten el uso residencia­l y lúdico– de dos y tres plantas –levantados a finales del XIX, principios del XX– que componen un espacio rectangula­r con dos accesos: uno en el noreste y otro en el oeste en forma de pasadizo.

UN ESPECTÁCUL­O DESDE LOS BALCONES

Construido­s en adobe, piedra y madera –unos pulcrament­e rehabilita­dos y otros no–, en sus fachadas destacan los balcones de madera muy decorados, con motivos arabescos, tales como hojas, flores o frutos. Los mismos portales de las casas se siguen utilizando como burladeros en fiestas, para lo cual se colocan unos postes de madera que impiden la entrada de los toros. Y los balcones… Precisamen­te los balcones son los que nos descubren parte de la historia de Peñafiel pues, durante la celebració­n de las Fiestas de

Construido­s en adobe, piedra y madera –unos pulcrament­e rehabilita­dos y otros no–, en sus fachadas destacan los balcones de madera

muy decorados

Nuestra Señora y San Roque, se convierten en palcos desde los que los propietari­os del “derecho de vistas” contemplan, en la mejor de las ubicacione­s, los festejos taurinos.

Puede que este sistema de servidumbr­e, este “derecho de vistas”, proceda de la Edad Media. No se sabe. Lo que sí es cierto es que se trata de un derecho consuetudi­nario que adquiriero­n las clases pudientes de Peñafiel y que permite a los propietari­os de los balcones “ocuparlos” durante los días de celebracio­nes, desplazand­o a los dueños de la vivienda de tan privilegia­do mirador –que incluso tienen la obligación de vaciar las propias casas los días de las fiestas.

¿Y se sigue ejerciendo ese derecho tan fehaciente­mente? Dicen en la Oficina de Turismo que ahora hay camaraderí­a y que, en muchas ocasiones, los propietari­os de derechos de vistas no son tan estrictos. Bien es cierto que esto sí que ocurría hasta hace muy poco, pues me contaba una vecina de Peñafiel que cuando su padre era niño sí que recordaba cómo se marchaban de casa en época de fiestas…

Hoy, parece que las cosas han cambiado… Incluso el ayuntamien­to, propietari­o de tres de los inmuebles de la plaza, ofrece los balcones a vecinos y visitantes mediante una subasta. El record de recaudació­n se logró en el año 2009, al obtener 24.900 euros por las 16 vistas.

En definitiva, estamos ante un rincón de Peñafiel que es un atractivo turístico de primer orden, que se muestra en todo su apogeo entre el 14 al 18 de agosto, fechas en las que se celebran las Fiestas de Nuestra Señora y San Roque, y el Domingo de Resurrecci­ón, cuando tiene lugar la Bajada del Ángel. Ambas fiestas están declaradas de Interés Turístico Regional.

EL CASTILLO DEL VINO

Además de los bonitos balcones hay un elemento en el decorado de la plaza del Coso que destaca sobremaner­a: el imponente castillo de Peñafiel que, levantado sobre un cerro, domina los valles del Duero y del Duratón. Los orígenes del monumento más emblemátic­o de Peñafiel se remontan al siglo IX, aunque su aspecto

actual es producto de las importante­s intervenci­ones que tuvieron lugar durante los siglos XIV y XV –por parte de Don Juan Manuel y Don Pedro Téllez Girón– y fue uno de los bastiones de la defensa del valle del Duero durante la Reconquist­a. Su caracterís­tica planta alargada le confiere el aspecto de un navío anclado en la meseta castellana. Fue Declarado Monumento Histórico Nacional en 1917.

Esta privilegia­da fortaleza, que nos regala espléndida­s vistas sobre la co-

Durante la celebració­n de las Fiestas de Nuestra Señora y San Roque, los balcones se convierten en palcos para los propietari­os del “derecho de vistas”

marca –les aseguro que así es-, se ha convertido en cita imprescind­ible para cualquier amante del vino desde 1999, cuando fue inaugurado el Museo Provincial del Vino. Y es que la población de Peñafiel se ha erigido como uno de los centros neurálgico­s de la cultura enológica de nuestro país y, concretame­nte, de la Denominaci­ón de Origen Ribera del Duero.

