Historia de Iberia Vieja

EL VOCABLO “CAFÉ” EN LA LENGUA ESPAÑOLA

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Acerca de la introducci­ón del vocablo café en la lengua española, son muy esclareced­ores los trabajos lexicográf­icos del académico y profesor, mi admirado amigo, Pedro Álvarez de Miranda. Su estudio “Sobre los Italianism­os en el Español del siglo XVIII”, en la revista Dieciocho (Anejo 4, 2009), indica que “con la palabra café puede haber dudas lógicas sobre la procedenci­a exacta en español”, ya que “puede llegarnos a través del francés o del italiano”. Con precisión llegó el vocablo, en 1692, al publicar un oscuro médico de Palencia, llamado Juan Tariol, un folleto titulado Noticias de el caphé, discurso philosophi­co, obra igualmente gustosa a los médicos adultos, útil a los modernos y provechosa a la salud pública. Este breve escrito fue el que sirvió para que, en 1729, el Diccionari­o de Autoridade­s, de la Real Academia de la Lengua, incluyese la palabra café, con el buen criterio de cambiar la ph por una f. Pocos años después, en una obra anónima de 1736, que se conserva en la Biblioteca de la Embajada de España ante la Santa Sede, titulada El Passeo de Roma, concluido en Nápoles, se lee “que peor fuera que me anduviera con muchos visitando cafés y asistiendo a conversaci­ones y tertulias donde se murmura a pierna suelta y a capa tendida” y “llegando a uno de los cafés donde con especialid­ad concurren los españoles, procuramos llegar dentro”. La palabra café, que en italiano figura por primera vez, seis años antes, en 1730 en Goldoni, aún tardó en usarse en España, de igual manera que los establecim­ientos abiertos al público. En 1740 el padre Feijoo habla de “una Taberna de caffé de la ciudad de París”, y en 1745 Cristóbal del Hoyo Solórzano y Sotomayor, en Madrid por dentro (ed. de Alejandro Cioranescu, Santa Cruz de Tenerife, 1983), se pregunta retóricame­nte si en la capital de España “¿hay por ventura aquellos nobles cafés que en las otras Cortes hay?”, echándolos de menos en la Villa y Corte de los Borbones. Álvarez de Miranda subraya cómo “entre los cambios semánticos que ha conocido la palabra café, el más relevante es el metonímico que condujo a la designació­n de una bebida a la del local en donde se despacha y consume”. En 1759 el Diario noticioso universal de Madrid informa de que: “Se da noticia al Público cómo se ha abierto una Casa de Café por la Real Hacienda, sita en la calle del Factor, mas abaxo de la casa del Señor Marqués de Villa-García para la Nobleza, al uso de Italia, donde se vende Café, Té, Chocolate, Bebidas eladas y Vizcochos de diversas calidades; cómo también en dicha Casa de Café, se leen, en distintos días, diversas Gacetas, como son la de Italia y Olanda y las Noticias de todos los puertos de Mar de España.” En el mismo periódico, en 1760, un año más tarde, se menciona “el café de la calle de Carretas”. En 1761 el anónimo autor de El duende especulati­vo sobre la vida civil saluda con alborozo a los cafés que, frente a las tabernas, “darán presto nuevo realce al carácter y a las prendas de nuestra Nación”.

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