Historia de Iberia Vieja

Rafael Guastavino, un valenciano en lo más alto de Nueva York

La capital del mundo tiene mucho de español. Más de lo que nos imaginamos. Si Gaudí hubiera desarrolla­do allí el inmenso edificio que pretendía construir aún sería el más esplendoro­so de la inmensa ciudad, pero él no fue el único en llevar allí sus proyec

- Por: ALEJANDRO POLANCO MASA

En 1881 (…) Rafael Guastavino había arribado a Manhattan procedente de Barcelona, dispuesto a implantar en los Estados Unidos una práctica constructi­va que hundía sus raíces en la tradición vernácula mediterrán­ea. Décadas más tarde, el sistema por él desarrolla­do –el Guastavino System– había logrado levantar más de mil importante­s construcci­ones abovedadas en Norteaméri­ca, varios centenares de ellas en Nueva York, y había caracteriz­ado buena parte de los más significat­ivos edificios de los Estados Unidos, desde las catedrales de revival medievalis­ta hasta los grandes vestíbulos de los rascacielo­s.

Fragmento de la ponencia “Acerca de las bóvedas de Guastavino y su viaje de vuelta a España”, de Javier García-Gutiérrez Mosteiro, publicada en las Actas del Congreso Internacio­nal sobre la arquitectu­ra norteameri­cana celebrado en Pamplona en marzo de 2006.

La situación era mala, por no decir crítica. Nos situamos en el año 1881, mirando al Mediterrán­eo desde la ciudad de Marsella. Hace unos días que la mujer de Rafael Guastavino y tres de sus hijos han partido hacia Argentina buscando fortuna. Ahora le toca a él y a su hijo pequeño de nueve años de edad emprender el mismo viaje hacia el Atlántico, pero con un destino diferente: los Estados Unidos de América. Contaba por entonces Guastavino con 39 años y apenas el equivalent­e a 40 dólares en el bolsillo. Puede que su mujer tuviera mejor suerte en el lejano sur, o bien la fortuna le podría sonreír, nada era seguro aunque el panorama no parecía nada esperanzad­or. Además, Rafael no tenía ni idea de hablar inglés, ¿cómo se las iba a apañar en el lugar al que se dirigía? Pero no, aquello era un movimiento calculado, Guastavino sabía que podía ofrecer algo que en los Estados Unidos no tenían y, claro está, se lanzó a la aventura pa- ra conquistar los cielos de las ciudades norteameri­canas. Con una clara visión en su mente, este genial arquitecto español logró que las frágiles construcci­ones de madera y hierro que se levantaban en la América de entonces, tan sensibles a la acción del fuego, pasaran a convertirs­e en esplendoro­sos y sólidos edificios gracias a técnicas constructi­vas que hunden sus raíces, sobre todo, en la arquitectu­ra tradiciona­l catalana. En solo una generación, su empresa familiar americana pasó a convertirs­e en un imperio de la construcci­ón.

ESPÍRITU MEDITERRÁN­EO

El primer día de marzo del año 1842 vino al mundo en Valencia nuestro protagonis­ta, Rafael Guastavino Moreno. Contaba el cuarto hijo de los catorce que tuvieron sus padres. La familia Guastavino procedía de Italia, desde donde había viajado el abuelo de Rafael a Barcelona, lugar desde

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