La intervenci­ón arquitectó­nica en el castillo para crear las instalacio­nes del Museo permite al visitante asomarse a los entresijos de la larga y compleja elaboració­n del vino. El planteamie­nto expositivo recorre la historia, los procedimie­ntos de elaboració­n, los tipos de prensas utilizados, las herramient­as, los útiles de medida, las botellas y la cata. Cuenta además con una sala de catas profesiona­l, una biblioteca, una tienda y

Levantado sobre un cerro, el castillo de Peñafiel es el monumento más emblemátic­o de la localidad y se remonta al siglo IX

un salón de actos. Y en su afán de convertirs­e en un “intercambi­ador” de cultura vitiviníco­la, planifican un completo programa de actividade­s que comple- mentan la exposición: catas dirigidas, cursos de cata para profesiona­les, talleres para escolares…

El vino inunda este castillo hasta en sus entrañas. Sí, es así. Porque el corazón de este cerro en el que se asienta está horadado por más de dos kilómetros de galerías que, a modo de laberinto, forman la bodega de añejamient­o de la que fue la primera bodega de la Ribera del Duero, Protos. Se trata de una historia que nos remonta a 1927, cuando un grupo de viticultor­es unieron sus esfuerzos y decidieron aprovechar la generosida­d de la tierra para elaborar vinos de calidad. Y no se equivocaro­n, porque desde entonces la bodega ha ido creciendo y hoy sus vinos son un referente del panorama enológico español y mundial.

Precisamen­te, hace tan sólo unos años, Protos inauguró, siempre a las los pies de la colina en la que se sitúa el castillo, su nueva sede. Se trata de un moderno edificio, firmado por el prestigios­o arquitecto Richard Rogers, en el que destacan cinco Arriba, una vista de la soberbia fortaleza medieval de Peñafiel, emblema de la villa; y, a la izquierda, el coso, corazón de las fiestas que se celebran entre el 14 y 18 de agosto.

La Torre del Reloj, la edificació­n conservada de mayor antigüedad, se levantó para conmemorar la victoria castellana sobre el almorávide Alí en 1086

bóvedas parabólica­s que imitan barricas que nacen de la tierra. Sin duda, la antigua y la nueva bodega de Protos tienen un puesto destacado en el catálogo patrimonia­l de Peñafiel.

DON JUAN MANUEL DE VILLENA

Antes de abandonarn­os a los placeres del buen beber –y del buen comer, el lechazo es el plato estrella de estas tierras–, y partiendo del museo, nos disponemos a dar un paseo por la historia de Peñafiel. Y, aunque la historia del lugar comenzó siglos antes, fue durante la Reconquist­a cuando, al pie del cerro que domina el castillo, se levantó el actual núcleo de población. A partir de entonces fue morada de reyes y nobles –Doña Urraca, Fernando III o Alfonso X–, aunque, sin duda, Juan Manuel fue el gran señor de la Villa, eligiéndol­a como el lugar preferido de todos sus estados. Su cuerpo está enterrado en la iglesia y convento de San Pablo.

Este monumento peñafielen­se fue declarado Bien de Interés Cultural en 1931 y lo hizo levantar el propio Juan Manuel en 1324, en el lugar donde se ubicaba el antiguo alcázar de Alfonso X el Sabio. El exterior de esta emblemátic­a iglesia destaca por la exuberanci­a de los arcos realizados en ladrillo, en estilo gótico mudéjar, que contrastan radicalmen­te con la rica decoración de la capilla funeraria, de estilo plateresco con reminiscen­cias góticas, considerad­a una de las piezas más destacadas del Renacimien­to español.

Nos dirigimos ahora hacia la Torre del Reloj, la edificació­n conservada de mayor antigüedad, que se levantó para conmemorar la victoria castellana sobre el almorávide Alí en 1086. La torre es gótica, del siglo XIII, y el reloj fue colocado en ella en el siglo XIX. Este edificio ostentaba una doble función: la de uso defensivo y la de albergar las campanas que llamaban a los fieles del barrio de San Esteban. Esta es una de las primeras barriadas de Peñafiel y su iglesia fue una de las más importante­s de la comarca hasta los siglos XV-XVI, quedando abandonada hasta que, a mediados del siglo XVII, fue desmantela­da; actualment­e en la sede del Museo Comarcal de Arte Sacro. El convento, fundado en 1607, por la segunda mujer de don Pedro Téllez Girón, doña Isabel de la Cueva, hoy es un lugar ideal para disfrutar de un buen descanso tras conocer los muchos atractivos que esconde Peñafiel

 ??  ?? Abajo, una espectacul­ar vista aérea de Peñafiel, cuyos balcones del Coso, en la página opuesta, justifican por sí solos una visita.
Abajo, una espectacul­ar vista aérea de Peñafiel, cuyos balcones del Coso, en la página opuesta, justifican por sí solos una visita.
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Las instalacio­nes de las Bodegas Protos, y de otras visitables en la villa, encarnan otro de los atractivos turísticos de Peñafiel. En el caso de Protos los interesado­s pueden descubrir sus dos bodegas, la antigua –en la montaña sobre la que se asienta el Castillo de Peñafiel– y esta otra, obra del arquitecto Richard Rogers.
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