Templarios en España
Mito y realidad de los monjes guerreros
Este mes, junto a la revista Historia de Iberia Vieja publicamos el libro Templarios en España, en el que exponemos la historia de esta Orden en nuestro país. Además, repasamos cuáles son las huellas que dejaron aquí. Aprovechamos la ocasión para hablar con Javier García Blanco, colaborador de nuestra revista y uno de los autores que más ha contribuido en los últimos tiempos a que se conozca de cerca el legado de la Orden.
Salvo en los últimos años, y tus trabajos nos han ilustrado bastante en la revista sobre el asunto, los templarios parecía que no tenían nada que ver con España. Pero sí: estuvieron aquí y tuvieron su poder. ¿Cuál fue la importancia de esta Orden en España?
Efectivamente, durante los casi dos siglos de su existencia, la orden del Temple jugó un papel crucial en la historia de los reinos peninsulares. Por una parte estos monjes guerreros recibieron numerosas donaciones por parte de nobles y monarcas, generalmente en puntos estratégicos de frontera contra los musulmanes, de modo que en muchas ocasiones constituían los primeros puntos de defensa frente al enemigo islámico. Por otro lado, y en una línea similar, los templarios de los distintos reinos de la península Ibérica participaron de forma más o menos activa en destacadas batallas de la Reconquista. En este sentido los templarios de la Península se diferenciaron de forma destacada de las de otros reinos cristianos europeos, pues aquí lucharon de forma activa en otra Cruzada…
Una de las razones por las que crecieron tanto fue por su proximidad a determinados nobles y órganos de poder. ¿Ocurrió también eso en la Península?
“Los templarios peninsulares no lucharon en las Cruzadas, pero sí en la particular que hubo aquí: la Reconquista”
Sí, de hecho fue principalmente gracias a esas donaciones de nobles y monarcas –uno de los casos más singulares y destacados fue el de Alfonso el Batallador, que nombró al Temple y otras órdenes militares como sus herederos, aunque más tarde la cuestión fuese más compleja– que el Temple creció de forma destacada, no sólo en la Península, sino en el resto de reinos cristianos. Hay que tener en cuenta que los caballeros que se unían a la Orden eran nobles, que en muchos casos cedían sus posesiones –o parte de ellas– al Temple. Lo mismo ocurría en el caso de los “templarios asociados”, nobles que no se unían de facto a la orden, pero que se asociaban a ella en algún momento de sus vidas, generalmente poco antes de su fallecimiento, para conseguir así el derecho a ser enterrados en uno de sus templos, algo muy apreciado en aquel momento. El hecho de que ejercieran de banqueros y prestamistas para nobles y reyes también influyó en su riqueza y difusión, aunque fuese con probabilidad una de las causas de su trágico final, al darse la circunstancia de que poderosos monarcas como Felipe el Hermoso de Francia, el ejecutor de la traición a la orden, acabasen terriblemente endeudados con ellos.