TRÁFICO Y TENENCIA DE ESCLAVOS
A Antonio López López, primer marqués de Comillas y padre de Claudio, le erigieron en 1884 una estatua en Barcelona. En 2010, los sindicatos CCOO y UGT pidieron la retirada del monumento por haberse dedicado al tráfico de esclavos. A raíz de esa solicitud su familia le defendió, pero lo hizo tan mal que fue toda una confesión de culpa. El tataranieto, Carlos Güel de Sentmenat, afirmó sobre su antepasado en el Diario Montañés del 12 de octubre de 2010: “Yo siempre he tenido la convicción, y la familia también, de que en su tiempo transportó esclavos en alguno de sus barcos. Hizo ese tráfico porque era un tráfico legal, pero nada más”. Nada más, y nada menos. Oculta o desconoce –algo impropio de alguien de su formación– que desde 1817 el tráfico –no la tenencia– de esclavos era ilegal y que España, por medio de su rey Fernando VII, había firmado ese tratado el 23 de noviembre de 1817. Incluso había recibido de Inglaterra una cuantiosa indemnización de 400.000 libras por las pérdidas que ello le pudiera suponer en Cuba, pues el objetivo de Gran Bretaña en la prohibición del tráfico de esclavos a través del Atlántico no era nada humanitario sino, simplemente, obstaculizar la mano de obra a los EE.UU. Incluso la historiadora Raquel Celis Sánchez, autora de una biografía sobre el primer marqués de Comillas, se atreve a decir que ese tráfico era legal en esos momentos. Quizás faltó ese día a clase. No confundamos tráfico con tenencia de los que ya estaban en la isla, que se permitió en Cuba hasta 1886. Tampoco olvidemos que la viuda de Fernando VII, María Cristina, y su nuevo marido, el sargento de la Guardia Real Agustín Muñoz, después duque de Riánsares, también se enriquecieron con ese tráfico ilegal cuando se marcharon al exilio en 1840. En 1844 invirtieron tres millones de reales en tres barcos negreros y en 1849 ya habían ganado 14 millones.